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Alfredo Rangel                                                                          

En su postrero y último tramo le queda más tiempo que gobernabilidad.

El gobierno de Petro sufre un estado de descomposición irreversible. La rebelión interna que Petro creía controlada o controlable se le salió de las manos y ha dejado al descubierto una crisis de gobernabilidad insuperable. El sainete dramático del consejo de ministros, transmitido en vivo, y en directo fue lo que en teoría política se llama un "hecho focalizador", que no es más que un incidente inesperado y perturbador que pone en evidencia un problema estructural, sistémico y de fondo.

Petro sabía de la rebelión que se estaba gestando al interior de sus propias filas, pero quiso neutralizarla convocando un consejo de ministros para presentar en sociedad, como un hecho cumplido e inapelable, los nombramientos de Benedetti y de Sarabia. Para evitar que la rebelión se hiciera efectiva, Petro decidió que ese consejo de ministros se transmitiera públicamente en directo, creyendo que de esta manera los rebeldes se iban a inhibir de hacer sus reclamos de manera pública. Mal cálculo. Encabezados por la vicepresidenta, y sin medir las consecuencias, Alexander López, Gustavo Bolívar, Augusto Rodríguez y Susana Muhamad desenvainaron sus dagas discursivas y convirtieron ese consejo de ministros en un circo romano, sin consideración alguna. Petro trató de mantener el control, pero fracasó. El gabinete salió irremediablemente deshecho y el Gobierno sin brújula y sin timón. Fue el comienzo del fin.

Dura labor la del próximo gobierno para reparar los daños y recuperar el tiempo perdido.

Desde el comienzo de su mandato, Petro no tenía opción distinta a callar a Benedetti y a Sarabia con cargos públicos cada vez más importantes, por todo lo que saben de sus oscuros manejos de dineros de origen non santo. Benedetti habló de 15.000 millones de pesos. La continuidad del Gobierno depende de su silencio. Eso lo sabe el país y lo saben Márquez, Bolívar, López, Rodríguez y Muhamad, pero también quienes renunciaron irrevocablemente a sus altos cargos pretextando el nombramiento de Benedetti. Por eso, políticamente, fue un acto de deslealtad suya hacia Petro repudiar públicamente la presencia de Benedetti y de Sarabia en el Gobierno. Y, moralmente, es cínico e hipócrita, puesto que nada dijeron cuando Benedetti era directivo de la campaña y les conseguía dinero y votos, y después fue nombrado embajador en Caracas, en Roma ante la FAO y luego asesor presidencial, mientras ellos mismos disfrutaban de sus propias cuotas burocráticas. Mal pueden posar ahora de adalides de la moral y la pureza política. Solo reclamaron airados cuando Benedetti se les metió al rancho como jefe de Gabinete y Sarabia como canciller. Ahí sí desenvainaron. Y se fueron. Los únicos inamovibles son Sarabia y Benedetti. Estos ganaron, Petro sigue chantajeado y el Gobierno se acabó.

Con un gabinete deshecho, una campaña electoral arrancando, un congreso que laborará a media marcha, una crisis fiscal no superada, unos aliados que huyen espantados para conservar sus visas, una capacidad de gestión por el piso y una opinión pública agotada de tanto escándalo, que en su abrumadora mayoría cuenta las horas para que Petro se vaya. Al Gobierno, en su postrero y último tramo, le queda más tiempo que gobernabilidad. Demasiado tiempo para hacer más daños y ninguna voluntad para reparar los daños ya hechos.

Su confesado incumplimiento de metas se ve prácticamente insuperable o, peor, podría agravarse como en el caso del orden público, donde una Fuerza Pública desmovilizada, desmoralizada y desorientada se muestra impotente para controlar el territorio frente a unas bandas armadas mafiosas robustecidas y en expansión. O en el caso del narcotráfico, donde el exorbitante crecimiento de las toneladas de cocaína exportada nos tiene a un paso de la descertificación, de sanciones y del señalamiento internacional. O en el caso de la salud pública, cuya crisis deliberada y criminalmente provocada por el Gobierno podría ocasionar miles de muertes entre la población. O de una crisis energética no resuelta y alimentada por la desidia y el ideologismo del Gobierno. Para mencionar solo algunos temas. Dura labor la del próximo gobierno para reparar los daños y recuperar el tiempo perdido.

13 de febrero 2025

Publicado en Otras opiniones

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