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Alfredo Rangel                                                                                           

Un gobernante sensato no debe crear conflictos que no puede ganar, que está condenado a perder.

Durante el año 2024, la administración Biden envió desde Estados Unidos a Colombia 124 vuelos con más de 14.000 colombianos inmigrantes ilegales, y la administración Petro no dijo ni mu, los recibió sin problemas. En los últimos diez años, Estados Unidos ha enviado a Colombia más de 500 vuelos con nacionales que eran inmigrantes irregulares, y el actual y otros gobiernos los han recibido como era su deber, en cumplimiento de normas internacionales y de acuerdos de cooperación entre los dos países.

Hasta que un domingo negro a las 3 de la mañana, a Petro le dio el delirante capricho de no recibir los vuelos previamente autorizados por él, con inmigrantes ilegales colombianos procedentes de Estados Unidos, vuelos que ya estaban en el aire, y cuyo recibimiento y aterrizaje en Colombia ya habían sido concertados entre las autoridades de ambos gobiernos. Sin medir las consecuencias catastróficas que eso podía tener para Colombia –o, peor, sin importarle–, seguramente Petro vio la oportunidad para satisfacer su vanidad y figurar como el primer mandatario que se enfrentaba a Trump, y autoerigirse así como el líder mundial de la resistencia contra el nuevo presidente norteamericano. Vana ilusión que le duró solo unas pocas horas.

Lo que Petro en su vanidoso alucinamiento no calculó es que Trump vio en este reto de un pequeño país la oportunidad para enviar un mensaje al mundo sobre las graves consecuencias que puede sufrir un país cuyo gobierno se atreva a enfrentarlo abiertamente. Sus sanciones pusieron a Colombia al borde de una catástrofe económica y social sin precedentes. Para evitarlo Petro no tenía otra salida que recular, y reculó. Urgido por la inaceptable pérdida de la visa americana de todos sus ministros, aliados y secuaces, Petro no tuvo más remedio que aceptar todas las condiciones que le impuso Trump. Ahora Petro se convirtió en el primer gobernante pública y mundialmente humillado por el poderoso Trump. Vaya logro.

Las consecuencias de un mal manejo podrían afectarnos a todos. Y todo por un arrebato alucinado de un domingo negro a las 3 de la mañana.

Petro puso su vanidad y su radicalismo ideológico por encima del interés nacional de Colombia. Algo imperdonable en un primer mandatario, que debe hacer siempre precisamente lo contrario. Pero además, fue un acto de estupidez estratégica monumental. Un gobernante sensato no debe crear conflictos que no puede ganar, que está condenado a perder. Estados Unidos es nuestro principal socio comercial, representa alrededor del 30 % de nuestro comercio internacional, que les da empleo a más de un millón de personas. Para Estados Unidos nosotros somos el socio número 26, y su comercio con Colombia no llega al 1 % de su comercio internacional. Hay que decirlo, porque es la cruda verdad: comercialmente Estados Unidos no nos necesita, mientras nosotros no podemos prescindir de esa relación. Por ello, nuestra relación con Estados Unidos hay que tratarla con habilidad e inteligencia estratégica, como lo han hecho los anteriores gobiernos. No con arrebatos de vanidad personal ni de exaltación ideológica.

El problema ahora es que nuestra relación con Estados Unidos ha quedado maltrecha. Se ha perdido la confianza. Para la administración Trump ahora somos un país paria, nos van a mirar con recelo mientras dure este gobierno. Los inversionistas extranjeros aplazarán sus decisiones, o escogerán otros destinos. Las sanciones catastróficas, de las que nos libramos temporalmente, han quedado suspendidas, pero seguirán ahí latentes, como una amenaza temible. Los colombianos serán muy maltratados en los aeropuertos norteamericanos.

Nuestra soberanía relativa en el manejo de problemas de alcance internacional, como las migraciones ilegales por el Darién y el narcotráfico, se tornará ahora aún más relativa y menos soberana. Las consecuencias de un mal manejo podrían afectarnos a todos. Y todo por un arrebato alucinado de un domingo negro a las 3 de la mañana. Y menos mal que fue un domingo.

30 de enero 2025

Publicado en Otras opiniones

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