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Juan David Escobar Valencia

La rebelión de Prigozhin, que duró casi lo mismo que una de las agotadoras y extensas óperas de Wagner, tenía tan bajas probabilidades de éxito como sus capacidades estratégicas.

“Las medidas y actos que nos muestran una disposición violenta hacia el mundo exterior nunca pueden quedarse sin una reacción violenta sobre nosotros mismos”. Richard Wagner.

Nada tiene que ver el músico y dramaturgo alemán del siglo XIX con Yevgeny Prigozhin, el exconvicto, exvendedor de perros calientes, exempresario de catering y finalmente jefe del grupo paramilitar al servicio desde hace años del dictador Vladimir Putin; pero la frase que inicia esta columna parece un mensaje desde ultratumba para él sobre el costo y las consecuencias del uso de la fuerza.

Richard Wagner no supo que su ópera “La Valquiria” sería usada en el siglo XX para denominar órdenes secretas en el plan del mismo nombre que aspiraba tomarse las ciudades alemanas y arrestar a la cúpula nazi cuando Hitler estuviese muerto. Menos aún se imaginaría que un grupo paramilitar de exmilitares y exconvictos rusos, con su mismo apellido, pretendería en el siglo XXI capturar al ministro de Defensa, Sergei Shoigu, al General del Ejército, Valery Gerasimov, y dirigirse a Moscú a derrocar al zar Putin.

La rebelión de Prigozhin, que duró casi lo mismo que una de las agotadoras y extensas óperas de Wagner, tenía tan bajas probabilidades de éxito como sus capacidades estratégicas. Una toma de Moscú desde el sur, a cientos de kilómetros, sin apoyo aéreo, era una acción tan suicida y equivocada como las marchas de Napoleón y Hitler contra Moscú. Pero es que el ego mata las neuronas, y si no me creen oigan algunas conferencias recientes en la Sorbona, Berlín o Davos.

El futuro del Grupo Wagner, que la semana anterior fue oficialmente declarado por Putin como brazo de las fuerzas militares, es incierto, pero es el principal objetivo del gobierno ruso. Más importante que su poca exitosa participación en la invasión a Ucrania, es su accionar por fuera de Rusia. El grupo Wagner es uno de los principales instrumentos fácticos de política exterior de Putin. Las acciones violentas y delictivas de este grupo en el Medio Oriente, África e incluso América Latina, es en lo que radica la importancia geoestratégica y económica de su existencia, y la necesidad de su continuidad. No sabemos quién de ahora en adelante estará al mando, qué proporción de efectivos seguirá activo y si será absorbido formalmente por las estructuras gubernamentales como el FSB, Servicio Federal de Seguridad de Rusia, y el Departamento Central de Inteligencia, GRU.

El futuro de Prigozhin está “supuesta y temporalmente” asegurado en su exilio en Bielorrusia, pero no debe dormir tranquilo. Como escribió el escritor y dramaturgo Vladimir Sorokin: “El principio del poder ruso no ha cambiado ni remotamente en los últimos cinco siglos”. En 1607 en Rusia, durante el período llamado Tumultuoso o de la Gran Inestabilidad (Smuta), Iván Bolótnikov, también exprisionero, comandó un ejército diverso que pretendía dirigirse a Moscú para matar las élites rusas y elegir un “Zar del pueblo”. Derrotado, negoció su rendición con el Zar, pero terminó cegado y ahogado.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 3 de julio de 2023.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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