Haciendo uso del principio de solidaridad semiótica, según el cual hay que buscar sentido siempre a lo que dice un interlocutor, por extraño que parezca, yo le encuentro uno: todo sea por salvar la humanidad de la extinción. Una vuelta total al buen salvaje y al estado de naturaleza a escala global. Un absurdo completo, porque aún con energías limpias, se necesitarían vías, terminales aéreas y también puertos para unas industrias de transporte reconvertidas, pues el intercambio global de todo tipo de bienes y personas, incluyendo los que son carbón cero, no se detendrá.
Claro que, divertida para los otros, para los colombianos, lo que hay que detrás de esa parrafada es altamente preocupante, porque no es más que la manifestación verborreica, para el consumo externo, de la idea de que en Colombia hay que acabar, más temprano que tarde, ojalá ya, la producción de petróleo. Y esto no son sólo palabras. Lo ocurrido en estos últimos tiempos en materia de desmonte de la infraestructura petrolera así lo demuestra. Y para la muestra, varios botones: bloqueos en las zonas de producción, el 67% del total de esas acciones en el país; atentados a los oleoductos -ocho en 2023 hasta el 3 de abril, el 44% del total de los ocurridos en el 2022- (https://www.portafolio.co/economia/infraestructura/ataques-a-oleoductos-suman-el-44-de-lo-que-se-registro-en-2022-580908); o el acoso y toma de las empresas petroleras, que ya causó la salida de la empresa china Emerald Energy en San Vicente del Caguán. Acciones estas, cometidas o encabezadas por las disidencias y el ELN, en negociaciones de paz total con el gobierno y con el consentimiento implícito o explícito de este.
Todo esto, curiosamente, mientras nuestro presidente se convierte en el portavoz del dictador Maduro en Estados Unidos y le organiza en Colombia una reunión internacional para que le levanten las sanciones, de manera que pueda ¡exportar petróleo y gas natural!, y de paso, pueda venderle importantes cantidades a Colombia de este último, y, claro, más, adelante, también petróleo. A cambio, dice, Petro, de que Maduro combata al ELN en Venezuela, algo que suena raro, porque esa organización ha sido determinante en su dominio sobre una zona importante de Venezuela, la que limita con Colombia. Son aliados y, sobre todo, socios muy estrechos.
Que Maduro admita que ha mantenido relaciones políticas y militares con esa organización para oprimir a su pueblo y mantener su enfrentamiento con Colombia, para desestabilizarla, es una confesión de excepcional sinceridad. Una vez obtenido el objetivo de eliminar los gobiernos democráticos de Colombia y conseguir un vocero ante la comunidad internacional, el régimen de Maduro no tiene un enemigo, sino un amigo en la frontera. Pero de ahí a combatir al ELN y expulsarlo de su territorio, hay mucho trecho, tendría que verlo. Yo soy escéptico. Es probable que Maduro le pida a esa organización que no realice o que modere los ataques desde la Venezuela a Colombia, mientras obtiene la otra meta de levantar las sanciones internacionales. Una situación como esa podría ser aceptable para Petro, que tendría algo que mostrar en el proceso de negociación, pero no sería muy del agrado del ELN, organización que, como dije en el pasado artículo, tiene su propia agenda, que impone cada vez más al presidente. Vamos a ver qué pasa. En cualquier caso, ya nos notificaron los negociadores del gobierno, que habrá que pactar con ellos, un cambio de modelo económico del país. Ni más, ni menos. ¿Qué tal?
Mientras tanto, avanza el proyecto de Petro. El Plan de Desarrollo, que está a punto de aprobarse elimina de un tajo los mecanismos de contratación del estado, para darles, sin control alguno, a las organizaciones “populares”, claro está, las afines al gobierno, en un alarde de corrupción total.
Pero lo más grave es que valida o crea, como fuerzas legales y legítimas, a grupos de autodefensa paraestatales, campesinas -como las mencionadas más arriba, que se tomaron el campo petrolero de Emerald Energy, que están al servicio de Iván Mordisco de las disidencias: indígenas, negras, cimarronas, etc., con el nombre de “guardias”. Esta es la amenaza mayor que se cierne sobre Colombia, porque esos grupos sustituyen en los territorios del país al ejército como fuerza constitucional que representa y garantiza la unidad del estado y la defensa de los ciudadanos, y que son el comienzo de un estado fallido, somalizado, en el que se enfrentarán grupos rivales de narcotraficantes con dominio territorial, los mismos que hasta el día de hoy han cometido, según Semana, 219 violaciones al cese al fuego.
¡Ah! y con la amenaza de una Constituyente, si el Congreso no le aprueba lo que quiere, la Fiscalía no se pliega a sus órdenes y las Cortes no le obedecen, tal como lo advirtió el Fiscal, el viernes…
Un país que se desintegra con un gobierno y que destruye la economía en manos de un presidente que habla con extraños sinsentidos, que ocultan, a la vez, un plan de construir el socialismo y un manejo errático de la política. Peor, imposible.