Imponer un sistema de gobierno que condena a un país a su destrucción, no es cosa fácil; se requiere de todo un entramado que toma su tiempo construir. La destrucción de Alemania por parte del régimen nazi es un ejemplo que no deberíamos perder de vista. Con la ilusión sembrada en una Alemania prospera, luego de años de miseria, su gente puso toda la confianza en un lunático y el final de esa aventura no pudo ser más trágico. Paladines como ese, con pies de barro, necesitan de idiotas útiles que fácilmente encuentran entre una clase política acostumbrada a vivir de lo que los ciudadanos pagan en impuestos y a gozar de los privilegios que reciben gracias a su cercanía al poder.
En la situación por la que pasamos, esa mezcla entre politiquería y populismo es en extremo peligrosa. Comienza por carcomer los cimientos de la frágil democracia para luego imponerse como totalitarismo. Ya han pasado más de 250 tormentosos días en los que nos ha tocado presenciar el juego siniestro del poder con el que pretende Petro conquistar cada esfera de la vida pública y privada. Saben muy bien, él y su corte, que no es de la noche a la mañana que alcanzan el objetivo y que para ello tienen que garantizarse el permanecer en el poder por muchos años. Cierta tranquilidad los acompaña cuando ven que, en la región, otros de su calaña llevan lustros usurpando el poder. Hay que tener en cuenta que sus fortalezas no son lo que aparentan y vienen acompañadas de notorias debilidades convirtiéndose cada día más y más en tigres de papel: fuertes en apariencia y débiles en su esencia. Así como alcanzan lo que quieren aliados con la politiquería no se puede pasar por alto que, con esa alianza, viene también el germen de la podredumbre.
Quienes ya han gozado de las mieles del poder y que hoy disfrutan de los privilegios habiéndose transformado en pomposos ex presidentes, harían bien en tomar distancia con el régimen y, en lo posible, convertirse en líderes de la oposición. La vida ofrece posibilidades de redención y qué mejor que está oportunidad para defender un país que confió en ellos y que, aunque desilusionado, sigue manteniendo cierta confianza en quienes los gobernaron. Una cumbre de exmandatarios podría dar luces a un gobierno que va a ciegas hacía el precipicio. Los aciertos y, especialmente, los errores cometidos por esos cinco personajes pueden ser motivos de reflexión, pero también de arrepentimiento.
Ya fueron presidentes, ya conocen los intríngulis del poder, ya es hora de poner eso en la balanza y, humildemente, prestarle un servicio a la nación y a su gente sin distinción alguna.
P.S.: Hoy en la mañana he releído lo que escribí anoche. Me surgen algunas dudas, cómo no si lo dicho parece contradecir mis viejas convicciones que, en una expectativa tan sombría, veo resquebrajarse. Esperar algo de los cinco ex presidentes raya con la ingenuidad. Aun así, no niego la posibilidad de que pudiera ser factible que a quienes gobernaron les quede algo de dignidad que los obligue a comprometerse con la salvación del país, lo que sería un ejemplo a seguir por parte de sus conciudadanos. Contemplar la destrucción de Colombia sin mover un dedo es inadmisible.
Kienyke