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Alfonso Monsalve Solórzano

El ELN desmintió al presidente Petro que hubiese acordado con el gobierno un cese el fuego bilateral a partir del 1 de enero.  Sería risible, si no fuera trágico para el país, porque es una muestra más de la soberbia, la irresponsabilidad, la improvisación y el folclorismo con la que el mandatario maneja los asuntos cruciales de Colombia. Es que sigue vigente en la mente de Petro la socialchambonería con la que el M–19 manejaba, en su época de guerrilla, sus acciones, guiada por la idea del “sancocho nacional” que mezclaba todo en sus propuestas; criticaba al mamertismo comunista, pero practicaba la lucha armada y pasaba de secuestrar mafiosos a hacerles el favorcito en el Palacio de Justicia.

Ha chamboneado con la política energética, con las propuestas de salud y pensiones, entre otras. Pero su modo de llevar a cabo su propuesta de paz total es un ejemplo de la socialchambonería elevada a su máxima expresión. En efecto, su concepción es un verdadero adefesio, un ejemplo de manual de lo que no se puede hacer: las Fuerzas Armadas y de Policía paran sus operaciones a cambio de que los grupos guerrilleros, de autodefensa y de delincuencia común, hagan lo mismo. Pero como no acordó -si es que hubo algún acuerdo documentado, algo que es lo mínimo que debería tenerse para poder exigir el cumplimiento de lo pactado- que no atacarían a la población civil, ni aprovecharían el cese para aumentar su control territorial, la consecuencia es que tendrán las manos libres para afianzarse y aumentar sus actividades de narcotráfico, minería ilegal, asesinato, boleteo, secuestro, etc., contra los campesinos y las comunidades, atrapados en ese infierno sin Dios ni ley, solo la del que manda apunta de fusil. Toda una ganga para los delincuentes, que están felices, porque saben, además, que saldrán bien librados, ganadores del premio mayor de la impunidad real, si se desmovilizan, mientras transfieren el negocio a sus socios en la sombra; o, que podrán seguir buscando diálogos y treguas ad infinitum, si no lo hacen.

La chambonería, aunada a la soberbia de su origen político, el M-19, lo llevó a pensar que al ganar la presidencia, el ELN, que este 7 de enero cumplió 58 años de actividad -período en la que han mostrado su capacidad de sacarle el cuerpo a cualquier acuerdo y que, además, ha crecido de manera continua hasta convertirse en el principal grupo armado de Colombia, gracias a los espacios dejados por los grupos de las Farc que se desmovilizaron, sus actividades ilegales y su alianza con Maduro-  se plegaría a sus órdenes y le podría imponer un cese el fuego sin haberlo pactado con ellos en la mesa de negociación. Craso error. Lo que hizo le hizo es una ofensa. Ese grupo no le obedece; para él, Petro es un competidor al que hay que usar a conveniencia. El presidente es solo un idiota útil en sus planes estratégicos. Jamás aceptarán imposiciones. Por el contrario, presionarán al máximo para obtener las concesiones que sirvan a sus planes, y cuando consideren que ya no lo necesitan, le darán la espalda.

Petro, en cambio, sufrió un terrible golpe a su credibilidad, perdió autoridad política. Él, seguramente pensará que eso no importa y que al país se le olvidará este incidente. Está equivocado. Hay errores y errores, y este es grave; ni los otros grupos, ni los ciudadanos del común, lo pasarán por alto, porque los colombianos no podrán evitar poner en su memoria lo que ocurrirá con las consecuencias de un cese el fuego presentado como bilateral, pero que, de hecho, es unilateral, una verdadera claudicación a la defensa de los ciudadanos y del estado. 

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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