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Eduardo Mackenzie   

El relato del capitán soviético que “salvó al mundo” de la catástrofe atómica, durante la crisis de los misiles en Cuba en 1962, el momento más peligroso de la Guerra Fría, vuelve a circular en algunos diarios colombianos, aunque tiene un origen dudoso.

Marion Lloyd, corresponsal del Boston Globe escribió el 13 de octubre de 2002, desde La Habana, que Vasili Arkhipov, un submarinista ruso, durante esa crisis, no obedeció la orden del alto mando soviético de hundir el navío americano con un “torpedo atómico” en medio de una batalla en aguas de Cuba contra un destructor americano que estaba enviándoles cargas de profundidad.

Marion Lloyd asegura que ese episodio había sido revelado por Vadim Orlov, un agente de inteligencia soviético, y que lo dicho por éste hacia parte de una documentación inédita examinada durante una conferencia patrocinada por la Universidad de Brown y el gobierno cubano, con motivo de los 40 años de la crisis de los misiles.

En su artículo, Marion Lloyd no da detalles del tipo de submarino involucrado, ni explica cómo un simple capitán, muerto en 1998, tres años antes de la aparición internacional de la espectacular “revelación”, pudo haber impuesto su voluntad sobre la del comandante del submarino, en ese momento de gran tensión entre Estados Unidos y la URSS, sin ser arrestado o fusilado en el acto por rebelión.

Según Marion Lloyd, la historia del capitán Arkhipov había sido confirmada por Thomas Blanton, director de un archivo privado de la Universidad de Brown. Sin embargo, Blanton no es un militar ni fue un actor de la crisis de los misiles. Es un archivista. Según esa crónica, Blanton habría validado el papel de Arkhipov pues éste, antes de su muerte, ya convertido en mariscal soviético, no negó esa versión. ¿Pero podía él renunciar al insigne apelativo de “salvador del mundo”?

En el artículo Blanton dijo que quedó convencido de lo que sucedió en el submarino después de haber cruzado “esa versión con registros de cubierta de los destructores (‘deck logs’) recién publicados de los EE. UU”. Pero los barcos de guerra americanos que participaron en esa operación no podían saber que dentro del submarino soviético que ellos cazaban había una insurrección en marcha y un oficial que se atrevía a contradecir la orden de Moscú de disparar contra ellos. Luego lo que Blanton pudo haber constatado era que hubo una refriega militar limitada entre un destroyer americano y un submarino soviético.

En el relato de Vadim Orlov aparece la expresión “torpedo atómico”. ¿La URSS tenía torpedos nucleares tácticos en octubre de 1962?

Gracias al relato de Orlov, los soviéticos, quienes fueron los que forjaron la crisis de los misiles de 1962, llevando de manera encubierta ojivas nucleares e instalándolas en la Cuba de Fidel Castro, para amenazar a Estados Unidos y al resto del continente, son los que, gracias al artículo de Marion Lloyd, salen finalmente como los buenos del episodio, como la parte razonable y pacífica de ese dramático momento.

Un día más tarde, tras la supuesta proeza del capitán Arkhipov, el 28 de octubre de 1962, Kruschov aceptó retirar de Cuba sus misiles atómicos sin tener en cuenta la opinión de Fidel Castro. Años más tarde, gracias al Boston Globe, la propaganda soviética y sus peones cubanos devolvieron el golpe. La imagen de que un capitán soviético era quien había “salvado al mundo del holocausto nuclear” quedó lista para ser servida a la opinión pública mundial: el héroe no había sido John Kennedy sino Vasili Arkhipov. ¿Podía Moscú pedir algo más grandioso? Eso es lo que algunos llaman una inversión retórica de la situación.

No es la primera vez que la propaganda rusa inventa historietas para lavar los crímenes del comunismo.

No sé si el agente soviético Vadim Orlov que citó Marion Lloyd hace parte de la familia o es un descendiente de Alexander Mikhaïlovitch Orlov, un agente soviético que, en tiempos de Stalin, participó activamente en las acciones criminales de la NKVD (futura KGB). Alexander Orlov, un asesino bajo órdenes de Stalin y Beria, es acusado por historiadores serios, como Robert Conquest, de haber sido uno de los que capturaron, torturaron y asesinaron al líder del POUM, Andreu Nin, en 1937, durante la guerra civil española. Ese Orlov también habría participado en el secuestro y asesinato de líderes anarquistas, trotskistas y católicos anti estalinistas que luchaban en España en el frente republicano.

Temiendo ser “purgado” por Stalin, como tantos otros, si regresaba a Moscú, por lo que sabía de esas actividades, Orlov, implantado en Francia, huyó a Canadá. Desde allí habría advertido a Trotsky, refugiado en México, que Stalin había ordenado su asesinato y el de su hijo Sedov. Trotsky no creyó y tomó el mensaje de Orlov como una provocación. Orlov huyó entonces a Estados Unidos y permaneció en la clandestinidad con su familia, gracias a falsas identidades. En abril de 1956, después de ser durante 20 años espía o un tránsfuga soviético –hay dudas todavía sobre su papel real en ese periodo en Estados Unidos--, Orlov contactó a un periodista de la revista Life y reveló quien era y se entregó a las autoridades.

La historieta del capitán Arkhipov circula en vísperas de cada aniversario de la crisis de los misiles. El 26 de septiembre de 2017, un artículo en francés firmado por Oleg Yegorov, en una página web de propaganda, Russia Beyond, destacó en su título: “Solo la compostura del capitán Vasily Arkhipov salvó al mundo”.

Los servicios soviéticos eran conocidos por su habilidad en la confección de narraciones equívocas y falsos recuerdos destinados a anestesiar a la opinión pública y lavar la cara de Moscú ante de mundo. Los especialistas del FSB no se quedan atrás. El relato del capitán Arkhipov encaja bien en ese tipo de esfuerzos y la forma curiosa de su difusión permite pensar que esa crónica puede ser una obra más de desinformación soviética-rusa.

En estos días de bestial agresión rusa en Ucrania, la propaganda del Kremlin, con sus distorsiones y mentiras, trata de dividir el campo occidental mostrando a su víctima como agresora y a Rusia como víctima de Ucrania y de la OTAN. Toda vigilancia al respecto es poca.

Publicado en Columnistas Nacionales

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