Discrepo totalmente de ese punto de vista. Una sociedad plural tiene por definición múltiples intereses y puntos de vista diferentes y hasta contradictorios. En una sociedad plural es imposible eliminar el desacuerdo; lo que esta hace es domesticarlo, civilizarlo, y lo hace gracias a las reglas de juego que garantizan la democracia y la libertad establecidas en la Constitución y las leyes que toman forma en un régimen, que por eso se llama democrático liberal.
Las reglas de interacción política deben garantizar, en las instituciones y en la cultura política pública, que cada individuo tenga derecho a la vida, a su seguridad, a su propiedad, a sus propios proyectos de vida, a sus propias opiniones y creencias, con el único límite de que no le imponga a los demás. Si no se le garantiza al ciudadano la posibilidad de moverse y organizarse libremente, participar en política, elegir y ser elegido, a gobernar y a poner en práctica su programa, si gana las elecciones -respetando los derechos fundamentales de todos y sin traicionar los derechos fundamentales de los ciudadanos y al modelo liberal democrático-, y a ser oposición, si las pierde; a que tenga acceso a un sistema judicial, justo, valga la redundancia, e imparcial, a que le asegure un debido proceso en caso de ser sometido a un procedimiento de este tipo; a que pueda disfrutar a un los derechos sociales, económicos y medioambientales básicos.
Esas son las reglas de la interacción justa, de la justicia política liberal, la cual es el mayor, el principal valor de una sociedad plural, por encima de la paz, a la que se llega plenamente, si y solo si los valores de aquella se aclimatan en la sociedad política. Porque es posible que haya paz sobre la base de negarle a individuos y grupos sociales los derechos fundamentales y encarcelarlos por ejercerlos, la combinación perfecta de monismo -negación del pluralismo- y dictadura.
Y ese monismo ocurre porque el grupo que llega al poder, impone su concepción del mundo y de la sociedad como la única aceptable de vida buena para esta, como los ayatolas iraníes que asignan su vertiente del islam como el camino único para alcanzar la salvación, y, por tanto, el deber de todos de aceptarla de grado o por la fuerza, convirtiendo su estado en teocrático dictatorial, que reprime, encarcela y mata a quienes se apartan de su particular visión del islam. O como los marxistas, que dicen que el socialismo en camino al comunismo es la única forma aceptable de organización social porque está avalada por unas leyes de la historia, cuya interpretación solo le compete a ellos y la imponen mediante la dictadura de su partido, el único que puede gobernar. Este modelo se ensayó y fracasó en la Unión Soviética y China y se convirtió en capitalismo de nuevas burguesías que ejercen la dictadura del partido comunista en China, o de antiguos militantes del partido comunista en alianza con las mafias, que heredaron el poder, en Rusia ante la desintegración de la Unión Soviética; o en mafias que practican dictaduras bananeras en Cuba, Venezuela y Nicaragua a nombre del socialismo.
Pues bien, en las sociedades liberales plurales las diferencias entre individuos y grupos no siempre se tramitan de manera angelical, porque a veces son profundas y suscitan sentimientos de crispación. Es absolutamente legítimo que los grupos que se enfrentan lo hagan, de ser necesario, de manera recia, con un lenguaje para nada almibarado, con movilizaciones y otras acciones políticas agresivas si es el caso, pero todo dentro de la constitución y la ley. Es que estar de acuerdo con las reglas del sistema no nos hace amigos de todo el mundo, no implica unanimismo. Los individuos en estas sociedades no renuncian a sus valores ni a sus intereses legítimos y simplemente los ajustan a las reglas de juego, las reglas de justicia política y a las instituciones que las permiten y manejan.
Y cuando la confrontación entre los grupos se agudiza, como resultado de la crispación de los intereses en juego, es bueno que esto se exprese para que la sociedad en su conjunto pueda tomar la decisión que piense que más le convenga, por ejemplo, en las elecciones. Cuando, insisto, las diferencias son grandes, el debate y la confrontación de fuerzas, de manera pacífica y en el marco del respeto a la y a la Constitución, son importantes para que los ciudadanos puedan tomar una decisión informada. De lo contrario, quien sea el más agresivo o mentiroso impondrá a los otros su punto de vista y lo hará con mayor fuerza y con consecuencias perturbadoras si sus adversarios no se movilizan con vigor. En ocasiones, este tipo de líder incluso, apela al llamado a detener la polarización, como una forma de apaciguar al adversario. Y si este no reacciona, el proyecto de su oponente tendrá vía libre.
En los últimos diez o doce años en Colombia hemos visto que el proyecto populista y socialista crece, hasta el punto de que ya ha tomado el poder y todo el tiempo hay un grupo que clama contra la polarización, como si para defender la democracia tuviésemos que ser la encarnación del coro celestial, mientras el petrismo se encargó de incendiar el país y avalar y usar la violencia con el nombre de protesta social, en la que todo está permitido. Y radicalizó y radicaliza a sus seguidores y miente a los ciudadanos, mientras desmonta a las fuerzas militares y de policía para negociar con los narcotraficantes que tienen aspiraciones de poder, el poder de Colombia; mientras falsea los datos de la salud y el manejo de la pandemia, con el fin de destruir el sistema de salud de Colombia, mientras amenaza al país con dejarlo sin hidrocarburos en el mediano plazo y hace aprobar a pupitrazos un reforma tributaria de la que no se sabe en qué invertirá los recursos (salvo, claro, para llenar de subsidios a todos los que ha contribuido a empobrecer, para ganar las elecciones regionales y locales y a sí consolidar definitivamente su poder), con lo que ha producido la mayor devaluación de que tengamos historia en los últimos cuarenta o más años y está arrastrando a la pobreza a millones de nacionales que encontrarán sus alimentos y otros elementos básicos de subsistencia por las nubes.
Si los colombianos no resisten estas medidas y este estilo de gobierno, si no protestan y no alzan su voz contra todo esto, insisto, en los términos de la constitución y la ley, lo que ocurrirá es que se nos acabará lo que nos queda de nuestro estado de derecho. Si eso es polarizar, bienvenida la polarización. De lo contrario, en poco tiempo tendremos la dictadura “humana” que aplasta y acalla.