Es cierto que Petro recibió un país con una situación fiscal difícil, no por un mal gobierno de Duque -como dicen los petristas- sino porque tuvimos una pandemia. El Covid-19 significó una prolongada cuarentena, y hay que recordarlo, eran entonces, estos mismos petristas los que la exigían inmediata, total y casi permanente. La presión sobre el gobierno obligó a un temprano confinamiento, que empezó el 24 de marzo del 2020 y se prolongó hasta donde fuimos capaces de resistirlo.
Días antes de la medida el entonces senador Petro trinaba “la protección de la vida implica frenar la economía. El confinamiento debe ser permanente obligatorio y con medidas sociales”. Así se hizo, y eso costó. Ahora parecieran sugerir que el gasto fue excesivo, pero también recuerdo -a mediados del 2021, el actual presidente Petro increpaba al entonces presidente Duque pidiéndole una nueva cuarentena de 14 días y exigiendo que se entregaran bonos a las familias financiados por el Banco de la Republica.
Tendrá muchos reparos el actual presidente Petro sobre las decisiones de su antecesor, sin embargo, hay también que traer a la memoria que entonces Petro propuso que no se pagaran más arriendos, ni servicios, ni deudas. Nos hubiera llevado a la quiera del sistema financiero, de las empresas de servicios públicos y a un caos social sin precedentes… en fin. Eran tiempos difíciles que explican decisiones difíciles.
Los países después de la pandemia contrajeron el gasto, y esa es tal vez la única critica que se le puede hacer al presidente Duque con razones. Sin embargo, esa no es la intención de este gobierno que nos propone seguir gastando cuando la inflación terminará el año por encima del 11%, y los alimentos hoy suben un 27%. En 2023 el escenario se anuncia muy sombrío, creceremos menos del 1%, perdimos el grado inversión y con una tasa de interés del Banco de la República que está en 11%.
La reforma tributaria de Petro puede agravar aún más lo que viene para el sector productivo. Las tasas efectivas de tributación son tan altas que alientan a muchas empresas a irse del país, a empresarios a sacar su capital. El aumento del salario mínimo deberá tener aquello en cuenta. Para el ciudadano es de esperar una inflación que seguirá aumentando, lo más grave será en los alimentos, pues los impuestos saludables gravaran mucho de lo que consumen los más pobres.
Para las finanzas nacionales sigue habiendo más preguntas que soluciones. No es claro cómo se utilizará este recaudo, una gran parte debería destinarse a aliviar las deudas de la nación. Si para cumplir el cielo que han prometido nos embarcan aun en más gastos, estaremos muy cerca de un tremendo fracaso de nuestra macroeconomía. Y la tributaria como está ya nos causa grave daño: los excesivos impuestos sobre el sector de hidrocarburos nos pueden llevar a la ruina a todos. No se trata de defender un sector, sino el sector que provee el 15% de los ingresos nacionales, en 30% de los regionales, y el 40% de las exportaciones. Sin hidrocarburos no hay vivir sabroso, no hay ni siquiera vivir como estamos viviendo.