¿En dónde está la verdad debajo de tantas promesas? Esta pregunta me ha llevado a una especie de apuesta como les ha ocurrido a muchos incautos que se dejan embaucar por el juego de la bolita. Lo que me llevó a recordar en estos días de adivinanzas políticas el que una vez caminando por el Paseo Bolívar en Barranquilla, de puro curioso me acerqué a un grupo agolpado alrededor de una mesa. A un lado de ella había un tipo común y corriente al que las personas miraban embobadas. Parecía un locutor de fútbol que, al mismo tiempo, movía tres tapaderas v plásticas de un lado a otro de la mesa después de haber puesto, aparentemente, una bolita especial debajo de una deellas.
Entonces me sumé al show, que en esa época me parecía interesante. “¿Dónde está la bolita? ¿Aquí o allá? Pago doble, pago doble,” animaba el embaucador, para que los incautos apostaran creyendo saber dónde estaba la bolita; pero perdían su dinero, porque nunca acertaban debido a la habilidad del ilusionista.
Porque, antes del show, se había acordado entre los socios de la estafa que los compinches fingieran apostar y ganar para hacer creer que la cosa era real, retándose entre ellos para dizque probarles a los incautos quién era el mejor capacitado para adivinar dónde estaba la bolita. Sin embargo, en aquella época la cosa no pasaba de ser un espectáculo callejero basado en el ilusionismo; hoy en día la policía ha aprendido y los persigue por estafa, así que cambian permanentemente de sitio para seguir estafando.
Por otra parte, como ciudadano no sé si sea ilegal o no, jugar con el presupuesto de un país, con los impuestos que pagamos, para realizar cambios caprichosos, no para beneficiar el bien común, sino con fines claramente políticos. Lo que sí sé es que los ilusionistas están de vuelta con lo que hoy llaman populismo. No hablaré del asunto porque sobran los expertos, pero sí del ilusionismo para que veamos su correlación.
Como todos sabemos, el ilusionismo es un arte escénico de habilidad e ingenio que consiste en producir artificialmente efectos en apariencia maravillosos e inexplicables, mientras se desconoce la causa que los produce, utilizando una estupenda narración e imágenes que afectan la mente de las personas. En el cine se conoce esa habilidad como EFECTOS ESPECIALES. Sin embargo, el ilusionismo se remonta a la antigüedad, por lo que la gente tiene olfato para ello, pero se emboba con el show.
El ilusionista político hace magia acercándose a la gente para sacarle un naipe del bolsillo de la camisa; es decir, del presupuesto familiar; o una paloma del sombrero de la señora, para sorprenderla y ser admirado por su genialidad. Para eso promete elegir mayoría de mujeres en su empresa electoral. En su papel, ciertos políticos abrazan a la gente y toman cerveza con los bebedores del pueblo, pero otros pagan; es decir, los que financian las campañas a cambio de favores. Los hay que hacen magia callejera montando en bicicleta, o viajando en Transmilenio con escoltas. Henry Houdini practicaba el ESCAPISMO y murió ahogado en uno de sus ejercicios. De ahí que el ilusionista político sea imitado hoy por quienes se escapan cuando meten la pata y vuelven a aparecer cuando surge el amigo influyente.
En el ajetreo político se ha inventado la magia de salón que hoy le llama coctel. Se hace magia con monedas haciéndolas deslizarse entre los dedos de una manera prodigiosa, pero hoy los ilusionistas acostumbrados lo hacen con el billete que nos duele, embrujándonos con impuestos y amenazas; hacen magia jugando con las personas como si fueran naipes de descarte.
Pero los ilusionistas destacados son los que enseñan el truco para que otros maten y ellos critiquen en público; leviten por encima de la moral y las buenas costumbres, aparezcan y desaparezcan de la escena por arte, no de palabras mágicas como “abra cadabra, pata de cabra”, sino mediante pronunciamientos judiciales, estilo Santrich. Hay políticos que prometen que con hablar de paz en un país extranjero o en Colombia, el derramamiento de sangre inocente va a desaparecer; que con desaparecer de Colombia y aparecer en el Vaticano, va a producirse un milagro de santidad, etc.
Puro ilusionismo político para crearnos un mundo encantado con las etéreas palabras de un pacifismo que rechaza los valores de la violencia, pero que los desplaza hacia todo lo que identifica como oposición, agravio, privilegio, virtud, etc., arrogándose un supuesto dogma progresista para ejercer esa inquisición. Y mucha gente les come cuento narcotizada con la posibilidad de una revolución para el ‘cambio.’
Vemos, además, que cuando se habla de EDUCACIÓN, el de la derecha habla de preparación para el futuro, mientras que el izquierdoso quiere cambiar el pasado y adaptarlo a su ideología. Por otra parte, mientras cierta izquierda intelectual se adueña de los derechos humanos, la izquierda pragmática asume el terrorismo como forma de vida. Y todo esto es producido por los ilusionistas del discurso.
Se produce entonces en la sociedad y en los propios actores del engaño lo que los psicólogos llaman DISONANCIA COGNITIVA, afectando especialmente a los jóvenes que no ven la contradicción entre el discurso pacifista de la izquierda intelectual y la práctica delictiva de la izquierda pragmática. Tampoco es que los de la derecha seamos santos, valga la pena la aclaración.
Pero ¿cuáles son los efectos de esta contradicción, en unos y otros, especialmente en los intelectuales que pueden llegar a regentar el poder político? Sentimientos de malestar e intranquilidad cuya molestia intentarán evitar; pero al intentarlo, pueden afectar sus comportamientos, pensamientos, decisiones, creencias, actitudes; y, finalmente, su salud mental y física, porque se sentirán ansiosos, culpables, avergonzados.
Un liderazgo político con esas personas empezará a ocultar o racionalizar con los demás las ideas, creencias, acciones o actitudes detrás de las decisiones de gobierno. No admitirá conversaciones o debates sobre temas específicos que contradigan la verdad oficial; esos dirigentes evitarán dar a conocer información nueva que vaya en contra de sus creencias ideológicas o compromisos políticos.
Obviamente, en los medios de comunicación no habrá información objetiva que pueda inducir a los seguidores u opositores para que tengan opiniones, comportamientos, ideas diferentes a las del gobierno. De ahí surgirán los problemas públicos y personales. Esta es la forma de decirlo suavemente, pero en la realidad se llama el COMIENZO DE UNA DICITADURA BLANDA transitoria o permanente. Estamos avisados sobre el juego ilusionista de los maestros del discurso.
Porque estos seguirán inventado de la nada soluciones para las que han convocado el concurso de ilusionistas serios. Por ejemplo, que la violencia se resuelve cambiando a la policía de ministerio. O que el consumo de droga desaparece legalizando el vicio. Por lo menos, antes tratábamos de solucionar los problemas, quizá con errores en parte, que se corregían con esfuerzo y dedicación. Pero ahora practican el juego de la bolita, para que adivinemos debajo de cuál tapadera perversa está la componenda política que nos premiará con una supuesta verdad.
Sin embargo, en el 2022 valdría la pena hablar con los que tienen experiencia en el campo a ver qué piensan de las propuestas para sus vidas. Por otra parte, ¿a quién carajos le interesa un MINISTERIO DE LA IGUALDAD si los seres humanos somos, esencialmente desiguales, y ese es nuestro encanto? Más bien por qué no piensan los nuevos señores del show cuáles son los problemas de la gente. Para recordárselos, aquí se los enumero, tomando los datos de una encuesta.
En su orden de importancia son: 1. Inseguridad ciudadana; 2. Salud; 3. La economía del país; 4. Desempleo; 5. Corrupción; 6. Costo de vida; 7. Educación; 8. Impuestos; 9. El inexistente acuerdo de paz; 10. El conflicto armado. Llamo al contenido de una de las tantas encuestas que varían de acuerdo con las circunstancias del mejor postor, “EL DECÁLOGO DEL ILUSIONISMO.”
Pero nos hemos dado cuenta que, para los intereses políticos del momento, que buscan manipular la opinión pública, el ordenamiento de prioridades de las encuestas cambia, añadiendo, además, elementos llamativos, pero imposibles, y una metodología para especialistas. Eso es lo que hacen los ilusionistas políticos, porque uno siente que le hablan de lo mismo pero la manipulación de prioridades crea confusión, ya que la gente que no lee está acostumbrada a que le digan lo que tiene que pensar mediante la TV, cuyo negocio es: farándula, sexo, violencia, política.
Entonces la gente se da cuenta que el estado es el mismo, pero distinto; sin embargo, no sabe por qué. Sencillamente porque la manipulación se hace de acuerdo con una agenda o intención oculta. Así que uno sabe que tiene un ilusionista al frente, pero no sabe cuál es el truco como en el juego de la bolita. Esa estrategia neutraliza a las personas.
Es lo que Yuri Bezmenov ex agente de la KGB llamaba desmoralización; la gente sabe que la engañan, pero no se puede hacer nada, porque el régimen está hecho para que no le pase nada a los amigos. Al no tener en cuenta esta realidad, tan grande como una catedral, pera tan elusiva como el humo, es fácil ser embaucado por cualquier ilusionista que se hace llamar político. Ese es el truco.
Pero no nos crean tan pendejos, porque ni el tonto tira piedras contra su tejado; ni toda información es poder para crear confusión. Porque el poderoso que se afana por controlar, al ser solo eso lo que le importa y digiere, no se da cuenta que el control se le vuelve un galimatías, enredando su gestión y haciéndolo caer. Porque en la supuesta confusión que cree controlar, también hay viejos zorros infiltrados o desapercibidos. Y colorín colorado este cuento político ha terminado. Pero seguirá…