Este tipo de procedimiento es para realizar en la alcaldía sendas investigaciones legales a través del estudio de evidencias con miras a detectar fraudes y delitos por actos de corrupción conscientes y voluntarios en los que muy seguramente, está directamente vinculado Quintero y su círculo.
La verdadera angustia de este señor radica no tanto en el proceso disciplinario que le suspendió de su cargo inicialmente por tres meses, sino más bien en que se descubra la “masacre financiera” a la que ha sido sometida la hermosa capital de la eterna primavera durante estos dos años y medio de su lamentable mandato.
Ciertamente, este proceso se solicita ante la Contraloría General de la República ya que una de sus principales funciones es velar por la legalidad de los ingresos, gastos e integridad del patrimonio estatal con el fin de hacer efectiva las respectivas responsabilidades patrimoniales, en este caso, del alcalde y su equipo colaborador al mando de la administración municipal de Medellín.
Una larga seguidilla de actos por presunta participación indebida en política en beneficio de su “patrón” el señor Petro, generó la suspensión de su cargo. Sus redes sociales nunca pararon de vitorear e insinuar el nombre del ex guerrillero, sus entrevistas en el medio que fuera iban con mensajes de apoyo, los actos de gobierno tuvieron ese sello y varias denuncias ciudadanas lo corroboraron.
Dice el adagio popular que “El pez muere por la boca”, y el ex alcalde sí que lo ha legitimado y con sobrados méritos.
Le preguntaba un periodista que si tiene simpatía por esa campaña y tajantemente respondió que “Lo obvio no se pregunta”. Señor, la respuesta de un funcionario público es esta: Por ser funcionario no puedo ventilar temas de campañas electorales.
Otro hecho bastante desagradable para la ciudadanía medellinense ha sido ver cómo su sede de gobierno se convirtió en un trampolín de la campaña Petrista, es decir, cada semana iban desfilando las cartas de renuncia de sus colaboradores para adherir al “Pacto histórico” o pacto con P de Picota.
Caramba, si van a hacer proselitismo no utilicen ni la imagen, ni los recursos, ni el puesto para envalentonarse y construir adeptos en favor del ex M- 19.
Las pruebas de sus faltas disciplinarias gravísimas y graves son de largo alcance.
Por ejemplo, la cantidad de buses contratados por la alcaldía para transportar gente en favor del señor de los fajos de dinero de dudosa procedencia.
El Auto de Apertura de Investigación del órgano de control recopila varios procesos que había en contra del señor Quintero, en la delegada para la vigilancia administrativa y judicial del Ministerio Público, quien tiene la competencia constitucional y legal para investigar, suspender provisionalmente, y sancionar hasta con destitución e inhabilidad a todos los servidores públicos del país, incluyendo, a los de elección popular.
Inmediatamente, las redes estallaron diciendo que se fraguaba en Medellín “Un golpe de Estado”. Lo que no sabíamos en Colombia era que Quintero fuese el presidente de la República, ya que un golpe va dirigido al presidente y no a un mandatario local.
Igual suerte corrió el alcalde de Ibagué, esta vez, por presunta participación en política en favor de Fico.
Aquí no ha habido polémica alguna, pero en tratándose de la izquierda recalcitrante, esto es un “crimen de Estado”, dicen ellos.
Con escoba nueva en la alcaldía es necesario desinfectar, purificar y exorcizar tanto la Alpujarra como sus implementos de trabajo y al personal odioso y atarbán que incita a la violencia con tal de defender lo indefendible.
La tarea del alcalde encargado va en camino y Quintero ya ni duerme de lo angustiado y estresado que anda ya que por dicho procedimiento saldrá a la luz pública todo el entramado de corrupción, los delitos contra la administración pública, el derroche, la contratación a dedo, el “roscograma” de familiares y parientes negociando el erario, y por supuesto, la “masacre financiera” a la que ha sido sometida Medellín por cuenta del emperadorcito local que creyó hacer lo que le daba la gana con una ciudad entera.
La escoba nueva no debiera entrar en polémicas con el gabinete y cortar por lo sano, es decir, declarar insubsistente a todo aquel que se declare en rebeldía, que no quiera trabajar, que no se ponga la camiseta, o quien esté de infiltrado presto a hurtarse los computadores y la información valiosa de las finanzas públicas que sólo reposa en las instalaciones de la alcaldía, claro está, denunciando ante la fiscalía general de presuntos punibles de los amiguis de Quintero.
La profilaxis administrativa está en marcha, la ciudad requiere la intervención urgente de sus autoridades administrativas en la solución de las graves problemáticas que la aquejan como el deterioro en su sistema de salud, la inseguridad, el desempleo juvenil y de las mujeres, la atención prioritaria a diversos segmentos de la población que están en el olvido, el avance de los tentáculos de la corrupción, entre otras dificultades.
Mientras se define la suerte de su ex alcalde, Medellín ha entrado en un período de reflexión y evaluación administrativa y ciudadana, alejada de temas de farándula, participación en política, derroches innecesarios y peleas polarizantes.
Los paisas han sido una raza pujante, berraca y camelladora, sin embargo, de los errores todos aprendemos, y una de las lecciones aprendidas es que no se puede volver a equivocar eligiendo impostores y farsantes que seducen al elector y luego condenan a toda una ciudad. ¡Fuerza Medallo!