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La guerra de la espirtualidad sostenible y justa para Venezuela y Colombia

Pedro Aja Castaño   

Porque no soy bogotano, además de que en 1948 apenas empezaba a balbucear vida, no estaba en la Atenas Suramericana cuando mataron a Gaitán. En los fríos cafetines del centro, como en diminutas escuelas políticas, se exponía una cierta fe en candidatos y sueños como sucede hoy. La sostenibilidad de una esperanza política era una mezcla muy colombiana de sabihondos, aprendices de valientes, filósofos del destino, poetas crueles, aspirantes a ‘gaitanes’ que embelesados seguían al hombre de voz y tonos de relumbre, qué se yo, una barahúnda de soñadores, supongo. Y estalló un sueño que todavía espera, en medio de desencantos, puñetazos, cuchilladas y tiros de barriada; en resumen, se fundó un país que no se entrega a los cantos de sirenas.

Las ‘sirenas’ se han olvidado de que Colombia nació de una decisión, de la intención de ser libres frente a la opresión. ¿Y de dónde surgió esa decisión? De un cierto amor, algo parecido a una verdad o certeza del corazón, la mente y el instinto, porque somos de una especie diferente a la de las ‘sirenas encantadoras’ que generan guerras, como nos previno desde la antigüedad Homero.

Además, como a estas alturas de la vida me he convertido en un cazador de misterios, porque cuando abrí los ojos a este mundo me encontré frente a algo diferente a la felicidad de donde venía, lloré. Por eso el ser humano ha convertido el pasado feliz en un futuro de esperanza, no dejándose engañar por el tiempo, que quiere convertir este mundo en un ‘paraíso’ de hechos dolorosos indiscutibles: consumo, agitación, caos, corrupción, sueños irrealizables, buscar más poder para repetir el fracaso histórico de algo llamado socialismo del siglo 21.  Por eso, de la nada, surge la idolatría  de la estupidez consentida que se pavonea  frente  al sol de la verdad.

En ese orden de ideas,  para mí es un misterio que ante el fracaso del socialismo venezolano, todavía se crea en la redención de esa ideología, por lo que su desastre es asunto cotidiano al que nadie le para bolas: “Venezuela toca fondo en su descalabro económico y social” publica rutinariamente El Tiempo. En igual forma,  se plantea uno diversos misterios: ¿Qué es lo que REALMENTE  quiere el gobierno venezolano? ¿Sabe, siente, intuye, que necesita una REORIENTACIÓN, pero no quiere verla, no puede, la ignora?

Con todo lo anterior, cabe decir,  que lo que sucede en la cotidianidad, le  pasa a un gobierno, a un grupo, a los individuos de cualquier   estado que trabaja mecánicamente, y pasa a lo siguiente; pues solo sabe hacer eso. Sin embargo el   dictador de turno   tiene la comodidad  de sentarse a oír caer la lluvia como en Macondo, hasta que al cesar  el aguacero se le revela el intransferible e incómodo silencio de la paz que da el poder y que con remordimiento de conciencia Chávez se llevó a su tumba. Y esa falta de remordimiento se trasmite, mecánicamente,  a los regímenes dictatoriales. Por eso son temibles. Lo mismo le pasará a Maduro que se ha declarado irredento, so pretexto de que se imagina que Dios no existe. Allá tendrá tiempo de comprobar la realidad del Juez Justo y fumarse todos los puros de Fidel en el infierno; a no ser que alguien lo declare incompetente por lo que terminaría en el peor manicomio de la conciencia de los espejos: mirándose eternamente su bigote.

Por eso  la gente del común está confundida frente a la obligada idolatría del   mito del eterno comandante a pesar del sufrimiento en el que tiene  hundido al pueblo venezolano. Sin remordimiento, el cuerpo del dictador yace embalsamado en pomposa urna de cristal en el emblemático edificio de la barriada más popular de Caracas,  el “23 de enero”, rodeado de humildes casitas multicolores. Sin embargo, para Maduro  es un misterio entender cómo  lo que el pueblo cree es más importante, aunque no  tenga nada, y se deleita con ese misterio.Porqueno entiende que la estupidez también es un misterio para sí misma porque es autista. En Méjico recibieron a Maduro con el grito de… ¡Dictador! Y cuando se bajaba del avión en Maiquetía repetía que lo habían recibido con… ¡Amor! El autismo solo reconoce los contenidos de su conciencia y no soporta ninguna perturbación de lo que lo rodea; todo tiene que ser… paz… paz… paz…. que solo las abuelas y Papá Noel pueden garantizar.

Sin embargo,  el creer del pueblo es diferente; no cree en el sistema, sino en la realidad de que ningún mal es eterno y todo llega a su fin.   A Maduro lo enfurece porque él sabe que no puede poseer esa fuerza del espíritu que conoce el triunfo irremediable del bien que es la realidad; ya que el mal, es la ausencia de la luz. Por lo que lo de Maduro es  sencillamente, el delirio del demonio. Por eso en algún momento dijo: “Ni Jesucristo resucitado podrá conmigo” al ganar con trampa unas elecciones.

Pero olvida que Jesús dijo: “No sólo de pan vive el hombre” y lo demostró ayunando en el desierto. Ahí fue cuando Satanás lo tentó ‘políticamente’: Te doy el mundo, si me adoras. No sabía que Jesús tenía una absoluta, irrenunciable e intransferible  claridad interior de lo que ÉL  ES: EL PODER  DEL ORDEN Y LA FELICIDAD DEL BIEN. Satanás  tiene una conciencia permanente e irrenunciable de lo que es: ODIO Y  CAOS. Es decir, este escenario espiritual se ilustra con  la Incompatibilidad natural del agua y el aceite.

En pocas palabras, Maduro no puede negar el fracaso de la dictadura al querer someter la realidad múltiple del espíritu del bien que se manifiesta en el sostenimiento consciente y digno de la vida en medio del sufrimiento.  El desconoce el MILAGRO SOSTENIBLE DE LAS MADRES que en enseñan VIDA; cada pensamiento de una madre verdadera es una energía que carcome la herrumbre del mal; cada ayuda  real para el venezolano con hambre es la intervención de la   misericordia divina a través de otro pecador que es redimido con un acto sencillo, pero que carcome permanentemente la conciencia del dictador que vive entre sus murallas de miedo en Miraflores donde  los escudos blindados no pueden parar las balas del pavor que su jefe traidor le dispara: Satanás.

La espiritualidad sostenible y luchadora es el desenmascaramiento de los colaboradores hipócritas del régimen; las denuncias del robo del país; las órdenes de captura; en fin la realidad de una pesadilla en vivo y en directo en la que el pan de cada día es el hecho o situación desagradable que es causa de graves y continuas preocupaciones o que provoca el temor del invisible e inesperado brazo del castigo sabio y justo; porque ese malhechor se ha atrevido a desafiar la misericordia de Dios. Esa la verdadera guerra sostenible mediante la espiritualidad de la justicia que terminará manifestándose en hechos concretos.

Publicado en Columnistas Nacionales

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