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Luis Alberto Ordóñez*

El mundo no deja de sorprenderse con lo que está sucediendo en Ucrania; sencillamente el vecino, poderoso y con una capacidad bélica inmensa, decidió invadirlo y aunque busca disfrazar sus motivos, estos se pueden resumir sencillamente en que se le dio la gana; así de simple.

Colombia también tiene un vecino atarbán, al cual no le faltan motivos, y de hecho ya está agrediéndonos al darle protección y apoyo a los narcoterroristas, enemigos de siempre, que atacan al sistema que no los deja ejercer libremente sus negocios ilícitos. Ojalá la injusta guerra que acapara la atención mundial sirva para que nos preparemos para lo que podría acontecer, en caso de que Colombia sea utilizada como distractor de todos los problemas de un régimen ilegal y autoritario, que está llevando al país con mayor riqueza de la región al atraso y la pobreza absoluta. Como lo estamos viendo, a estos abusadores no los frenan las sanciones económicas o sociales, tampoco el rechazo mundial, ni mucho menos la diplomacia; es mostrando fuerza, capacidad y decisión como toca disuadirlos.

Ucrania, un país con la mitad del territorio colombiano y una población numéricamente parecida, cuenta con unas fuerzas militares que rondan los doscientos mil efectivos; el invasor lo supera en número y capacidad; sin embargo, se están defendiendo con todo lo que tienen a su alcance y se la están poniendo difícil a los rusos. El mayor impacto ha sido ver cómo una acción tan arbitraria afecta a toda la Nación; duele ver a la población migrando para proteger la vida y la forma en que tienen que abandonar sus propiedades, producto de años de esfuerzo y trabajo, dejándolas a merced de cualquiera que las quiera violentar y robar. Peor aún, la separación de familias que posiblemente nunca más se volverán a ver, pues los hombres deben quedarse para defender su país.

Desde épocas de Chávez la hermana Venezuela se ha ido armando y fortaleciendo en su aparato militar; no en vano han sido públicas las amenazas de enviar sus aviones de combate a bombardear activos nacionales, entre ellos la misma Bogotá. También han sido múltiples las provocaciones en la frontera y que gracias a la sapiencia del alto gobierno y la prudencia y madurez de nuestras Fuerzas Armadas no han pasado a mayores. Sin embargo, no es ningún secreto las aspiraciones sobre nuestra península de La Guajira o las pretensiones de quedarse con todo el golfo de Coquivacoa, intentando desconocer nuestra parte proporcional de esas aguas tan llenas de riqueza.

Hasta ahora nuestro vecino ha sido cauto, no en vano hemos sido la Nación con las Fuerzas Armadas más entrenadas y capaces de la región; sin embargo ya no son las mismas, fueron debilitadas ante la expectativa de la paz, bajo la creencia de que el único enemigo de Colombia eran las Farc, pero no se previó que el verdadero mal es el narcotráfico, con todo su potencial económico y su actuar terrorista, el mismo que no permitió una desmovilización completa del otrora grupo narcoguerrillero; le sobreviven sus disidencias, con un modus operandi igual o peor, pero también el ELN que renació de sus cenizas, y todas la demás mafias apegadas al dinero mal habido y su poder corruptor. Nada les importa y por eso, al igual que los atarbanes de al lado cuando osan invadir, han sometido por años a la población indefensa amenazándola, sacándola de sus territorios, obligándola a migrar para salvar sus vidas, violando a sus mujeres y perpetrando delitos de lesa humanidad. A muchos les arrebatan sus hijos para llevarlos a delinquir, los obligan a empuñar armas para amedrentar a sus conciudadanos; los vuelven asesinos despiadados. A veces se olvida que aquí, internamente, los abusos de los violentos son iguales o peores que los que hoy escandalizan al mundo civilizado.

Nuestra Fuerza Pública es la única garantía para desmotivar a los presuntos invasores y para combatir a los enemigos internos de Colombia y del sistema democrático vigente, por eso hay que apoyarla, reforzarla y mantenerla como soporte de la legalidad. El enemigo, interno o externo, es todo aquel que infrinja la Constitución o las leyes sin respeto alguno por los colombianos de bien. La guerra en Ucrania, injusta y producto de un actuar demencial, debe enseñarnos a repeler a todo aquel que pretenda someternos a humillaciones, abusos o dolor. La dignidad humana es lo primero. Colombia, como lo pregona el Escudo Nacional, se debe fundamentar en libertad y orden: “La seguridad nacional es lo primero”.

*Vicealmirante (r).  Ph. D.

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