Colombia está frente a una gran paradoja de su historia política: por primera vez, o al menos en muchos años, el país no tenía un menú de candidatos a la Presidencia tan surtido y con personas tan bien preparadas como las que vimos el martes en el candente debate de los colegas de El Tiempo y Semana.
Pero, por otro lado, el trámite que les están dando a las diferencias internas puede terminar causando la implosión de al menos uno de los grupos más nutridos, el de la Centro Esperanza, y de paso puede hacer volar la democracia en unos cuantos pedazos. Si bien el comunicado de las últimas horas trató de sortear la crisis diciendo: “somos conscientes de que debemos cerrar ya este episodio y salir a las calles”, el remiendo no funcionó porque en cuestión de minutos Íngrid Betancourt dijo que muchas gracias, pero que ella se retira.
Así, entonces, el análisis electoral hoy es distinto al que teníamos hace quince días. Hasta hace poco pensábamos que íbamos a llegar a la primera vuelta electoral con cuatro candidatos fuertes: Gustavo Petro, por la izquierda; el ganador de la consulta de la Centro Esperanza, por el centro y conquistando votos de izquierda; el ganador de la consulta de Equipo por Colombia, por la centroderecha y la derecha, y el inefable Rodolfo Hernández, que hoy por hoy puede conquistar votos de todo el espectro político.
Y creíamos que si los candidatos de centro y centroderecha lograban una buena votación en las consultas —y con ese propósito se habían armado combos nutridos—, pues quedarían posicionados para llegar cargados de votos a la primera vuelta.
Esa interpretación del poder de las consultas daba cierta tranquilidad al establecimiento político, bajo el entendido de que, mal que bien, cualquiera de los trece candidatos que compiten en las coaliciones Centro Esperanza (siete candidatos, menos Íngrid) y Equipo por Colombia (seis, menos Óscar Iván Zuluaga) es una apuesta conocida. Y de ganar alguno de ellos, en teoría, no representaría para el establecimiento un temor mayor al que ahora este siente ante la posibilidad de que gane una propuesta que proponga una ruptura con el modelo político económico, como ellos piensan puede ser el caso de Petro, o una propuesta que sea una apuesta incierta, como eventualmente sería el caso de Hernández.
Esa interpretación del poder de las consultas se hace aún más determinante si se tiene en cuenta que las encuestas no han logrado ser una buena herramienta de pronóstico porque miden muchos candidatos que no van a estar en la ronda definitiva y eso distorsiona la foto del día de elecciones. El liderato que ha mantenido por casi más de un año Gustavo Petro en las encuestas es producto de esta proliferación de candidatos. Valga decir que Petro, a pesar de estar prácticamente solo en el espectro de la izquierda —apenas desde hace poco Francia Márquez comenzó a rasguñarle votos en la consulta del Pacto Histórico—, no marca más de 30 % de intención de voto, que parece ser su techo.
Pero, volviendo a la estrategia de las consultas, ahora todo cambió. Porque si Íngrid se queda definitivamente por fuera de la consulta de la Centro Esperanza y Óscar Iván Zuluaga por fuera de la consulta del Equipo por Colombia, ese voto del centro ampliado, hacia la izquierda y hacia la derecha, se atomizaría para la primera vuelta en al menos cuatro candidatos: los dos ya mencionados, más los ganadores de las consultas. En esa lógica, le podrían estar dejando el camino despejado a Gustavo Petro e incluso a Rodolfo Hernández para que se posicionen con mayor facilidad en las elecciones del 29 de mayo.
Aunque también se puede hacer una lectura menos catastrófica para los candidatos de centro: pensar que estos escarceos de los últimos días lo que buscan es sacudir un poco el marasmo de la campaña a 45 días de elecciones. Y, sin duda, si ese era el propósito, lo han logrado, al menos el Centro Esperanza. En esa lógica procentro, tal vez, luego entre las consultas y la primera vuelta, se podrían hacer las alianzas necesarias para no llegar atomizados a las urnas y poder hacer clasificar a uno de estos trece candidatos a la segunda vuelta.
Algunos podrán pegar el grito en el cielo con este análisis, les parecerá que no se puede meter en una misma bolsa a las dos coaliciones. Y es cierto, hay diferencias.
Pero si se ve en la perspectiva de lo que ha pasado en varias de las últimas elecciones de América Latina, donde los países han terminado teniendo que elegir entre dos candidatos de extremos, o candidatos populistas, o recién llegados a la política, sería sano, ciertamente, que la democracia en Colombia no quedara atrapada en dilemas como esos y tuviera al menos una opción que represente las instituciones: si bien pueden tener hoy muchos problemas por resolver, se han construido con tanto esfuerzo por doscientos años.
https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 30 de enero de 2022.