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El Colombiano (Editorial)

La construcción de parques eólicos y solares se está convirtiendo en una gran oportunidad para transformar la matriz energética del país y mejorar la calidad de vida de millones de habitantes de la costa Caribe.

En el municipio de Uribia, en La Guajira, el presidente Iván Duque inauguró hace unos días, con la presencia de representantes de la comunidad Wayúu, el segundo parque eólico del país, un proyecto que va a generar veinte megavatios, suficiente para suministrar energía a más de treinta mil hogares.

Su entrada en operación tiene un gran significado porque es el primero de segunda generación que se construye, después de más de quince años, cuando EPM puso en marcha en 2004 el proyecto piloto Jepírachi, también en Uribia, con una capacidad instalada de 19,5 megavatios. Los quince aerogeneradores, con sus torres y astas moviéndose en pleno desierto para agarrar el fuerte viento que sopla en la zona y convertirlo en energía, formaban parte del paisaje y eran un símbolo solitario de las energías renovables no convencionales, cuyo desarrollo se había quedado en veremos.

Pero ahora, con este nuevo proyecto construido por Isagen, Guajira I, despega en Colombia la energía eólica. En fila están otros quince proyectos más de esta naturaleza, con inversiones privadas cercanas a diez billones de pesos, de los que hacen parte los parques Alpha y Beta, con noventa aerogeneradores y quinientos megavatios, que equivalen al consumo de energía de más de ochocientas mil familias.

Estos proyectos y los que están en camino se construirán en La Guajira, llamada a convertirse en un hub energético, y comienzan a hacer realidad el compromiso de este gobierno para enfrentar el cambio climático con energías más limpias.

El departamento, con su ubicación privilegiada, es ideal para el desarrollo de energías no convencionales, como la eólica y la solar, gracias a la potencia de sus vientos y su fuerte radiación solar. Según el Ministerio de Minas y Energía, la velocidad del viento es el doble del promedio mundial y la radiación es 60 % superior a la que se registra en otras regiones del planeta. Por eso las inversiones para estas energías se concentrarán en esta zona y en varios departamentos de la zona norte del país, como el Cesar, Magdalena y Bolívar.

Las renovables no convencionales se están convirtiendo en una revolución de viento y sol, si se tiene en cuenta que hasta hace tres años equivalían a menos del 1 % de la capacidad instalada. Si bien Colombia tiene una de las matrices energéticas más limpias en el mundo, ya que el 70 % de la generación es hidroeléctrica y cerca del 30 % es térmica, el gobierno espera que al finalizar este año la participación de las no convencionales llegue al 16 %, con más de 2.500 megavatios instalados. De esta manera diversificaría sus fuentes de generación energética y avanzaría en el objetivo de disminuir en 51 % las emisiones contaminantes al 2030.

Mientras los parques eólicos comienzan a despegar, los de energía solar se cuentan por decenas. Se han inaugurado desde pequeñas iniciativas para llevar energía a fábricas o viviendas hasta grandes parques y granjas solares, como las construidas por Celsia, Enel Green Power y Ecopetrol, entre otros. Actualmente, Colombia cuenta con dos parques eólicos (Jepírachi y Guajira I), diecisiete granjas solares, diez proyectos de autogeneración a gran escala y más de dos mil quinientos proyectos solares de autogeneración a pequeña escala.

Ayer, por ejemplo, el presidente Iván Duque y su ministro Diego Mesa inauguraron la granja solar La Sierpe, en la mojana sucreña, con más de sesenta y cinco mil paneles de última tecnología, que generan veintiséis megavatios y sirven para reducir dieciocho mil toneladas de CO2 al año.

Aunque Colombia entró de lleno en renovables no convencionales, en el que estaba muy rezagado frente a Chile o Brasil, debe sortear dificultades relacionadas en gran parte con las demoras en las consultas previas con los pueblos indígenas de los territorios por donde pasarán estos proyectos. Un ejemplo es la construcción de Colectora, una línea de cuatrocientos ochenta kilómetros de transmisión y tres subestaciones, a cargo del Grupo Energía Bogotá, vital para incorporar al Sistema de Transmisión Nacional la energía que se producirá en esos parques eólicos y solares. Sin ese proyecto, que debe surtir un proceso de consultas con más de doscientas comunidades étnicas, la energía quedará atrapada sin poder distribuirse a otras partes de la geografía nacional.

A ello se suma que La Guajira, y en general los departamentos de la costa atlántica, afrontan problemas sociales por la elevada pobreza, la desigualdad, la falta de servicios públicos eficientes y una corrupción que se ha enquistado y que frena su desarrollo. Las comunidades esperan que la llegada de estos proyectos les genere progreso, fuentes de empleo y mejoras en las condiciones de vida. Es una tarea en la que deben trabajar de la mano sector privado y gobierno. No sería justo ver torres, cables y celdas solares por doquier si las comunidades no tienen energía o viven en la miseria. La revolución energética es una gran oportunidad para transformar la matriz energética y la vida de muchas personas.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 29 de enero de 2022.

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