Y como pruebas de que todo puede pasar, tras la movilización de cien mil soldados rusos a la frontera ucraniana, valgan dos ejemplos. En primer lugar, el hecho de que la aerolínea alemana Lufthansa ha anunciado un cambio en el horario de sus vuelos a Kiev para evitar las horas nocturnas, las más previsibles para una incursión militar rusa. En segundo, ya en clave militar, el despliegue de la fragata española Blas de Lezo, una de las joyas de la Armada rojigualda, y que, no olvidemos, es una de las pocas —apenas una docena— que cuentan con un portaaviones. Igual que Rusia, por cierto, con la diferencia de que el portaaviones ruso Almirante Kuznetov está retirado del servicio. El buque sufrió un accidente durante unas obras de mantenimiento en los astilleros de la región de Múrmansk. Se encuentra en reparación en los astilleros Zviózdochka, en el noroeste de Rusia.
El Kuznetov es capaz de llevar a bordo más de cincuenta aeronaves y con un desplazamiento de hasta cincuenta y cinco mil toneladas y fue botado en 1985. Por el contrario, el portaaviones español Juan Carlos I, diseñado y construido íntegramente en España, tiene capacidad para treinta aeronaves y veintiseis mil toneladas de desplazamiento.
Sirva el ejemplo para calibrar el poderío militar ruso y para que evitemos inflarlo al margen de su capacidad nuclear. Solo Australia tiene dos portaaviones del mismo tipo que el español, Reino Unido tiene otros dos y Francia e Italia disponen de uno cada uno, aunque Italia cuenta también con un portaaeronaves y Francia opera el único portaaviones nuclear no estadounidense. Hasta India cuenta con dos portaaviones y Tailandia con uno, fabricado en Ferrol (Galicia), desde donde ha salido precisamente la fragata Blas de Lezo, que parte rumbo al Mar Negro, donde tiene su base en Sebastopol, en la Crimea ocupada por Moscú, buena parte de la flota rusa.
Por el contrario, Estados Unidos opera actualmente diez nimitz, portaaviones que empequeñecen a todos los demás. Los nimitz miden 333 metros de largo y pesan la friolera de 101.600 toneladas, un 60 % más que sus homólogos más cercanos. Cada nave es propulsada a velocidades superiores a los 30 nudos por un par de reactores nucleares, lo que les da un alcance casi ilimitado. Cada nimitz lleva un ala aérea entera con más de 60 aeronaves.
Por su parte, China dispone de dos portaaviones. El primero, el Liaoning, estaba destinado a ser un casino flotante cuando en 1998 un hombre de negocios chino se lo compró, precisamente, al gobierno ucraniano. En cambio, rápidamente lo vendió a la Armada china.
En definitiva, EE. UU. dispone de casi los mismos portaaviones que el resto del mundo. Con ese dato, las bravuconadas del presidente de Bielorrusia, el tirano Alexander Lukashenko, suenan huecas: “No os metáis con nosotros. Es imposible derrotarnos. Somos invencibles”.
El hecho es que nadie tiene demasiado interés en Rusia, como tampoco en Corea del Norte. No conozco a ningún occidental con dacha en las gélidas praderas esteparias rusas y, salvo San Petersburgo y Moscú, pocos europeos viajan allí. Por el contrario, en España hay urbanizaciones enteras de rusos. De hecho, un pueblo costero del mediterráneo español, Altea, cuenta hasta con una enorme iglesia ortodoxa rusa en una colina, donde se dice que allí llega a veranear el propio Vladímir Putin.
La realidad es que miles de fortunas rusas tienen desde tiempos inmemoriales su vista puesta en París, Londres y las costas españolas, y que casi nadie en Europa quiere pasar un solo invierno en Moscú.
Insisto, la Unión Europea tiene el triple de población que Rusia y su PIB es quince veces superior. A ver si se entera Putin de que su deber es sacar de la pobreza a la mayoría de sus 150 millones de habitantes y dejar de darnos el coñazo a los demás con sus amenazas de chulo de barrio.
https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 25 de enero de 2022.