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 Humberto Montero    

Para China, Rusia es un enano en términos comerciales. No figura entre los principales mercados a los que vende y apenas es el décimo al que compra. Sin embargo, Putin necesita más a China para no depender del todo de un mercado europeo que es su principal cliente y que tiene en marcha una transición energética verde que convertirá al gas ruso en residual. Convertir a China en un mercado energético relevante es, pues, crucial para el Kremlin y a Pekín también le interesa asegurarse todos los hidrocarburos que pueda porque su transición renovable es casi una quimera.

Por eso, como respuesta a las sanciones europeas y americanas a Moscú por la invasión de Crimea, Rusia y China inauguraban en 2019 una nueva era de relaciones comerciales basadas en el ansia de energía del gigante asiático para alimentar su producción y la necesidad de calentar a su cada vez más envejecida población con la apertura del gasoducto Power of Siberia.

Por esta vía, gracias a una inversión de 55.000 millones de dólares, se garantizaba el suministro al norte de China desde Yakutia mediante el llamado “acuerdo del siglo”, que durante 30 años une al monopolio ruso del gas Gazprom con la Corporación Nacional de Petróleo de China. Un proyecto que arrancó precisamente en 2014 para suministrar 38.000 millones de metros cúbicos de gas al año durante esos 30 años por 400.000 millones de dólares.

A finales de este año se espera que, en una segunda fase, los campos de Irkutsk estén también conectados con China y no se descarta el desarrollo de un segundo gasoducto Power of Siberia que conecte los yacimientos de Yamal, los mismos que abastecen a Europa, hacia China.

En un primer momento se estudió llevar el gas a través del estrecho macizo de Altai, en la provincia de Xinjiang, pero finalmente se descartó por las complicaciones del terreno y las tensiones territoriales en esa región, la más grande de China y la más cercana a Europa, donde el régimen maoísta reprime a los uigures, la “minoría” túrquica-musulmana de 12 millones de personas.

Por eso, ambos socios han optado por rodear la capital mongola para llevar el preciado hidrocarburo a través de 4.000 kilómetros. De llevarse a cabo, algo en el aire en las actuales circunstancias, el Power of Sibera 2 podría transportar hasta 50.000 millones de metros cúbicos de gas al año, un tercio de las exportaciones a China y un 30 % más que el gasoducto de Yakutia.

Esto convertiría a China en el mediano plazo en un socio exportador preferente de Rusia, ya que Pekín prevé doblar su importación de gas. Pero, para eso, Europa debe de seguir financiando esos planes.

Europa recibió en 2020 el 84,8 % (197.700 millones de metros cúbicos al año, bcm) de todo el gas que Rusia exportó por gasoducto y el 42,6 % (40.400 millones de metros cúbicos) del que envió en buques.

Por el contrario, China importó de Rusia en 2020 un total de 10.800 millones de metros cúbicos (3,9 bcm por gasoducto y 6,9 bcm en barcos), lo que supone tan solo el 7,8 % de todas sus compras de gas (139,1 bcm). Su principal suministrador por gasoducto es Turkmenistán, con 27.200 millones de metros cúbicos, siete veces más que Rusia. En forma de GNL, China recibió 40.600 millones de metros cúbicos de Australia, 11.200 millones de Qatar y 8.300 millones de Malasia.

En cuanto al petróleo, Rusia vendió a Europa 138,2 millones de toneladas en 2020, el 53,15 % del total de sus exportaciones. Su segundo mayor cliente fue China, con 83,4 millones de toneladas (32 %).

Una vez más, todo depende de Europa.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 24 de marzo de 2022.

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