En julio de 2012, en un acto masivo en Bogotá, en el cual se reunieron numerosas personas desafectas con el rumbo que había tomado el gobierno Santos, el expresidente Álvaro Uribe invitó a construir una fuerza política que, según sus palabras, se ubicaría en el “puro centro democrático”. En ese momento nació y fue bautizado el que tal vez ha sido el movimiento político más protagónico de los últimos años.
Pero, por supuesto, el uribismo venía de tiempo atrás. En 2002, recordemos, Álvaro Uribe apareció casi que de la nada en el panorama preelectoral, ascendió como cohete y ganó las elecciones en primera vuelta. En 2006 ganó nuevamente en primera vuelta, luego de que, con perceptible apoyo de opinión pública, se modificara la Constitución para permitir la reelección. Cuatro años después, el candidato que prometía la continuidad de Uribe (Santos) ganó en segunda vuelta con la mayor votación hasta entonces registrada. Y en 2014, en su debut electoral, el Centro Democrático obtuvo extraordinarios resultados en la elección parlamentaria, ganó la primera vuelta con Óscar Iván Zuluaga y puso a sufrir al entonces presidente Santos, quien buscaba la reelección. Y en el tal vez más sorprendente de sus éxitos, la campaña liderada por Uribe contra el acuerdo de La Habana se impuso en contra de todos los pronósticos y encuestas en el plebiscito de 2016. En 2018 ganó ampliamente la presidencia con Iván Duque. Y todo esto para no mencionar sus conquistas regionales. No es exageración decir que, con algunos altibajos naturales, el uribismo ha sido la fuerza más arrolladora de la política colombiana en los últimos veinte años.
Todos esos resultados marcan un enorme contraste con la imagen del pasado domingo, cuando en medio de caras largas y expresiones lúgubres el candidato del Centro Democrático, Óscar Iván Zuluaga, anunció que no haría parte de la coalición llamada Equipo por Colombia o también conocida como Coalición de la Experiencia. ¿La razón? Muy simple: allí no los quieren.
Las vueltas que da la vida: al rótulo de uribismo, que hasta hace poco era garantía de triunfo, ahora hasta los amigos le hacen el feo. O al menos algunos de ellos. Los suficientes para hacer que el uribismo recoja sus pancartas y se vaya solo.
Una de las caras largas de la foto es la del expresidente Uribe. Es probable que él, que ha sido siempre un conocedor y un intérprete muy exacto de lo que pasa en la política de base en Colombia, sea consciente de que esa es la mejor decisión, si de lo que se trata es de impedir la victoria de Petro.
Gustavo Petro ha planteado la contienda de 2022 como una batalla suya contra el mal y constantemente equipara ese mal con el uribismo. Muy probablemente, lo que quieren los miembros de la coalición de centroderecha es evitar servirle en bandeja de plata a Petro un argumento electoral. Y, seguramente, han leído las encuestas y ven que la favorabilidad del expresidente Uribe ya no es lo que era, para no mencionar la favorabilidad del presidente Duque. El riesgo entonces se ve demasiado grande: subir a la tarima con líderes de baja favorabilidad, vincularse con un gobierno castigado en las encuestas y terminar dándole la razón a Petro.
Por supuesto, dentro de la coalición también hay cálculos políticos. Y por eso no se puede descartar la hipótesis de que el desprecio hacia Zuluaga venga de alguno de los precandidatos que al contar los votos de la consulta sienta que solo la gana si queda por fuera Zuluaga. Casos se han visto. Porque, al fin y al cabo, la coalición lo que parece buscar es quedarse con los votos del uribismo, pero sin el uribismo a bordo.
Queda una pregunta abierta y es si la salida de Zuluaga del Equipo por Colombia es definitiva. Y la respuesta es que sí... pero solo por ahora. Las coaliciones tienen tiempo hasta el 11 de febrero para hacer cambios. Es decir, todavía quedan tres semanas para el tira y afloje.
No se descarta que lo ocurrido este fin de semana sea una manera de Uribe de tratar de sacudir el tablero y hacer valer a su movimiento para que lo reciban, como dice uno de sus voceros, con “dignidad” en la coalición.
El Centro Democrático y la marca Uribe pasan, entonces, por una de sus horas más difíciles, atestiguando que la política es una dura realidad, en la cual un día uno está arriba y todos quieren meterse a la foto y luego está abajo y nadie quiere aparecer.
Ahora bien: desestimar al Centro Democrático sería prematuro. Así como los vientos hoy no les favorecen, en el futuro podrían volver a estar a su favor. Y es un partido bastante organizado, con estructuras y liderazgos nacionales y regionales, y sigue representando un sector de opinión importante.
https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 18 de enero de 2022.