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Daniel Mera Villamizar

Ni Duque es Piñera, ni Petro es Boric y no tendremos un Kast, pero los parecidos son muy útiles para pensar el caso colombiano.

Hace dos años escribí "Cinco retos intelectuales de la política en 2020 pensando en la década: dos del gobierno Duque, uno de la izquierda y uno del uribismo, y otro común".  El balance es más bien flojo.

Nos rajamos en el primer reto propuesto para el gobierno Duque: "reinventar la gobernabilidad con representación y sin mermelada, si cesa en su actual ensayo sin lo uno y sin lo otro". No hay un discurso coherente para explicar lo que pasó, que pudo ser distinto desde el comienzo, y más bien será un flanco débil en la campaña.

El segundo reto era más complejo: abordar "la pregunta de si el presidente Duque responde i) solamente por su gobierno o ii) también por la sostenibilidad política y social del modelo".  La mitad del país cree que el presidente Duque le entregará el poder a Petro y que vendrá un cambio de "modelo".

La perspectiva se parece a Chile: una presidenta de centro-izquierda (Michelle Bachelet) le entrega el gobierno a un presidente de centro-derecha (Piñera), que le traspasa el poder a un mandatario de izquierda dura (Boric).

Gabriel Boric se posesionará el 11 de marzo y desde los anuncios de gabinete tendrá bastante atención colombiana. Con las similitudes del estallido social y el desencanto de buena parte de la centro-derecha con el presidente, tal vez haya "debate intelectual" sobre la naturaleza de la "transición" de Duque:  si de "agotamiento" o de "renovación" política del sistema.

El reto común para la izquierda y la derecha consistía en "pensar las coaliciones o concertaciones en su orilla más allá de lo electoral", estrechamente relacionado con un desafío (cuarto) del espectro de la izquierda: "establecer los límites entre la izquierda radical y la centroizquierda en lo ideológico y lo programático".

Hay que reconocer que la centroizquierda ha avanzado en esto más que ninguna otra coalición, mientras, por ejemplo, el Pacto Histórico ha desdibujado o revelado su naturaleza con alianzas o decisiones oportunistas, y Equipo por Colombia ha preferido no asociarse con el Centro Democrático y todavía no saca un documento programático.

El quinto desafío planteado se refería al uribismo: "pensar la transición y su futuro sin Uribe como líder actuante". En narrativas, hay más anti-uribismo que anti-petrismo, especialmente en las nuevas generaciones, y el vaticinio es un encogimiento electoral. "De victoria en victoria hasta la derrota final", parafraseando a Winston Churchill, parece hasta ahora la parábola.

Así, de los cinco retos de hace dos años se podría insistir en el de sustentar y diseñar las coaliciones más allá de la coyuntura electoral. La experiencia chilena les sirve a todos para aprender (y decidir emular o evitar repetir).

Será inevitable el sesgo de los que deseen que salga mal o bien lo de Chile, pero es de esperar que cierta objetividad se abra paso. La reflexión política estratégica, filosófica, sociológica e histórica, crítica y autocrítica, el debate programático, la institucionalidad de los partidos, en general nos lleva ventaja Chile.

Y tal vez como nunca antes el presidente chileno incidirá en el comportamiento electoral colombiano.

@DanielMeraV

El Espectador, Bogotá, enero 10 de 2022.

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