Si hoy hace un año un adivino le hubiera dicho que la vacunación iba a ser la clave para derrotar la amenaza del covid, ¿usted habría creído que Colombia iba a lograr conseguir las vacunas suficientes para inmunizar a su población? Seguramente no, porque lo que se ve bien, lo que creemos nos hacer ver inteligentes y hasta graciosos, es no creer en Colombia. Al día de hoy, nuestro país ha recibido en su territorio casi 84 millones de dosis.
Y si hace un año ese mismo adivino le hubiera dicho a usted esa cifra, y le hubiera revelado que Colombia iba a recibir vacunas en esa magnitud, lo más probable es que usted habría creído que esas vacunas se las iban a robar, o se iban a dañar por mal manejo, o se iban a perder, o se iban a aplicar selectivamente a amigos políticos y a personas poderosas, saltándose la fila por encima de nosotros. Son el tipo de cosas que estamos acostumbrados a pensar de Colombia.
El nivel del debate político en el país a veces es tan precario que por el simple gusto de hacer oposición al gobierno de turno le atravesaron todo tipo de palos al proceso de vacunación. Con más mezquindad que interés en ayudar trataron de mostrar problemas donde la historia demostró finalmente que no había: primero, criticaron los contratos de la compra de vacunas, después pusieron en duda la calidad de las vacunas, y luego contribuyeron al caos haciendo virales videos según los cuales a la gente supuestamente le estaban aplicando vacunas vacías. El ministro de Salud, Fernando Ruiz, no se dejó sacar de casillas y maniobró entre lo técnico y lo político para hacerle frente al embravecido mar de las redes sociales y llevar a puerto seguro este barco.
La realidad es que hoy el programa de vacunación se ha ejecutado de manera limpia y sujeto a criterios de salud pública; con excepción de un par de episodios mínimos y casi pintorescos, no ha habido corrupción ni preferencias. No como los ha habido en otros países con los cuales a veces nos comparamos desfavorablemente. ¿Recuerdan Argentina, donde el ministro de salud tenía un “vacunatorio” clandestino en el que vacunó a 400 amigos y aliados políticos, y donde grupos militantes cercanos al gobierno recibieron vacunas de manera preferencial?
Sin escándalos y apoyándose en un sistema bien estructurado en el que confluyen gobierno, personal de salud, e instituciones privadas y públicas, Colombia ha aplicado 64 millones de dosis; 28 millones de personas han recibido el esquema completo, es decir, más de la mitad del país, y se han aplicado tres millones de dosis de refuerzo. Colombia ha tenido acceso a negociar con todos los proveedores cuyas vacunas son confiables (parece que ellos sí creen en Colombia).
Ahora llega el nuevo desafío de la variante ómicron. El ministro Ruiz acaba de anunciar que tendremos un cuarto pico de la pandemia debido a esta nueva versión del Covid que tiene hoy a buena parte de Europa con cifras récord de contagios. De hecho ya superamos los 4.000 contagios diarios y es posible que siga subiendo porque la variante ómicron se contagia 5 a 10 veces más rápido que la delta, que ya era más pegajosa que el covid original. Lo menos malo es que la variante ha mostrado ser menos agresiva que las anteriores en cuanto a letalidad, aunque tiene mucho que ver también con que la vacuna ha servido como escudo protector para la mayoría. Está probado que quienes presentan síntomas graves en su mayoría no estaban vacunados.
Por supuesto no todo cierra bien este año en esta materia. Terminamos con una gigantesca cicatriz que es la pérdida educativa sufrida por los niños y jóvenes colombianos, ante la indiferencia de los dirigentes de un sindicato que están más interesados en hacer paros o en convertirse en congresistas, que en representar a los cientos de miles de maestros que con verdadera vocación quieren formar el futuro del país.
Dicho esto, en general, 2021 es una prueba contundente de que se puede creer en Colombia, un país cuyos logros reales superan nuestras expectativas.
https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 30 de diciembre de 2021.