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El Colombiano (Editorial)

El año que termina vino con tragedias y errores, pero también con éxitos y avances, que en la era de las redes sociales no van a ser nunca reconocidos.

En la historia reciente de Colombia hay años tan trágicos y tan duros que, sin olvidar que lo principal son los sufrimientos de la gente, se pregunta uno cómo será la experiencia de ser el presidente de la República en cualquiera de esos años. Piensa uno en 1985, con al holocausto del Palacio de Justicia, seguido de la tragedia de Armero. O piensa uno en 1989, el año negro del narcoterrorismo. O piensa uno en 1999, cuando en medio de una dura recesión económica la barbarie guerrillera y paramilitar parecía apoderarse de Colombia. Insistimos: sin olvidar que lo principal es el sufrimiento de quienes vivieron esos hechos, no deja uno de preguntarse cómo habrá sido ser presidente en medio de tantas adversidades.

¿Qué decir de 2021 y qué representa este año para Iván Duque como presidente? La crisis pandémica del covid mandó a millones de colombianos a la pobreza y el desempleo; tuvimos un paro sin antecedentes, que duró semanas y provocó un sentimiento de no futuro; todavía persisten cerca de 200 mil hectáreas sembradas de coca, que mantienen viva la violencia y a las peores bandas criminales; y acogimos a casi 2 millones de migrantes, que exigen un importante esfuerzo fiscal. Con uno solo de esos problemas cualquier país o presidente tendría un año difícil y en Colombia se juntaron todos.

Miremos el primer semestre. 2021 arranca con la pandemia en ascenso hacia un nuevo pico. El 2 de enero reportábamos 11.500 nuevos casos y 270 muertes, que pronto crecerían a 17.000 nuevos casos el 20 de enero y 373 muertes el 25 de enero. Arrancábamos también el año en medio de una dura situación económica, con un desempleo que cerraba el 2020 en más del 13 % y, muy importante para lo que luego vendría, un desempleo juvenil en 21 %. Todo esto producto de una recesión asociada a la pandemia, gracias a la cual la economía se contrajo casi un 7 % en 2020.

Luego, a finales de abril, vendría esa inesperada explosión que fue el paro nacional, que seguramente tuvo muchas causas profundas y complejas, pero que como disparador inicial tuvo a la reforma tributaria propuesta por Alberto Carrasquilla y respaldada por Duque en contra de las advertencias de empresarios y otros sectores. Como sabemos, el paro ocasionó una crisis gigantesca, con la destrucción de una buena parte de la infraestructura urbana del país, de sus peajes y sistemas de transporte público, y con una durísima afectación a la economía por cuenta de los bloqueos.

Y el peor pico de la pandemia, seguramente como consecuencia de las irresponsables concentraciones que se dieron en el paro, vino después de este, cuando a finales de junio alcanzamos las cifras más altas en lo corrido de toda la crisis: más de 28.000 casos diarios y más de 600 muertes.

Pero esta no fue la única cara del 2021. Una campaña de vacunación por la que nadie apostaba y en la que nadie creía ha resultado ser muy exitosa y transparente. A principios del año en redes sociales un famoso actor decía que las vacunas nunca iban a llegar. Un conocido periodista decía que se las iban a robar. Hoy, pese a esos vaticinios, y pese al pesimismo y la incredulidad a que estamos acostumbrados, Colombia ha aplicado más de 63 millones de dosis, y ha vacunado completamente a 27 millones de personas. Se han aplicado casi tres millones de dosis de refuerzo. Y todo sin que haya habido escándalos más allá de unos hechos marginales.

Y, por otra parte, en Colombia avanza una reactivación acelerada de la economía, tan acelerada que desafía, incluso, los pronósticos: se espera que la economía crezca casi un 10 %, y aunque la reactivación es desigual como lo son todas, casi todos los sectores están sintiendo este impulso.

La tragedia para Iván Duque, en último término, será que nadie le va a reconocer estos últimos éxitos. En buena parte porque no logró o no ha logrado tener un discurso o una narrativa, como se dice ahora. Otros gobiernos, por ejemplo, han tenido más narrativa que hechos y los han aplaudido. Estamos en la era en que las redes sociales se concentran en lo frívolo y en lo pasajero, en tener un eslogan: no hay tiempo para pensar, no hay tiempo para analizar, y de hecho pensar y analizar está mal visto. Un balance equilibrado, en el que a Duque se le responsabilice por sus errores, que han sido muchos, pero se le reconozcan sus logros, que han sido también sustanciales, no lo veremos en el mundo de Twitter.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 26 de diciembre de 2021.

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