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Juan Gómez Martínez 

Hace algo más de veinte años, el oftalmólogo me descubrió un agujero en la mácula. Había que operar o perdería ese ojo. La cirugía corrió a cargo de un especialista y su equipo, quienes la hicieron con todo éxito.

Después de tanto tiempo, el lente intraocular se desprendió, se opacó y se calcificó, hasta el punto de que había que retirarlo y reemplazarlo por otro. La cirugía, el lunes pasado, la practicó el mismo especialista del procedimiento anterior, acompañado de un anestesiólogo y una médica, también especialista. Con anestesia local se debía hacer por culpa mía y de mis 87 años. Le tenía miedo a ver o darme cuenta de lo que se hacía con agujas dentro del ojo. La cosa fue así: no solo agujas, pinzas, costura, sino una especie de aspiradora —me perdonan los médicos por mi léxico de ingeniero—. Aunque vi todo el proceso y hacía comentarios, no me dio miedo por la calidad de profesionales que operaban. Me impresionó ver cómo, con la aspiradora, sacaban los residuos malos del lente anterior, había uno muy grande que necesitó de un tubo más grueso para poder succionarlo.

Al salir de la clínica, escuché la grata noticia de que el Centro Democrático ya había hecho la escogencia de su candidato presidencial. Otra cirugía de gran delicadeza por la calidad de los precandidatos y el compromiso de salvar a la patria. Los aspirantes, como grandes y buenos demócratas, aceptaron el resultado. Eso es patriotismo y democracia. Ahora, todos a trabajar por el señalado salvador de Colombia. Evitar que lleguen al Palacio de Nariño oportunistas, malos y peligrosos gobernantes ya conocidos por sus actuaciones anteriores. Necesitamos gobernantes confiables, que no hayan purgado penas por sus actuaciones criminales, que cuenten con larga experiencia para así manejar un país en peligro debido a la entrega que se le hizo a la guerrilla y a las actuaciones contra la justicia y la paz de Colombia.

Vendrá, entonces, la otra delicada cirugía para librar a nuestra democracia de los peligrosos elementos que aspiran a repetir sus fracasos en la administración pública. No es difícil adivinar de quién se trata: ya supondrán que hablo del exalcalde de Bogotá, del que importó unos carros para recoger las basuras de la capital y que no funcionaron ni un solo día por ser unos vehículos de segunda, oxidados, inservibles y obsoletos. No ocurrió lo que debía haber pasado. El responsable no recibió ninguna sanción y hoy funge como precandidato presidencial. Cómo sería de mala su administración que su jefe político, Antonio Navarro Wolff, recibió el homenaje de ser nombrado en una de las secretarías y renunció a los pocos días por no soportar esa mala y peligrosa administración. Navarro, ese sí honorable y correcto, a quien aprecio, se dio cuenta de lo que hacía su antiguo compañero.

La cirugía que tenemos que hacer los colombianos es la de conseguir una gran aspiradora y, con una amplia votación, que sea un gigantesco tubo succionador para sacar de las posibilidades electorales a esa gigantesca mugre que puede hacer tanto daño

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 25 de noviembre de 2021.

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