La teoría de la evolución ha tenido tal fuerza explicativa que desbordó los límites de la biología, y su dinámica se aplica hoy para explicar muchos fenómenos sociales complejos. Así se han desarrollado una economía, ética, lingüística, filosofía, epistemología evolutiva, y más. Richard Dawkins, en su libro clásico El gen egoísta, introdujo el concepto de ‘meme’ en paralelo al del gen (gene, en inglés) para postular una evolución cultural, como continuación lógica de la evolución biológica que produjo al Homo sapiens.
El sistema de evolución por selección natural que propuso Darwin es tan simple como poderoso. Hay poblaciones grandes de individuos en los cuales suceden cambios al azar. Muchos cambios no tienen importancia, otros son deletéreos (y esa línea desaparece), y algunos generan una pequeña ventaja ante un reto del ambiente. Quienes tienen ventaja sobrevivirán mejor y se reproducirán más y después de muchísimos años se convertirán en una población dominante que, dependiendo del tipo de cambios, puede ser una nueva especie. La mecánica evolutiva depende, pues, de una amplia población base, de la aparición espontánea de cambios y de un ambiente que selecciona las innovaciones que mejor funcionan.
El trópico es riquísimo en especies porque hay pocas presiones. Múltiples cadenas alimenticias, sol, agua, buen clima. Los cambios se acumulan y en distintos nichos las especies se diferencian por montones. Lo contrario pasa en la Antártica: mucho frío, poca luz, enormes restricciones. Encontramos pingüinos, focas, leopardos marinos, algunas gaviotas y no mucho más.
Algo similar a eso sucede con algunos fenómenos culturales como la ciencia. Hay ambientes con muchos recursos de diversas fuentes. Los individuos tienden a colonizar esos ambientes y a multiplicarse. Surgen innovaciones; nuevas ideas, nuevas formas institucionales de trabajo, disciplinas y relaciones entre disciplinas. Sobre todo, una cantidad muy grande de grupos que proponen cosas nuevas. Unos no tienen éxito, otros crecen y generan nuevos brotes, de los que a su vez surgen ideas diferentes. Así se desarrolla un sistema científico de enorme diversidad que, al igual que la biológica, encuentra muy pronto una estrategia de respuesta ante cualquier nuevo reto.
Por eso, en lo que a ciencia se refiere, el trópico queda en el hemisferio norte (Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia, Suecia, Israel, Japón, China y otros) y la Antártica somos nosotros. Pocos grupos y muy escasas cadenas alimenticias que los sostengan.
El presupuesto general recientemente aprobado por el Congreso de la República para el año 2022 nos afianza como república antártica. El ministerio de más bajo presupuesto es el de Ciencia, Tecnología e Innovación. Apenas algo más de 230.000 millones, un 25 por ciento menos que el siguiente más pobre, que es el de Cultura, y la mitad que el de Deporte.
El ministerio se está estrenando, tiene que consolidarse y construir sus capacidades institucionales y lo deberá hacer en condiciones de la más extrema precariedad. Una de las tareas más importantes de ese ministerio es crear ese ambiente en el cual crecen los grupos, se multiplican y surgen las ideas. En los países exitosos en ciencia, ese esfuerzo lo hace mayoritariamente el Estado, y en las ciencias básicas (sean naturales, sociales o humanas), que son las que buscan las explicaciones anteriores a las aplicaciones.
No hay con qué y, por el contrario, los grupos están en situación cada vez más precaria. La discontinuidad en financiamiento tiene el mismo efecto que una hambruna en la evolución biológica. A veces tratan de mostrar que esa carencia presupuestal se compensa con las regalías, pero eso (tema para otra oportunidad) es una falacia, un autoengaño piadoso.
https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 28 de octubre de 2021.