Mientras usted leyó el título y el sumario de este editorial, en algún lugar del mundo le diagnosticaron a una mujer cáncer de seno. Cada veinte segundos llega esa dura noticia a una familia. Son dos millones de nuevos casos cada año en el mundo.
Esas cifras tan abrumadoras han llevado a bautizar a octubre como el mes rosa. La Organización Mundial de la Salud lo ha convertido de esa manera en el mes de la concientización sobre el cáncer de mama. Y, en particular, cada 19 de octubre se conmemora el día mundial de esta enfermedad con el propósito de mejorar la atención, el apoyo, la detección precoz, el tratamiento y los cuidados paliativos de las mujeres y hombres que padecen esta patología.
Se trata de un problema de salud pública que va en aumento en el país. Es la principal causa de incidencia y mortalidad por cáncer en las mujeres en Colombia. En 2020 se diagnosticaron en nuestro país quince mil casos, es decir, tres cada dos minutos. En Antioquia, en particular, dieciséis de cada cien nuevos casos de cáncer en ambos sexos y en todas las edades son de mama, según registros de la Secretaría de Salud.
¿Qué se puede hacer? Los estudios sobre las causas del cáncer arrojan datos que hablan de una conexión entre la enfermedad y las condiciones de vida de los países desarrollados. Es curioso comprobar cómo, desde el punto de vista epidemiológico, aquellas sociedades en las que la industrialización y la prosperidad económica son elevadas se dan más casos en su población. Aunque hay que decir que, gracias a la detección y atención médica temprana, en estos países la tasa de letalidad es menor.
La incidencia de la enfermedad se agudiza cuando patrones como los reproductivos, dietéticos, hormonales y ambientales se ven afectados por el estilo de vida de las grandes ciudades. Y ahí es donde se debe hacer un llamado a la popularización de hábitos saludables, que desde escuelas y colegios, desde la sociedad y el Estado, desde la publicidad, se promocione una mejor alimentación y, sobre todo, el evitar actividades que exijan niveles de estrés enfermizos.
Pero lo más grave es que, por cuenta de la pandemia, se han reducido dramáticamente las consultas de control, las mamografías y las tomas de biopsias. Según las estadísticas de las instituciones con atención oncológica en Colombia, esa caída ha sido de entre un 26 % y 95 %. Dejar de hacer los controles implica llegar tarde, eventualmente, al manejo de la enfermedad y, por ende, correr un riesgo alto de muerte. Y es ahí donde en jornadas como estas es preciso invitar a todas (y todos) a reanudar los exámenes anuales.
Afortunadamente, los avances tecnológicos, científicos y médicos dan un espacio cada vez más grande para la esperanza. Aunque se trata de una enfermedad más común, las cifras de supervivencia son alentadoras: para mujeres con cáncer de mama invasivo no metastásico es del 90 %; si el tumor invasivo se encuentra solo en la mama, la tasa de sobrevivencia a cinco años es del 99 %. Las cifras son menos esperanzadoras para los hombres, quienes tienen más probabilidades de morir que las mujeres por esta enfermedad. La supervivencia general de ellos, a cinco años del diagnóstico, es del 77,6 %.
Los métodos para diagnosticar y combatir la enfermedad han evolucionado a un ritmo vertiginoso. Sobre todo en el campo de la genética, donde se ha logrado individualizar el tratamiento y hacerlo cada vez más efectivo. Los estudios de ADN pueden predecir la respuesta al tratamiento del cáncer de mama, lo que ha abierto nuevas posibilidades. Todo esto bajo la premisa, otra vez hay que decirlo, de la detección temprana. Autoexamen y mamografía deben ser dos palabras que hagan parte del lenguaje cotidiano. La responsabilidad no debe darse solo a nivel individual, sino también en el conjunto de políticas de medicina preventiva, que tanto se necesitan. Porque, en esta enfermedad, un diagnóstico temprano trae mejoras no solo en la calidad de vida, sino en la disminución de la mortalidad.
https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 20 de octubre de 2021.