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Daniel Mera Villamizar

Hacerlas muestral y no censal, como está ocurriendo, y cada dos años, tiene agudas implicaciones para la política educativa.

La pandemia acentuó la necesidad de evaluar a los estudiantes (para medir el atraso en el aprendizaje por la virtualidad forzada o sencillamente la ausencia de clases), y también deterioró las condiciones para realizar esa evaluación.

Una de las consecuencias es que el próximo gobierno recibirá un diagnóstico nacional y macro-regional del desastre educativo por la contención del Covid-19, pero no mediciones territoriales ni por colegio. Así, le quedará más difícil implementar una política para intentar superar la situación.

La razón es que el gobierno Duque está haciendo Saber 3, 5, 7 y 9 muestral y entregará resultados en mayo de 2022. La última vez, en 2017, las pruebas se hicieron censales (no existía Saber 7, del que se está aplicando un piloto). Aceptemos, provisionalmente, que la explicación es la pandemia.

La decisión de practicar a una muestra solamente estas pruebas Saber es complicada de sostener por el próximo gobierno porque así se pierde la información por institución educativa, que es fundamental para una política de calidad, como enfatiza Darío Maldonado. También se pierde el diagnóstico por departamento (como está previsto) y municipio.

Para efectos de intervenciones focalizadas, a pocos les servirá conocer los resultados por Centro Oriente, Caribe, Pacífico, Eje Cafetero, Centro Sur-Amazonía y Región Llano. Eso es más o menos abandonar la economía política de la educación con los gobiernos subnacionales  y Fecode.

Por razones logísticas, es más fácil hacer la prueba censal que muestral  por colegio, y la ventaja de la prueba censal es que permitiría un seguimiento longitudinal niño a niño. Este es un paso que Colombia debería dar para tomar en serio la educación.

Se dice que la educación debe centrarse en el estudiante, pero no procuramos la forma de medir el desarrollo socioemocional y cognitivo de modo individual, un descuido estructural que se ve también en la carencia de psicólogas orientadoras escolares y en la debilidad de profesiones auxiliares en los colegios.

Luego está otra postura, más que decisión del gobierno hacia adelante: hacer las pruebas cada dos años. Aun si las pruebas son censales, esto implicaría que una de dos generaciones de estudiantes no tendría evaluaciones estandarizadas en primaria y básica secundaria.

Desde la política educativa podría decirse que basta con el agregado del colegio y las trayectorias escolares de la mitad de sus estudiantes, pero en una sociedad que en la base ha tomado conciencia del papel crucial de la educación en la vida, los padres y madres de familia de los estudiantes no evaluados reclamarían una inversión igual en sus hijos.

El argumento de la estrechez fiscal es relativo. Cada año, y no solamente este gobierno, sacamos pecho con "el presupuesto de la educación más alto en la historia", que no alcanza para invertir en medición del aprendizaje estudiantil, una herramienta necesaria para la calidad y la equidad.

De hecho, el gobierno de "Colombia, la más educada de América Latina en 2025" no hizo las pruebas Saber 3, 5 y 9 en 2018. La explicación de fondo que recibimos en la comisión de empalme fue de este tenor: "lograr empatar las series para la comparabilidad de los resultados requería una previsión de 3 o 4 años, y eso en Colombia no se da". Y es cierto: el plan decenal de educación es un canto a la bandera, los partidos no tienen tecnocracia en nada, ni programas en educación.

Solo permítanme recordar que he dado lora con esto: "Declarar el año escolar como de transición, evaluación, nivelación y experimentación" (abril 12, 2020), "De nuevo: urge declarar el año escolar como de transición, sin aprobado general" (mayo 10, 2020), "Año escolar: evaluar en 2020 para nivelar en 2021" (agosto 30, 2020) y "La urgencia de evaluar para nivelar a los estudiantes en 2021" (enero 17, 2021).

Está claro que no me paran bolas, y eso que encabecé el empalme de educación  y trato de llevar al gobierno con suavidad.

@DanielMeraV

El Espectador, Bogotá, 11 de octubre de 2021.

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