La situación es clara, aunque doloroso es decirlo por ser sede Colombia, la conferencia mundial sobre protección de la naturaleza siendo una vitrina mundial ideal para la gran búsqueda de la cooperación internacional y la construcción de estrategias globales, no dejará de ser un foro más sin que se pase de las buenas intenciones diplomáticas a los hechos concretos.
Y es que esa idea auspiciada desde la ONU de retroalimentar un fondo marco mundial para la biodiversidad no es una idea muy atractiva en tiempos de recesiones, de austeridad y de vientos de guerra que soplan no solo desde Ucrania y Rusia sino también desde una muy probable confrontación bélica entre Irán contra el valiente pueblo de Israel.
Pero hay un hecho trascendental que quizá tiene desanimado a varios países y es que de los 23 grandes compromisos adoptados en la COP15 de Montreal, Canadá (2022) para detener y revertir la perdida de biodiversidad hasta el año 2030, solo se ha avanzado en una tercera parte y la plata del fondo destinado para su financiación tiene las arcas semivacías.
Entonces, dos años después desde Cali, se vuelve a revisar y evaluar esa agenda medioambiental pero sin avances concretos, claro está, con propuestas bien intencionadas.
Sin embargo, y a sabiendas que la destrucción de la naturaleza aumenta el hambre, alimenta la pobreza, ahonda las brechas de desigualdad entre países líderes y países emergentes, fortalece las pandemias y enfermedades , y reduce el PIB de todas las naciones se sigue careciendo de voluntad política y compromiso internacional.
Ahora, es preciso hablar de la agenda politizada del gobierno Petro quien ha dejado pasar esta vitrina mundial para dedicarla a limpiar su imagen internacional cuando debería es comportarse a la altura de semejante acontecimiento en nuestro país y no haber dejado escapar esta oportunidad de convertirse en un verdadero demócrata y quedar en la historia como un gobierno de puertas abiertas para el regocijo del ser con la naturaleza. Pero no, el señor continuó sin desmovilizarse y su discurso fue una vez más, solo carreta ilusoria y cero objetividad.
De tal suerte que su viejo discursillo marxista de “generar nuevos modos de producción” no ahonda en cuáles ni en el cómo se sustituirán los anteriores y su fuente de financiación. Habla de biodiversidad pero jamás explica las diferentes configuraciones genéticas subyacentes en esa variedad. Su decadente palabrerío deja en el tintero temas clave como el de las energías renovables. No menciona la actualidad de la ecoeficiencia ni la economía circular. Es muy precario en la concertación global alrededor de la gobernanza porque su sesgo ideológico le impide analizar cómo es que el mundo avanza de la mano de la naturaleza. Es que para entender los diversos intereses divergentes y contrapuestos de cada uno de los países que integran el multilateralismo, se necesita de cabeza fría y ánimo conciliatorio.
El mandatario anfitrión nada dijo sobre el convenio marco vigente sobre biodiversidad y su implementación con acciones concretas en esta COP16. De tal suerte que los ministros de ambiente del mundo, dignatarios de todos los niveles, delegados, prensa mundial, cuerpos diplomáticos debidamente acreditados, movimientos ambientales y los poquitos presidentes que han de asistir se llevarán una impresión bastante decadente del gobierno local debido a las imprecisiones premeditadas en un discurso y unas prácticas más politizadas que realistas.
Palabras más, palabras menos ¿Qué esperaba escuchar de Petro el mundo entero desde esta inmejorable vitrina mundial? Del país que representa el 10% de toda la biodiversidad del mundo, lo mínimo era explicar nuestro plan nacional de estrategia y acciones por la diversidad hasta el 2030 pero sin trabas lingüísticas ni prosa izquierdista que tanto daño le hace a la explicación del contexto real de lo medioambiental.
Ese lema “paz con la naturaleza” adoptado para esta conferencia mundial es más de lo mismo sobre paz total o potencia mundial de la vida, una tergiversación de la realidad acomodada a intereses politiqueros revanchistas y personalistas. Es una lástima que fracasemos en el objetivo de la unificación de criterios comunes para todos los países mayoritariamente capitalistas, con economías de libre mercado y Estados con burocracias pequeñas, tratando de imponer ideologías estruendosamente fracasadas en el mundo real.
Pero pese a la adversidad y al mal gobierno, la gran triunfadora es la ciudad de Cali que gracias a su gente, se posiciona como destino turístico mundial, región verde y sitio ideal para el esparcimiento.
Una vez más, probado está que Colombia es más grande que su desafortunado gobierno.