Y es que construir relatos y narrativas soñadoras usando la filosofía y el discurso sectario de creerse el salvador del mundo y de predicar lo que debería ser, y no lo que es, es un pésimo mensaje para una sociedad cada vez más polarizada y dividida, narrativas estas, envueltas en un confuso discurso odioso y vengativo típico de una mente retorcida, tan acostumbrada a prácticas delincuenciales e ilegales pero tan alejadas a la vez de la pragmática, la lógica y la ontología básica del contexto país llamado Colombia.
Ciertamente, aquella ficción narrativa está sumamente predeterminada para ser utilizada como factor principal de distracción ante el exceso de brutalidad, incompetencia, desconocimiento y falta de idoneidad para gobernar. Es por esto que cuando sale a la luz publica un hecho de corrupción del gobierno, o se le crítica por su pobre ejecución presupuestal, o por la entrega de los territorios a los grupos terroristas, o por apoyar ciegamente a dictadores genocidas, entre otros tantos exabruptos, inmediatamente, se acude al experimento comunista ficticio de la revictimización, de supuestos golpes de Estado, de persecución, de proyectar un ser en el mundo real, que a la vez es suspendido en la irrealidad, sin distinción alguna entre el ente ficticio (el discurso soñador petrista) y el meramente ilusorio (el creer tener las llaves de la solución a todo).
Jamás se nos podrá olvidar que la mentira, el ocultamiento y el doble discurso es parte fundamental del menú conceptual de los gobernantes puramente ideologizados, como la soberbia de la planificación centralizada destinada, claro está, al fracaso que es la etapa comprobable en los dos primeros años de este opaco desgobierno. Mejor dicho, si queréis pruebas de còmo gobernar con la palabrería y el discursillo barato de la perfección idealista solo analiza nuestra actualidad gubernamental y su desaprobación ciudadana.
Para aclaración de los lectores, siempre que intento hablar de cuestiones filosóficas y de entrar en el debate puramente incrustado en el mundo de la subjetividad, suelo acudir a una bibliografía seria y estudiosa en la que me puedo soportar ante posibles ataques feroces de groseros radicales, esta vez, con un libro muy bien escrito, ‘Defensa de la libertad y la Democracia: El centro político y los extremos explicados’ del profesor Jorge Gómez Pardo. El autor entre sus muchas ‘píldoras para la memoria democrática’ propone que para combatir esas ficciones narrativas, “la nación necesita estar conscientes de la realidad política” solo así podrá ser efectiva en la defensa de su libertad y Democracia “y es justamente, el “ Fuera Petro” como una expresión de un sentimiento de las personas que siempre supieron que al poder había llegado un frustrado charlatán alcohólico con ínfulas de caudillo veredal acostumbrado a destruir, maltratar, perseguir y aniquilar a quien no comparta su retórica. Pero no solo los conscientes sino los que han despertado de su letargo ilusorio y han vuelto a pisar tierra firme después de dos largos años de haber navegado en una balsa ideológica a la que llamaron “el cambio” que resultó siendo más bien, el aviso de una tienda de barrio y no el eslogan de un gobierno diligente y preparado para el ejercicio de la gobernanza.
El resultado, siete de cada diez colombianos saben que esto va por un muy mal camino, que la desconexión es inmensamente abismal entre el discurso presidencial y la realidad nacional. Que las corruptelas de la podredumbre de este ejecutivo no tiene precedente alguno, ¡ es una corrupción histórica! Con zonas grises autoritarias bastante marcadas y definidas.
La oscura realidad del pueblo colombiano es su sabia reflexión de que quien lo dirige está inexorablemente, inmerso en el populismo/extremismo de gobernar por la fuerza, alejado de la razón y de la convicción, donde los entendimientos mínimos razonables, no valen nada y si valieran, no existen. La verdad sea dicha, hoy por hoy lo que hay es una abundancia de discurso vacío, estéril y circunstancial, y cero fluidez de comunicación entre todos los sectores de la sociedad, más una inestabilidad política e institucional demasiado marcada que confunde al ciudadano porque esos costosos y cuestionados entes no producen resultados efectivos y todo termina en la frase “aquí no pasa nada”.
La oscura realidad es que este gobierno quiere todo el poder para sí mismo y que su agitado ciclo noticioso se volverá aún más intenso porque el presidente está en campaña, es al mismo tiempo candidato, jefe de debate y tesorero. El discurso emocional seguirá siendo el mayor reclutador de incautos, las capas medias y bajas continuarán su camino acelerado hacia la pobreza, mientras que las élites seguirían sacando sus riquezas y patrimonios a paraísos fiscales internacionales; las transformaciones estructurales de Petro nunca han sido su principal objetivo, son el verso utilizado para atornillarse en el poder; su plan de paz ha sido un verdadero pacto de entrega de soberanía al hampa; la incertidumbre política seguirá alejando a capitales externos, continuarán los ataques sin tregua al periodismo investigador y de denuncia que le destapa escándalos y robos; varios gremios que lo apoyaron en el 2022 le retirarán su apoyo tal es el caso de los transportadores asaltados en su buena fe y así sucesivamente, saltan y saltan del barco petrista los que lo ayudaron a elegir. Se viene la recta final de este año y con el nuevo, el inicio de las primarias presidenciales. Pregunta seria ¿resistirá Colombia la continuación de este calvario llamado “El cambio”?