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Jorge Enrique Pava Q.                                                              

El 31 de enero de 2020 escribí una columna titulada “La beca de Sofía Petro”, en la cual expuse la incoherencia de un personaje como Gustavo Petro, quien ha dedicado su vida a destruir la institucionalidad colombiana y, cuando sus acciones perjudican directamente a los suyos, simplemente los “exilia” del país y los lleva a vivir su vida de oligarcas en sitios donde no los afecten los desmanes y desafueros que él provoca en su patria.

En uno de los apartes de la columna le decía: “Porque al alejar a sus hijos de la sociedad colombiana y de nuestro sistema educativo, Petro está demostrando que su lucha es impostada, falsa, traicionera y felona; demuestra que solo busca beneficios personales a costa del sacrificio de toda una generación colombiana de la que debería hacer parte su hija, pero prefiere alejarla para que no sufra las consecuencias del país que él está destruyendo. Es cuestión de supervivencia familiar. Tal vez si sus hijos se quedaran en este país, sufriendo las desdichas que causa y los desmanes que provoca; si tuvieran que exponerse a los incendios que origina, como sí lo tienen que hacer sus compañeros que no pueden optar a becas en el exterior; …si tuvieran que resignarse a vivir un futuro incierto en Colombia por la tozudez e insensibilidad de su padre; tal vez, solo tal vez, morigeraría sus acciones y disminuiría su violencia. Pero él, en medio de su megalomanía, prefiere alejarlos de este país para que no corran el riesgo de consumirse en los incendios que provoca.”.

Y hoy se lo repito ante la posición de víctima que asume con su otra hija. Porque aunque es una injusticia que esta niña sufra agresiones en todos los escenarios, su “exilio”, como el de Sofía, es simplemente un modus vivendi. Porque es más seguro vivir en otro país mientras existan seres como su padre con capacidad para destruirnos.

Y la salva entonces “exiliándola” para que vaya a disfrutar de su riqueza en sitios inalcanzables para millones de colombianas inocentes, mientras amnistía a criminales que reclutan, violan y asesinan niñas de su edad.  Ella no tiene la culpa de los actos atroces de su padre y merece ser respetada en sus derechos; pero es Petro el primero que la revictimiza utilizándola para atizar el fuego en sus tropas irregulares; como revictimiza a las demás niñas perdonándoles a sus victimarios los delitos cometidos y sacándolos de las cárceles para que entren a engrosar sus ejércitos criminales pagados por el Estado.

Duele esta situación, ¡claro! Pero también duele que otras niñas padezcan, sin alternativas, los males de un país que se destruye. Estas, a diferencia de la hija presidencial, no tienen la fortuna de irse a vivir como princesas en otros lados. Estas tienen que seguir sometidas a las tormentas provocadas por Gustavo Petro y su supuesta lucha social. ¡Estas tienen que seguir siendo las niñas de la guerra! ¿Quiénes, entonces, son realmente las víctimas?

www.titepava.com

Publicado en Columnistas Regionales

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