Esta vez el apasionamiento desmedido en su creencia política conlleva a sus furibundos seguidores adoctrinados a atacar no sólo al que piensa distinto sino al que no comulga con sus tesis, tan devaluadas como perversas.
La gente puede elegir libremente por quién votar, si hace o no proselitismo político, o sencillamente, evitar hablar del tema en público y sólo ejercer su derecho al sufragio el día de la elección. Es el ejercicio sano de la democracia.
Lo que es insólito y grosero es ver una cantidad de vulgares fanáticos Petristas atacar con cualquier apelativo o improperio a su adversario.
De tal suerte que, las movilizaciones políticas y sociales y la dimensión ideológica por la que ha optado el Petrismo, es francamente, hostil y despreciable.
Mientras el escenario propicio para discutir las ideas y confrontar las tesis y programas de gobierno son, precisamente, los debates que convocan los medios, el señor Petro, no se le da la gana asistir, le da la espalda a sus cuerdos simpatizantes y en definitivas, demuestra temor al percibir que el país se entere de lo inviable e incumplible que es su programa gubernamental. Dirán en esa campaña que es una estrategia política y que no hay garantías de respeto e igualdad entre los candidatos, pero, a decir verdad, lo que demuestra es un mar de incoherencias ya que en plaza pública reta a quien sea e insulta a su principal contendor, Fico, cuando lo que debiera hacer es debatir y mostrar capacidad para llegar a gobernar este país. Las mentes perversas le temen al debate de las ideas.
El sesgo fanático de sus seguidores les impide ver más allá de sus deseos. Si tú hablas con este tipo de personas te podrás dar cuenta que sus arrebatos y ligerezas son copia del discurso mayor de su candidato, carecen de originalidad y capacidad de criterio para analizar el entorno político y la búsqueda de soluciones a los problemas estructurales de la sociedad.
Aquí algunas de sus respuestas más recurrentes a la hora de confrontar abiertamente del por qué son fanáticos del “mesías” exguerrillero: “somos un país de excluidos, pobres y vulnerables - la tragedia de la sociedad se la debemos a la maldita oligarquía que ha gobernado este país - Los pobres están con Petro y los ricos con Fico - Fico es el continuismo de Uribe y Duque - La policía asesina la acabará Petro - él dará una renta básica a todos los míseros de la patria (sin saber cómo sostener este parasitismo social) - el Estado es el que debe controlar los factores reales de poder - hay que acabar con las élites que han manejado al país - Los delincuentes merecen una segunda oportunidad - Petro hará que arda Colombia - hay que expropiar a los empresarios y a los ricos y repartir sus riquezas entre los pobres.
Se perseguirán a todos los que ataquen a Petro - el comunismo es la mejor forma de gobierno - el conflicto armado de 64 años ha sido culpa del capitalismo salvaje - que viva la revolución, el paro guerrillero armado y el estallido social vandálico - Petro es el cambio que nos merecemos (Timochenko, Benedetti, Barreras, Prada, disidencias, clan del Golfo, ELN, primera línea, Teodora, Maduro, Ortega, Samper, Santos…).
Y muchas otras frases de cajón que demuestran ignorancia, falta de credibilidad y muy poco de objetividad a la hora de abordar el escenario crítico racional.
Viene a mi mente el estudio de Laval y Dardot /2010, cuando dicen que el mercado no solo representa un espacio de libertad, sino que constituye un orden de relaciones económicas y políticas que están en el fundamento del vínculo social. De acuerdo con esto, un fanático de izquierda jamás logrará comprender que en una democracia los conceptos de mercado, competencia y emprendimiento son de suma importancia para que un país progrese y encuentre mejores niveles de desarrollo. La convivencia depende del empleo y de los ingresos de las personas para vivir y si el candidato del “Pacto de la Picota” no entiende esto, cómo pretendemos que sus células fanáticas lo asimilen.
Recurrir a la herida, al dolor y al sufrimiento de los ciudadanos es utilizarlos para hacer politiquería y conseguir votos. Es lo que se llama populismo y es la característica más apremiante del senador Petro.
La tarea fundamental sería plantear propuestas incluyentes, cumplibles y traducidas en políticas públicas de Estado.
El populismo es, francamente, una idea estrecha, limitada en su ambición y alcance conceptual (Freeden, 1998). Allí ha estado su éxito, en articularse con el pueblo contra las élites y el gobierno, formando una identidad y atacando a quien no esté en ese proyecto político. De aquí surgen sus activistas, su “fanaticada” y su extensión para permear la justicia y mutarla en el “Cartel de la Toga”, los medios de comunicación, infiltrar la campaña de Fico, negociar en cárceles con corruptos y narcos para que voten por su candidatura. Además, les produce empoderamiento para enfrentar al estado, desafiarlo, convocar a paros armados, defender delincuentes, impedir la extradición, crear escándalos mediáticos en contra de otros candidatos para sacarlos del camino, presionar y constreñir al elector a votar, tener a la Registraduría Nacional presta para el fraude electoral tal y como acaba de suceder en las parlamentarias.
El Fanatismo y la soberbia son malos consejeros porque van a perder las elecciones y van a convocar a una guerra civil sin precedentes en Colombia.
De los caudillismos circunstanciales sólo han quedado pésimos mensajes y no podemos caer tan bajo en repetir la historia de nuestros vecinos que hoy claman por alimento, hospedaje y algo de dignidad.