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César Salas Pérez   

El escenario más propicio para ejercer nuestros derechos civiles y políticos es, sin duda alguna, votando,  cumpliendo con el deber patriótico de participar en la vida cívica y comunitaria del país.

Pero qué más satisfactorio para los ciudadanos que hacer valer su sufragio de manera libre y voluntaria, sin estar sujeto a ningún tipo de presión, intimidación o coacción.

Nada más saludable para nuestro Estado que preservar incólumes entre muchos otros principios, los de libertad y democracia. Solo de allí es que se da la existencia de la alternancia en el poder, del hecho de que las minorías tengan representación en los órganos de poder, que los partidos y movimientos políticos se oxigenen y nazcan nuevos liderazgos, que el derecho a las mujeres a participar plenamente en la vida política y pública del país, hoy más que nunca, sea una victoria legítima en honor a sus derechos e inteligencia, por supuesto, bajo los principios de paridad, alternancia y universalidad. Por estos principios es que la opinión y los puntos de vista al menos, son expresados.

Por la libertad y la gloriosa democracia de esta tierra bendita llamada Colombia, es que un personaje de apellido Petro, quien en el reciente pasado hizo parte activa de una peligrosa y violenta estructura criminal, haya sido indultado, posteriormente con investidura de parlamentario, luego, alcalde de Bogotá y, finalmente, hasta tres veces aspirante a la presidencia de la república. Si esto no es democrático y libre, entonces ¿qué lo es? ex bandidos elegidos y gobernando.

Soportados en esos preceptos taxativos de la carta magna, es que se les está permitido a los estudiantes, trabajadores y varios sectores de la sociedad, salir a las calles a protestar pacíficamente, manifestando sus desacuerdos con los gobiernos de turno. Sin embargo, ha sido tanto el respeto a sus libertades democráticas que, incluso, los violentos, quienes permeando el ejercicio de la protesta social, la han desdibujado con vandalismo, terrorismo y la toma armada de la subversión a las ciudades, primando el derecho de los violentos sobre la tranquilidad y pacifismo de las amplias mayorías ciudadanas.

Jamás olvidemos que, el ser libres nos compromete a actuar en comunidad con miras a contribuir en su desarrollo. Sin embargo, el punto de quiebre se da, definitivamente, cuando no entendemos que la libertad implica responsabilidades, y la primera de ellas es no ejercerla para avasallar el derecho y las libertades de otros como ya lo dijimos, con el paro armado urbano decretado por los amigos impunes de la paz.

Agregaría a lo anterior que la legitimidad de las instituciones no puede pasar de agache cuando quienes las dirigen actúan con sesgos ideológicos y apartados de sus obligaciones de ley, peor aún, cuando callan ante los desmanes.

Y es la preocupación ciudadana actual quien ve por ejemplo en la justicia cómo un minúsculo grupo de togados emite pronunciamientos en contravía de la misma institucionalidad y en favor de los victimarios, en favor de quienes han vulnerado los derechos de los demás, soportados en decisiones nefastas y acomodadas a ciertos intereses oscuros provenientes del narcotráfico, las guerrillas y las ideologías de izquierda.

Intentemos siempre como individuos pensantes partir del precepto que la política nos debe unir y educar, así nos divida hasta convertirnos en acérrimos adversarios unos con otros sin entender realmente el motivo que utilizan quienes pretenden convertir a Colombia al fracasado socialismo.

Ahora, con nuestro derecho al voto es que elegimos gobiernos democráticos y legítimos, no a través de los impulsos mediáticos de las élites políticas que han convocado sin pudor alguno, al ejercicio erróneo de las vías de hecho como método de presión para doblegar al Estado.

Ciertamente, las decisiones políticas son de gran impacto en la vida de los colombianos, es por esto que estamos obligados a elegir bien y de la mejor manera a aquellos que van a tomar las decisiones en nombre de todos. Es la eterna lucha entre las libertades democráticas contra la globalización progresista.

Permitir que populacheros incompetentes y circunstanciales lleguen al poder es abrirle la puerta de la casa a un extraño y dejar que haga lo que le plazca.

La verdadera libertad no es hacer lo que se quiera sino más bien hacer lo que te trae beneficios dentro del contexto de la paz y seguridad humana.

Mientras que la democracia es el camino para llegar a estas dos.

En nuestros días la libertad y democracia como factores resultantes de la interacción entre el Estado y la sociedad civil, se han trasladado al campo económico.

Las finanzas de los colombianos, sus oportunidades laborales, su acceso a la educación de calidad, a un sistema de salud óptimo y a incentivar la prosperidad y el desarrollo humano, son algunos de los puntos de partida hacia la carrera por el poder, y qué mejor escenario que escuchar a la gente bajo el telón del sistema democrático y participativo.

Jamás en las dictaduras y regímenes como los de Cuba, Venezuela o Irán, se podrá discutir y discernir acerca del clamor ciudadano desde la perspectiva humanística y el respeto a sus derechos fundamentales. Su interés es el sometimiento del pueblo.

Es la gran diferencia entre los ídolos de barro nacidos y forjados en las insuficiencias estructurales del socialismo y los líderes elegidos por las vías democráticas que no le han fallado a la democracia.

Colombia elige su congreso y el nuevo huésped de la casa de Nariño. Sin conocer los resultados finales de la primera partida de este ajedrez, le apostamos desde entonces, a la libertad y la democracia de todos los asociados.

El ganador de la consulta equipo por Colombia será el que enfrente a la canallada en su máxima expresión, al canibalismo político y social disfrazado de falsas promesas y el hambre de poder neocomunista.

Los congresistas electos de la derecha deberán proponerse una sola meta, rodear al candidato único a la presidencia.

Al partido de gobierno, no le queda camino distinto que unirse y no remar más contra la corriente.

De este lado estarán los amantes de la libertad y la democracia.

La consigna es una sola: Todos contra Petro, por el bien de nuestros hijos.

Por todo esto es que la libertad y la democracia no las debemos perder.

Publicado en Columnistas Regionales

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