La obra es una impecable presentación de los eventos alrededor de las elecciones presidenciales del 28 de julio en Venezuela, a través de valerosos testimonios de quienes, a pesar de la represión y la corrupción electoral, expresaron con su voto el hartazgo hacia el régimen de Maduro y el socialismo que los arrastró a una de las peores crisis económicas, políticas y sociales del hemisferio.
El evento se dio dos días después de que miles de venezolanos, desde distintas ciudades del mundo, reclamaran a la Fiscalía de la Corte Penal Internacional celeridad en la investigación por delitos de lesa humanidad que se siguen contra Nicolás Maduro, y esa misma semana un régimen similar, el de Bashar al-Assad en Siria, terminó derrocado tras más de trece años de una cruenta guerra civil.
Pero, ¿qué tienen el común el régimen de Siria y el de Venezuela?, ambos países han quedado en ruinas, tras años de corrupción estructural, generando un exilio forzado y masivo de sus habitantes; se estima que el número de refugiados sirios es cercano a los 6 millones, mientras que los venezolanos alcanzan los casi 8 millones.
Al Assad, desde que asumió el poder en el 2000, heredado de su padre, reprimió brutalmente a la oposición, recurriendo a la violencia sistemática para sofocar las manifestaciones en su contra que llegaron a su esplendor en 2011, lo que desencadenó un complejo conflicto armado en el que se vieron involucradas directamente: Rusia, Irán, Turquía y Estados Unidos, y actores irregulares como ISIS y Hezbolá.
Maduro, quien recientemente había manifestado su apoyo a al-Assad, se ha mantenido en el poder mediante una estrategia de represión similar, que ha recrudecido a medida que se desestabiliza aún más su régimen; de acuerdo con Human Rights Watch, tras las elecciones presidenciales del 28 de julio se reportaron al menos 24 asesinatos durante las protestas, de los cuales 11 fueron verificados de forma independiente; la organización de derechos humanos Foro Penal, informó que en este mismo periodo se registraron 1.503 arrestos (a 18 Ago. 2024), incluyendo 129 menores de edad y 18 personas con discapacidad o enfermedades crónicas; para el 5 de octubre de 2024, el número de presos políticos en Venezuela ascendió a 1.905, cifra superior a las de Cuba y Nicaragua.
Al-Assad ha sido señalado por varios organismos internacionales como responsable de crímenes de guerra, incluyendo ataques deliberados contra civiles (como la masacre de Tadamon en 2013), torturas en cárceles y el uso de armas químicas prohibidas. Frente a Maduro, la Corte Federal Argentina emitió orden de captura y la Fiscalía de la CPI abrió investigación formal en 2021 por delitos de lesa humanidad cometidos desde las protestas de 2017.
Maduro y al-Assad aseguraron su permanencia en el poder gracias al respaldo de las Fuerzas Armadas y de sus milicias, así como el apoyo del bloque ruso – iraní.
Como Maduro, al-Assad fue reelegido en varias oportunidades en elecciones fraudulentas, en las que la participación de la oposición fue prácticamente inexistente. De ahí que, las elecciones donde venció Edmundo González, y su posterior reconocimiento por varios países, como Estados Unidos, devengan en un punto de inflexión que significará el fin del régimen.
El derrocamiento de la dinastía al-Assad tras más de 50 años en el poder, más allá de lo que le depare el proceso de transición, es un recordatorio de que ningún régimen se mantienen indefinidamente con fraude, corrupción y violencia. La democracia al final vencerá y el camino de los pueblos termina por enderezarse. Siempre hay esperanza.