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¿Las Farc son virtuosas como cree un documental francés? Destacado

Eduardo Mackenzie                                                                                          

Por fin las Farc pasaron al campo del bien y le aportaron a Colombia la anhelada paz. No es una broma. Es lo que sugiere un reportaje intitulado Guérilla des Farc, l'avenir a une histoire (Guerrilla de las Farc, el futuro tiene historia) que desde antier exhiben algunas salas de cine en París.

El reportero-video Pierre Carles viajó a Colombia en varias ocasiones para entrevistar viejos cabecillas y guerrilleros de base de las FARC, durante el periodo que va de 2012 a 2022 hasta la elección de Gustavo Petro. El filme de 180 minutos enaltece las Farc y las negociaciones de éstas en La Habana con el gobierno de Juan Manuel Santos y el pacto de cese al fuego entre ellos.

Militante, el filme de Carles se abstiene de decir que ese acuerdo fue rechazado por los colombianos en el referendo de 2016. Y que la transformación de los jefes de las Farc en honorables Senadores y Representantes, sin un solo voto del pueblo, así como la creación del tribunal de absolución de sus crímenes, la JEP, productos, entre otros, de la capitulación de Santos en La Habana, son hechos que las mayorías colombianas jamás han aceptado.

El hilo conductor del filme es la versión negacionista de las Farc acerca de su propia historia, donde ellos se definen como víctimas del Estado capitalista y luchadores “por la paz” y la “justicia social”.

El documental se cuida muy bien de evocar los orígenes reales y el papel de Moscú en la creación, al comienzo de la Guerra Fría, de ese monstruo, las salvajadas que éste cometió y sigue cometiendo contra la sociedad colombiana. “Tirofijo era un tipo maravilloso”, declara, por ejemplo, un ex actor del grupo de La Candelaria. “El Ejército mata a todos los campesinos”, completa más adelante otro entrevistado. Una musiquita revisionista permea el documental: las actividades criminales de las Farc no resultaron de su ideología ni de la lógica de sus métodos y objetivos, sino después de que la banda se embarcara en el narcotráfico.

Entre los personajes que Carles seleccionó en el Chocó durante la fase de reagrupamiento de los desmovilizados figuran, “la francesa de las Farc”, Audrey Millot, alias Nathalie Mistral, y su marido Ubaldo Zúñiga, alias Pablo Atrato. Con imágenes de la televisión colombiana Carles evoca la escisión y el regreso a la actividad narco del sector que dirigía alias Iván Márquez. Ese paso es desfigurado como la respuesta a una “trampa” que le habría tendido la Fiscalía a alias Santrich --el padre local del embuchado sobre el “genocidio político” y el “terrorismo de Estado”, y no por haber este negociado un vulgar cargamento de cocaína después del “acuerdo de paz”, lo que hizo huir a Venezuela a otros “comandantes”, como Romaña y “el paisa”, que temían ser extraditados a Estados Unidos por tráfico de drogas.

La reescritura de la historia es explícita en ese trabajo: las Farc serían, según los entrevistados por Carles, la respuesta a la ausencia de una reforma agraria (Colombia ha tenido más de cinco, pero ninguna en el sentido liquidacionista del leninismo) y al asesinato de Jorge Eliecer Gaitán “por la oligarquía”. El filme no dice una palabra sobre la presencia de Fidel Castro en ese terrible episodio, ni el rechazo de Gaitán al intento de Moscú de sabotear la Conferencia Panamericana de abril de 1948, ni la vieja rivalidad del jefe liberal con el estalinista PC colombiano.

Tampoco toca, ni de lejos, la inútil negociación de paz de tres años (1988-2002) que Tirofijo le impuso al gobierno de Andrés Pastrana en una zona desmilitarizada del Caguán, grande como Suiza, ni la gran derrota militar y política de las Farc en 2008, durante la presidencia de Álvaro Uribe, proceso crucial que comenzó con la histórica manifestación contra las Farc, el 4 de febrero, cuando millones de colombianos en 45 ciudades exigieron la liberación de rehenes bajo la consigna de “¡No más Farc!” y siguió con la muerte, el 1 de marzo de ese año, de Raúl Reyes, número 2 de las Farc, en su campamento en Ecuador.

El filme olvida esos hechos y otros no menos centrales: el exitoso ataque al cuartel general de Tirofijo, el 10 de marzo, y la muerte de este dos semanas después, y la Operación Jaque, el 2 de julio de 2008, en la que el Ejército liberó, sin disparar un tiro, a Ingrid Betancourt y a los 12 otros “rehenes políticos” de las Farc. Olvidó, además, la farsa de la entrega de armas de las Farc y la no reparación de las víctimas a la que Timochenko y sus cómplices se habían comprometido en La Habana. Olvidó la no devolución-liberación de las decenas de niños que las Farc habían reclutado/secuestrado antes y durante el “proceso de paz” con JM Santos.

El trabajo audiovisual de Carles no podía aproximarse a la verdad. El sufrimiento de los colombianos durante estos 60 años de bala, terror, asesinatos, secuestros por miles, asaltos de pueblitos por decenas de miles, es escamoteado. No aparece una sola línea sobre la masacre de Bojayá donde las Farc mataron 119 pobladores inocentes e hirieron a 53 otros, el 2 de mayo del 2002. Pues el objetivo era otro: mantenerse en el plano narrativo de dos productos audiovisuales de hace 40 años que saludaron el nacimiento de las Farc y su barbarie como pasos heroicos hacia la libertad y la igualdad.

Una de esas obras es “Canaguaro”, de 1981, sobre las andanzas del guerrillero liberal Guadalupe Salcedo, realizada por Duni Kuzmanich, un activista del MIR, refugiado en Colombia y fallecido en Medellín en 2008. Kuzmanich era el padrastro de Pierre Carles. El otro documental es “Río Chiquito”, donde Jean-Pierre Sergent y Bruno Muel entrevistaron en forma complaciente a Tirofijo por primera vez para el público francés. 

Una revista parisina de extrema izquierda, Mediapart,  admitió que ese es el objetivo de Carles aunque ve en eso un acto en favor  de la “justicia social”: “Pierre Carles no lleva a cabo una investigación profunda sobre la historia [de las Farc] y sus implicaciones en las actividades criminales asociadas al narcotráfico, pero permanece atento a sus testigos, cuyos puntos de vista y orientaciones políticas comparte para una mayor justicia social, particularmente en la redistribución de la tierra.”

Guérilla des Farc, l'avenir a une histoire es pues un filme que no oculta su objetivo:  legitimar a las Farc, una organización dividida hoy en dos fracciones, una legal-parlamentaria que parece haber regresado a la vida civil, y otra en la clandestinidad y dedicada al narcotráfico y al reclutamiento de menores con resultados catastróficos para la salud mental de la niñez y juventud de los departamentos del sur de Colombia.

El Observatorio de niñez y conflicto armado (ONCA) informó que de enero a 30 de octubre de 2024 ha registrado “251 eventos que afectaron de manera directa a 41.223 personas menores de 18 años” en Colombia, sin que el gobierno de Gustavo Petro tome medidas para acabar con esas atrocidades. La revista Semana reveló por su parte que la fracción de las Farc que dirige alias Iván Mordisco “asesinó a tiros a cinco menores de edad y los enterró en una fosa común”. Dijo que esas víctimas habían sido contactadas por Facebook y TikTok por esa guerrilla y obligadas a cargar un fusil. “Cuando intentaron fugarse les dispararon por la espalda”.

Semana informó que el pasado 22 de noviembre fueron hallados los cadáveres de los cinco adolescentes en una zona rural del Cauca. “Entre esos cuerpos estaba el de Mauren Alejandra Ulchur, de 14 años, que fue captada por los delincuentes en La Plata, Huila. Ella trató de escaparse de las garras de las disidencias de las Farc y, junto a cuatro compañeros, fue sentenciada a la muerte y sepultada bajo tierra”. Agregó que en otro sector de ese departamento “diez jóvenes trataron de escapar a los guerrilleros y, en medio de una marcha, frenaron una camioneta para que los llevara a la ciudad de Popayán. Sin embargo, el conductor resultó ser un aliado de los criminales y los retornó” a la banda donde fueron asesinados.

Esa es sólo una parte de la tragedia de Colombia por cuenta de una banda armada comunista a la que el documental de Pierre Carles trata de lavarle la cara.

Publicado en Columnistas Nacionales

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