La orientación izquierdista del Partido Liberal lo acerca a la social democracia y es por ello que se lo admitió en la Internacional Socialista. Pero aquélla difiere notablemente del comunismo. Lenin no rebajaba a quienes la crearon de renegados y traidores. Y su rama más importante, la alemana, rompió con el marxismo desde la década de 1960.
La social democracia no es enemiga de la propiedad privada, ni de la libertad económica, ni de la economía de mercado, pero considera que deben regularse por el Estado en función de la garantía de los derechos de los trabajadores y del mejoramiento de las capas más desfavorecidas de la sociedad. Es enemiga de los monopolios capitalistas y de los abusos en que puedan incurrir los empresarios, pero no es contraria de suyo a la empresa. Promueve, eso sí, la estatización de sectores estratégicos de la economía y una tributación severa tendiente a reducir las desigualdades.
De hecho, los gobiernos socialdemócratas en Europa se han caracterizado por el pragmatismo que consulta el ensayo y el error. Por ejemplo, cuando los laboristas conquistaron el poder en el Reino Unido al término de la II Guerra Mundial adoptaron medidas muy severas que más tarde hubo que suavizar por los discutibles resultados que acarrearon. Lo mismo sucedió en Francia por esos años y, más tarde, cuando conquistó el poder Mitterrand. La socialdemocracia se impuso, además, en los países escandinavos, así como en Holanda y Bélgica, y más tarde en España, con Felipe González.
El denominador común de estos regímenes ha sido el respeto por las instituciones políticas de cuño liberal, garantes del pluralismo y, por ende, del sistema multipartidista, la libertad de prensa, las elecciones diáfanas y la separación de poderes. En todos ellos se ha dado la alternación pacífica de distintas opciones gubernamentales. Cuando los socialdemócratas pierden el apoyo popular, los reemplazan sin traumatismos tendencias liberales e incluso conservadoras.
Observando la política europea de la segunda mitad del siglo XX, Raymond Aron señaló que el liberalismo es el signo distintivo de la civilización política occidental, común a la derecha no extremista y la izquierda no totalitaria.
El liberalismo colombiano guarda ciertas afinidades con la socialdemocracia europea. En él han obrado diversas tendencias, unas moderadas y otras más bien radicales, pero durante mucho tiempo encontraron puntos de contacto porque consideraban unas y otras que la división era fatal. La corrupción del gobierno de Samper terminó afectándolo sustancialmente, pues con posterioridad al mismo el partido nunca más pudo llevar un candidato suyo a la presidencia. Además, la Constitución de 1991 dio por finiquitado el bipartidismo.
Aunque en otras épocas el liberalismo les tendía puentes a los comunistas, a punto tal que en el célebre discurso de Laureano Gómez en la plaza de Berrío en 1949 se lo acusó de estar bajo el control de una "diminuta cabeza comunista", durante el Frente Nacional y en los años que lo sucedieron las guerrillas lo combatieron de modo inclemente y feroz.
A no dudarlo, esas guerrillas fueron y han sido abiertamente antiliberales, siguiendo los cánones del castrismo y después del chavismo, que son la guía del petrismo que ahora pretende entronizarse en nuestro país.
En algotra ocasión he observado que lo de un petrismo liberal no deja de ser un oxímoron, esto es, una contradicción esencial. Si se apoyan en una convicción, los liberales que adhieren al petrismo han dejado de serlo, porque, en medio de sus disimulos y sus engaños, este último alberga un designio totalitario y liberticida del todo ajeno a los principios liberales. Si su motivación es oportunista, dadas las gabelas que esperan obtener del régimen, no son otra cosa que tránsfugas despreciables.
En la convención que acaba de celebrarse en Cartagena, el Partido Liberal ha dejado claro que su tendencia es la evolución que aspira a construir sobre lo ya edificado, y no la revolución, que quiere cambiarlo todo de raíz en procura de edificar un reino ilusorio.
Que quien nos desgobierna hoy es un revolucionario irredento, lo acreditan su manifestación adolorida por la caída del muro de Berlín y su homenaje a Mao Zedong ante su tumba, así haya dicho hace poco que la que profesa en la Doctrina Social Católica. No olvidemos que es un peón del Príncipe de la Mentira.