Y cede. Siempre. Y si no, vean ustedes las respuestas de Petro y sus lugartenientes ante semejante atentado terrorista, luego de que el 3 de agosto expirara el cese al fuego sin ser renovado por no cumplir la exigencia del ELN había suspendido los diálogos con el gobierno porque no lo sacaban de la lista de Grupos armados Organizados.
Petro, inicialmente, dijo sobre el atentado: “Obviamente, como sucedió aquella vez en otro sitio, aquí cerca, en la escuela de la policía, donde murieron muchísimos agentes de Policía, alféreces, que estaban estudiando allí, pues prácticamente es una acción que cierra un proceso de paz con sangre” (www.infobae.com (18.09.2024).
Como pueden ustedes observar habla de cierre. Cualquier persona desinformada creería que daría por terminadas las negociaciones. Pero conociéndolo como lo conoce el país, ese “cierre” no tenía convicción, era más bien una constatación lastimera que dejaba abierta la puerta de lo que luego ocurrió: los negociadores declararon que “Durante estos meses el Gobierno ha hecho llegar al ELN múltiples propuestas. Hoy el proceso de diálogos queda suspendido. Su viabilidad está severamente lesionada, y su continuidad solo puede ser recuperada con una manifestación inequívoca de la voluntad de paz del ELN” (www.infobae.com 19.09.2024).
Y ¿en qué consiste una “manifestación inequívoca de la voluntad de paz del ELN”? Pues para Petro en pedir que esa organización diga que quiera la paz. Y lo hace mediante una retahíla retórica, en un trino de X: “Se rompe un proceso de paz si se rompe la vida de los jóvenes y se hace sufrir a las familias pobres. Si el ELN no quiere romper el proceso de paz dígalo. No se silencien, que la paz es para gritarla y la violencia para enterrarla. No es a los jóvenes a quienes se entierra, es a la violencia a quien se entierra. Aquí estoy listo en mi oficina para entregarles la sotana del padre Camilo Torres Restrepo si están dispuesto a hacer de la vida de esta persona su bandera en el amor eficaz”. El caso es que el ELN dijo que quería la paz, pero que se podía negociar en medio del conflicto y llegó a culpar al gobierno de ser la causa del atentado. ¡Qué burla!
Tal muestra de debilidad gubernamental, que tiene a decenas de miles de colombianos bajo la amenaza de muerte y la zozobra por las acciones de este grupo, enseña una cosa que todos sabemos: que el ELN utiliza los diálogos con Petro como una estrategia para fortalecerse, como lo ha hecho cada vez que se ha sentado a la mesa.
Pero también prueba una tesis que he venido sosteniendo en esta columna: que con el gobierno de Petro esa organización es especialmente insidiosa porque lo considera un traidor a la revolución por el hecho de que el M-19 abandonó la lucha armada en 1990, incluso antes de que culminara la crisis del socialismo soviético que culminó em 1991. La lucha armada para el ELN no es un medio sino un principio.
El ELN jamás aceptará el liderazgo de Petro porque lo que aquel quiere es el poder para instaurar esa mezcla, ya no tan extraña en el mundo, de oxidado socialismo fuertemente impregnado de arcaico catolicismo fundamentalista con el actual y poco católico negocio del narcotráfico, mezcla que no tiene afán ni fecha en el calendario y convierte a ese grupo en una organización perdida en el tiempo que no puede evolucionar, como lo prueban los cincuenta años de existencia y las infinitas negociaciones que ha iniciado para permanecer, no para desmovilizarse.
En esa ecuación Petro está perdido, pero él cree que con llamamientos a la sotana del padre Camilo el ELN va a negociar y firmar la paz con él. Pobre iluso: ese grupo ya está haciendo cuentas de qué podrá sacarle al próximo gobierno mientras extorsiona a éste y obtiene todo lo que puede, especialmente, convertirse en una fuerza beligerante legítima en igualdad de condiciones jurídicas frente al estado.
El peligro para el país es que Petro llegue a conceder ese estatus. El conflicto interno se agravaría hasta niveles insospechados. Y sumémosle a esto que igual pretensión tendrán organizaciones como las disidencias.
Mientras tanto, el debilitamiento de las instituciones democráticas sigue su marcha. Ya la Fiscalía concedió el derecho a cometer delitos a los participantes en las llamadas protestas populares con lo que deja cada vez más a la sociedad frente a la violencia de los grupos armados. Petro cree que esto lo favorece porque empodera a la Primera Línea en su plan para desestabilizar el país con miras a evitar las elecciones o apoderarse de estas para garantizar su segundo turno en persona propia o interpuesta; pero lo que ocurrirá es que empoderará a organizaciones como el ELN y las disidencias, como quedó probado en la infiltración que hicieron esas organizaciones en el mal llamado estallido social. El resultado, para los colombianos de a pie, en cualquier caso, será el caos y la pérdida de nuestro estado de derecho. Creo que esa famosa Directiva de la Fiscalía debe ser demandada de inmediato ante la Corte Constitucional.