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Carlos Salas Silva                                                            

En la casa que habito desde hace doce días alcanzo a escuchar las oraciones que proceden de la cercana mezquita. Hoy lunes y mañana martes son días de fiesta religiosa. En Marruecos celebran el cumpleaños del profeta.

En la mañana, como todos estos días, he visitado la playa. Noto que el mar se ha alejado y no es porque no haya llovido, cómo simpáticamente contaba Abdou que la amiguita de un artista había afirmado con mucha propiedad, sino por cosas de las mareas que según entiendo se rigen por ciclos lunares, aunque sé tan poco de este asunto como aquella amiguita mencionada arriba.

Observando el cielo nocturno me he dado cuenta de que cuando lleguen mis hijas habrá luna llena.

Este alejamiento del agua ha dejado al descubierto miles y miles de rocas. Algunas estarían como para ser exhibidas en un museo por sus formas escultóricas, otras podrían servir de escenario en películas de ciencia ficción. Las hay también que me hacen recordar a Machupicchu, ensambladas con precisión, de superficies onduladas y suaves. El mar, en esta marea baja ha dejado espejos de agua en donde se transparentan formas, dibujos y colores alucinantes.

Se escucha lejano el mar, pero se percibe su olor.

Estando ahí intenté escribir sentado en una roca en la playa imaginando que la poesía del lugar me regalaría algo de inspiración. Mi oficio es de pintor, aunque sueño con ser escritor aún con tantos años encima, o por eso mismo cuando me fatiga tanto pintar estar sentado escribiendo sería más confortable.

Estos días de intenso trabajo en el taller de Dar Bouazza me han devuelto la oportunidad de concentrarme en la pintura y no imaginan cuanto me cuesta llenar está página así esté recostado cómodamente.

Escucho poco sobre lo que ocurre en mi país y con ese poco tengo más que suficiente. Tener un presidente delirante y además estar atento a cuánta estupidez dice es toda una tortura.

Muy cerca de donde estuve sentado escribiendo está nota había rocas en las que curiosos dibujos conforman bajo relieves que parecieran hechos por manos humanas. También estaba la arena, cómo no, y una cabeza de pescado que servía de manjar a insectos, junto a un pedazo de tronco y una tapa plástica. Levantando la mirada vi aves en el cielo. Ayer en la tarde eran cientos de gaviotas las que ocupaban este lugar junto a garzas y otras pequeñas aves que le hicieron recordar a Nicole, la amiga recién conocida que invitó a almorzar, a Los pájaros de Hitchcock, tanto por el ruido como por su amenazadora presencia.

Mi amigo pintor Phillipe se complace fotografiando las piedras y cuánto detalle le haga pensar en su pintura. Ayer fotografió una roca de singular forma y hoy quiso inútilmente encontrarla. Era como buscar una aguja en un pajar porque son miles las rocas que hay en ese territorio. Le he propuesto un trabajo al alimón en el que se intercalen mis dibujos y sus fotografías.

Hoy me he sentido agotado lo que puede ser comprensible teniendo en cuenta que son muchos los cuadros que he estado trabajando para la exposición del año entrante en La Galerie 38.

Aunque estoy en una casa taller para artistas el único cuadro colgado es un retrato al óleo de Mansoura cuando joven, la antigua propietaria de la casa, que parece estar atenta a todo lo que pasa frente a ella.

KienyKe

Publicado en Columnistas Nacionales

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