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Hernán González Rodríguez                                

El diario The New York Times publicó el 16 de julio pasado un artículo con el mismo título anterior. Autora: Genevieve Glatsky. Viajó en avión, automóvil, moto y caminó hasta llegar a la vereda Caño Cabra para poder hablar con los campesinos sobre los cambios en la industria de la coca. No tiene ella la razón en todos sus párrafos, pero resulta interesante mencionar algunas de sus acertadas observaciones.

“Caño Cabra caserío localizado a 265 kilómetros al sureste de Bogotá, en el departamento del Meta.  De repente, esta gente que ya era pobre se quedó sin ingresos. Su comida comenzó a escasear. Emigraron a otras regiones de Colombia en busca de trabajo. El pueblo pasó de tener una población de 200 habitantes a tan solo 40”.

“La compra de pasta en más de la mitad de las regiones cocaleras del país se ha reducido drásticamente o ha desaparecido por completo, lo que ha provocado una crisis humanitaria en muchas comunidades remotas y empobrecidas. Felipe Tascón, el economista que ha dirigido un programa del gobierno nacional para ayudar a los cultivadores de coca a pasarse a los cultivos legales, dijo: “Nunca se había presentado un  bajón tan dramático”.

“En Colombia, políticas del gobierno como el abandono de la erradicación de las plantas de coca y los avances tecnológicos en el cultivo, han elevado la producción a pesar de las décadas de inversión por los Estados Unidos para tratar de desmantelar la industria de la cocaína. En 2022, alcanzaron las exportaciones de coca en Colombia los 18.200 millones, en comparación con los 12.400 millones de 2012, según un análisis de Bloomberg Economics, predijo que en 2022 los ingresos de la coca superarían los ingresos por el petróleo”.

“La caída en la industria de la cocaína es una consecuencia, en parte, del histórico acuerdo de paz, firmado con las Farc, porque financiaban ellos su guerra con la cocaína que les proporcionaban miles de campesinos. Cuando las Farc abandonaron la industria de la cocaína, dijo Leonardo Correa, de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, limitaron el número de agricultores y se concentraron en las regiones fronterizas, desde donde es más fácil sacar la droga del país”.

“Al mismo tiempo, otros países se convirtieron en importantes competidores del Colombia, contribuyendo a los cambios del mercado. Ecuador, Perú y Centroamérica han surgido como cultivadores y exportadores de cocaína. El consumo de esta droga se ha estancado en los Estados Unidos, está creciendo en Europa y América Latina y emergiendo en otras regiones como en Asia”.

“Los nuevos fertilizantes también han facilitado el cultivo de más coca. Los grupos armados colombianos dependen hoy menos de las drogas y más de actividades ilícitas como minería del oro, tala de árboles y tráfico de migrantes”.

“Para concluir. Diego García-Devis, quien dirige el programa de política de drogas de Open Society Fundations preguntó: ¿Qué ingreso va a reemplazar la coca? ¿Otra renta ilegal? ¿La minería? ¿El tráfico de personas, de especies, de maderas? ¿La extorsión?”

Publicado en Columnistas Nacionales

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