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César Salas Pérez       

Pareciera difícil creer que en los Estados Unidos la administración Biden ha utilizado la justicia para neutralizar su mayor adversario político, el republicano expresidente Donald Trump, quien en recientes sondeos de opinión, lleva la delantera en la intención de voto entre los ciudadanos norteamericanos en la elección de noviembre próximo.

Y es que como lo ha declarado públicamente Trump, existe un plan perverso para impedirle que llegue por segunda vez a ser presidente y que estando judicializado, su candidatura quede en el olvido lo que le aseguraría la reelección a un flojo y cansado Biden que se ve cada vez más distraído, desconectado y muy fatigado huésped de la casa blanca.

 Lo último es que Trump se ha convertido en el primer expresidente de EE.UU. en ser hallado culpable en un juicio penal por falsificar documentos de un presunto pago a una mujer y obtener su silencio. La inmediata respuesta del imputado al terminar la audiencia y leérsele el veredicto fue que este es “un juicio amañado” y que seguirá luchando.

Sin embargo, todo esto no ha hecho cosa distinta que revictimizarlo, que su partido el republicano y sus millones de votantes estén más que listos a acompañarlo y que se muestre al longevo presidente actual como un perseguidor y temeroso de una inminente derrota electoral a quien no le quedó más remedio que instrumentalizar la justicia en su favor.

Pero más allá de la decisión judicial, están jugando otra serie de elementos que, sin duda, van a darle a Trump un plus importante para llegar revitalizar al debate electoral, y uno de ellos es el inicio de la solicitud de recaudación de fondos de su campaña donde la danza de los millones y millones de dólares van a marcar la diferencia. Voluntariamente, sus simpatizantes aportarán el dinero suficiente para que sus estrategias, equipo de trabajo y reactivación del sentimiento Trump se dispare en el pueblo americano.

Lo segundo es que Donald Trump será, técnicamente, un delincuente convicto por un delito no grave lo que, paradójicamente, aumentará y estrechará sentimientos de heroísmo y caudillismo entre sus votantes y en los indecisos. Recordemos que el sistema electoral allá no es por tener más votos sino por obtener mínimo 271 colegios electorales, dependiendo de cada Estado y de la suma entre cada uno de ellos. Así las cosas, Estados bisagra o pendulares como Ohio, Florida, Georgia, Pensilvania, Carolina del Norte, Wisconsin, Virginia y Nevada en recientes sondeos han ido mostrando su afinidad por Trump y su descontento por un tibio y alejado Joe Biden. De mantenerse la tendencia, el republicano ganaría.

En tercera medida, la batalla electoral por la casa blanca está asegurada ya que Trump y su robusto aparato jurídico apelará la decisión y el pago de una fianza será más que suficiente para ver lo peor y lo mejor de ambos adversarios en una campaña más emocional que estructural. La gente votará por gusto, por sentimientos y por recuerdos. Aquí, Trump marcará diferencia. Mientras que el presidente candidato mostrará sus resultados en sus políticas públicas internas, pero no tanto en su débil política internacional con una unión americana más como convidado de piedra y poco peso en el exterior. Con graves problemas para explicar el caos y despelote del fenómeno migratorio que tiene alarmados a sus conciudadanos y de cómo la inseguridad ha empezado a ser un tema muy sensible entre los ciudadanos.

Indiscutiblemente, el punto neurálgico de esta elección es el evidente sesgo político que tuvo la justicia americana frente al caso Trump. Es natural que se tenga muy en claro que ningún ciudadano está por encima de la ley, pero también es importante aclarar que una justicia autónoma e independiente sea el país que sea no puede calcular los tiempos ajustados con calendario en mano entre el juicio Trump y el inicio de la campaña electoral.

Es evidente que una voz muy superior e influyente como la de la administración Biden ha seguido al pie de la letra un libreto que busca grosera y arbitrariamente sacar del camino a su principal oponente, al único que le puede arrebatar su reelección y al único al que más le teme por todo el entorno y contexto que implica una revancha electoral casada desde hace cuatro años. Ver cómo un juicio penal se ha ido convirtiendo en un show publicitario con réditos al presidente, es un hecho sin precedentes y de muy mala percepción entre los votantes que opinando están sobre una “cacería de brujas” en contra de Trump.

Así las cosas, los tres procesos que tiene pendientes el expresidente vienen arropados con un manto de duda y de una notoria instrumentalización del aparato de justicia, son ellos, uno por interferencia electoral en Georgia, otro por los documentos clasificados guardados en su mansión de la Florida, y otro por el ataque al capitolio que depende de si el Tribunal Supremo le concede la inmunidad. Palabras más, palabras menos, un guion judicial perfecto para destrozar a cualquiera y mandarlo a una cárcel por varios años.

Es lamentable que esa instrumentalización de la justicia haya llegado a la potencia mundial y hoy sea una de las vigas que sostiene la campaña demócrata reeleccionista.

Por lo pronto, si de política se trata, la partida de ajedrez está abierta y sus jugadores pensando en cómo lograr un jaque mate que les permita jubilarse con la gloria y el poder a sus pies de lo que significa ser presidente de los Estados Unidos de América.

 

 

 

Publicado en Columnistas Nacionales
Super User

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