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Eduardo Mackenzie*  

En la batalla política que existe hoy entre Colombia y el desastroso presidente de turno, el lenguaje, los discursos, los aspavientos, las amenazas, los textos mal ortografiados de Gustavo Petro son armas de combate cultural y psicológico que él utiliza cada día con relativo éxito contra la ciudadanía.

Es indispensable que esa manipulación termine. La mayoría silenciosa, pero también la clase política, la oposición parlamentaria, los editorialistas, los periodistas y los analistas, pueden parar en seco lo que Petro busca: imponer sus propios elementos de lenguaje y dictar los términos del debate y censurar toda descripción verdadera de lo que él hace desde la Casa de Nariño. Esa policía del espíritu, esa mordaza dictatorial, hay que desbaratarla sin tardar.

Por ejemplo, en estos días, en un mitin en Cali, Petro amenazó al Congreso con reunir una asamblea Constituyente si éste no le aprueba sus desastrosas iniciativas, sus mal llamadas “reformas”. Petro gritó que gracias a una asamblea constituyente él podrá obtener “las reformas sociales que el pueblo a través de su voto ordenó”.

Esa charlatanería es insoportable. Petro no quiere “reformar las instituciones”. Petro no quiere que una magna asamblea le entregue una nueva constitución democrática que limite las actuaciones del poder ejecutivo y separe los poderes para cerrarle el paso a toda tentación autocrática.

Lo que Petro quiere es reunir a sus conmilitones, no al pueblo soberano, para que le redacten un papelucho que le permita instaurar una “vertical del poder” similar a la de su admirado Vladimir Putin, que oprime a Rusia desde hace 20 años e invade a Ucrania y amenaza al mundo con el arma nuclear sin presentarle cuentas a nadie. Lo que quiere Petro no es modificar seis temas de la Carta Magna de 1991: quiere borrar todo lo que ésta dice. Quiere zafarse del sistema democrático para satisfacer los intereses criminales que ayudaron a financiar su campaña. Petro no logrará jamás hacer ver eso como una “transformación de las instituciones”.

Lo que está haciendo Petro en estos momentos es urdir la abolición de la Constitución de 1991 y ponerle una muralla a toda constitución democrático-liberal. Es un golpe de Estado en regla, bárbaro, solapado, que empujará al país hacia el pasado, hacia el feudalismo. Lo que fabrica Petro desde la Casa de Nariño insulta al Precursor de la Independencia. ¡Fuera Petro de la Casa de Nariño!

El masivo rechazo que ha generado el insólito ultimátum de Petro al Congreso es un buen signo: el país es lúcido y no quiere validar la aventura petrista, y sabe que la gestión gubernamental en estos 18 meses ha sido desastrosa y puede degenerar aún más. Por otra parte, emerge la actitud patriótica del Congreso y de los parlamentarios, de la sociedad en general. Constataron que Petro dirige una lucha a muerte contra la democracia y que a esa sentencia de muerte hay que oponerse con determinación hasta derrotarla completamente. La férrea defensa del Congreso que ha hecho Iván Name, el presidente del Senado, muestra el aislamiento en que se encuentra Petro. Según El Colombiano, Iván Name calificó de “suma gravedad” el hecho de que Gustavo Petro “haya planteado literalmente un golpe de mano institucional”. Name agregó: “Este no es un Congreso genuflexo, este Congreso no está dispuesto a aceptar que el presidente de la República profiera una amenaza a la democracia y al Congreso”.

¿Ante esa actitud patriótica y valerosa, que le queda a Petro? ¿Cerrar el Congreso y enviar los tanques del Cantón Norte? 

Como no controla mayorías en ninguna de las dos cámaras, Petro disimula su plan golpista bajo el ropaje simpático y provincial de unos “cabildos abiertos”. No es sino abrir unos centímetros la cortina para ver el fondo de tales “cabildos”: las Farc (segunda Marquetalia) y las milicias del ELN --que negocian ambas con Petro la “paz total”--, y los carteles narcos, se agitan para ponerse en convergencia con las llamadas “mingas indígenas” –de carácter paramilitar que no representan a los indígenas del país--, y con las “primeras líneas” –bandas atroces responsables de centenas de muertos, heridos, lisiados, quemados, destrucciones y saqueos durante los alzamientos petristas de 2021--.

Tales son las fuerzas “populares” con las que Petro espera hacer cuatro cosas: disolver el Congreso, declarar la conmoción interior, gobernar por decreto y montar un remedo de constituyente para que adapte el modelo de “Estado comunal” de Hugo Chávez en 2007.

El síndrome de Pedro Castillo

La cultura política de Petro está, en efecto, impregnada de las mañas y creencias de ciertas dictaduras marxistas. Como Evo Morales, está convencido de que tumultos y marchas invasoras, prefabricadas y financiadas con dineros obscuros, pueden tomarse la capital y conducir a la apertura de una asamblea constituyente. La Constitución vigente no dice que una Constituyente pueda ser el resultado de las vías de hecho. Pero eso no le importa a Petro. Como el peruano Pedro Castillo, Petro calcula que si el Congreso no le aprueba sus “cambios” socialistas puede cerrarlo y confeccionarse una constituyente de bolsillo.

Pedro Castillo llegó en 2022 a una crisis parecida a la de Petro y terminó en una cárcel por acudir al golpe disfrazado. El New York Times escribió: “El 7 de diciembre, el Congreso [peruano] tenía previsto votar por la tarde si destituía o no al presidente, Pedro Castillo, por cargos de corrupción. Sin embargo, el presidente, tratando de frustrar la votación, anunció la disolución del Congreso y la instauración de un gobierno de emergencia, en lo que fue rápida y ampliamente condenado como un intento de golpe de Estado”. Otro detalle: Castillo anunció que convocaría un nuevo Congreso para que redactara una nueva Constitución que reorganizara el poder judicial. El diario americano recordó que Castillo, cuyo lema preferido era “No más pobres en un país rico”, se había presentado como una “ruptura con el pasado corrupto del país”. Pero pronto Castillo “se vio envuelto en escándalos y no cumplió muchas de sus promesas”. 

Lo que siguió todo el mundo lo sabe. Luego de que Castillo anunciara su decisión de disolver el Congreso las fuerzas armadas y la policía, sin demora alguna, rechazaron la decisión de Castillo. The Economist narró: “El Congreso votó [la] destitución [de Castillo] por 101 votos a favor, 6 en contra y 10 abstenciones. Fue detenido después de que los manifestantes, y los graves atascos de tráfico, impidieran que se refugiara en la embajada mexicana”. Y el tinglado de Castillo siguió cayendo: “Altos funcionarios del gobierno renunciaron en rápida sucesión, expertos en derecho calificaron su iniciativa de ilegal, e incluso el antiguo abogado personal del presidente lo reprendió. Estados Unidos también se unió al coro de disconformidad”, resumió el NYT.

Lo curioso es que años atrás, en 1992, otro presidente peruano, Alberto Fujimori, envió tanques para cerrar el Congreso de Perú y tuvo éxito: gobernó como un autócrata durante los ocho años siguientes.

¿Cuál será la suerte de Colombia? ¿Un golpe infame pero triunfante como el de Fujimori, o uno fracasado a tiempo, como el de Castillo? 

La gran lección de esos procesos es que las instituciones deben estar alertas, vigilar cada movida rara, detectar los signos leves de un golpe de Estado para ripostar a tiempo y con energía. La libertad y la democracia no son bienes permanentes, son realidades frágiles que hay que saber cuidar con celo, si no queremos terminar en el socialismo. O en lo que el escritor Constantin Leontiev predecía para Rusia hace más de un siglo: “El socialismo es el feudalismo del futuro” (1).

(1).- Según Robert Conquest, en su prefacio a la obra de Pavel y Anatoli Soudoplatov Missions Spéciales (Editions du Seuil, Paris,1994, pagina 11)

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¿Una diagonal para quebrar a Colombia?

Eduardo Mackenzie

¿Qué hay detrás del súbito anuncio del gobierno de que creará 11 nuevos departamentos? ¿El plan verdadero sería de 12 nuevos departamentos? ¿Por qué Gustavo Petro prepara eso en secreto? ¿Para qué servirá esa ringlera de nuevos departamentos? ¿Qué papel juega en todo esto Venezuela?

Gracias al excelente informe de IFM Noticias supimos el 13 de marzo pasado que existe un plan en ese sentido y que Gustavo Pedro lo esbozó sin dar detalles cinco días antes en Turbo. El presidente quiere sacar del cubilete 11 o 12 nuevos departamentos. No se trata de una creación que resulte de la evolución normal de la demografía y de las rentas de ciertas regiones del país, que son los criterios principales para crear en Colombia departamentos. Lo de Petro es otra cosa. Quiere hacer eso por razones extrañas y pasando por encima del Congreso, es decir burlándose los 46 artículos del título XI de la Constitución Nacional. ¿Podríamos esperar algo diferente de él?

Petro dijo entre dientes lo que quiere. Habló de una “transformación del territorio”. Pero “transformación” es la falsa descripción de lo que él busca. La ambición de Petro es, como veremos, agravar la fragmentación del territorio: 12 departamentos actuales serían afectados. Tal empresa tendría nefastas consecuencias.

Antes de ir al fondo del asunto hay que recordar que Francia Márquez es la pionera en ese tipo de aventuras. En julio de 2022, la vicepresidenta anunció que crearía el “Departamento del Litoral Pacífico”, una descomunal entidad con 62 municipios que absorbería todo el territorio de Chocó y los tres otros departamentos de la Costa Pacífica: Valle del Cauca, Cauca y Nariño.

Yo critiqué ese engendro en un artículo del 18 de julio de 2022 y denuncié que, en realidad, el instigador era el senador petrista Alexander López, presidente del Polo Democrático, quien aspiraba a ser el primer gobernador del nuevo departamento y de su formidable presupuesto (1). La propaganda decía que, esta vez, el Chocó sí tendría “inversiones sociales”. Después, el proyecto desapareció de los radares. Y ahora aparece la idea de los 11 nuevos en donde la idea de acabar con Chocó persiste. En el esquema que imagina Gustavo Petro, Chocó es mutilado: de allí saldrían dos departamentos: “Pacífico sur” y el “departamento de Urabá”.

El plan tiene objetivos tenebrosos. Enumeremos algunos:

1.       El asunto aparece como una venganza de Petro contra Antioquia. Antioquia quedaría sin salida al mar y los antioqueños perderían un millón 253 mil habitantes, 8 324 kms² y 11 municipios, así como sus inversiones en las ricas tierras bananeras y su comercio marítimo y fluvial. El departamento perdería los recaudos fiscales, etc. La bronca de Petro contra Antioquia es de las cosas más abominables del personaje. Probablemente, Antioquia no se dejará maltratar. Petro va a perder unas cuantas plumas en ese lance.

2.      El artículo de IFM Noticias explicó que uno de los asuntos que trató Juan Fernando Petro, hermano del presidente, en la reunión en Medellín [el 19 de febrero de 2024] con los alcaldes de la región de Urabá era la de “avanzar en la materialización de la creación de un nuevo departamento diseccionando al de Antioquia”, razón por la cual no fue invitado el gobernador de Antioquia, Andrés Julián Rendón, “episodio que se repitió con la visita [el 8 de marzo de 2024] del presidente Gustavo Petro a Turbo, a donde tampoco fue invitado el gobernador Rendón, lo que fue visto como un insulto, como un “salto de protocolo” (2).

3.      En realidad, fue una reunión cerrada, a espaldas del gobernador de Antioquia, de la prensa y del país en general. Fue una reunión semiclandestina, indigna de un jefe de Estado. Gustavo Petro se reunió como jefe de una facción, con personas escogidas con criterio sedicioso.

4.      Los departamentos de Nariño, Cauca y Valle del Cauca también serán castigados: desaparecerán y serán substituidos por una cosa que el gobierno quiere llamar “departamento Pacífico sur”.

5.      Petro y quizás la vicepresidente Márquez están trazando así una sutil y curiosa diagonal con esas nuevas entidades. Esa diagonal atraviesa el país y divide en dos grandes sectores a Colombia: la línea parte de un territorio de frontera con Venezuela (en el extremo norte del actual departamento de Santander del Norte) y terminaría en la costa pacífica colombiana, en el supuesto “departamento de Pacífico Sur”, donde vemos que queda Cali y, sobre todo, el estratégico puerto de Buenaventura, el principal de Colombia.

6.      Esa diagonal estaría conformada por enclaves bajo control de petristas, que ellos llamarían “nuevos departamentos” y que van desde la frontera con Venezuela hasta el Océano Pacífico con sus ciudades de Buenaventura y Cali.

7.      Esas nuevas entidades autónomas más que departamentos serían feudos podridos del petrismo con población, burocracia, finanzas, infraestructuras y destacamentos de la fuerza pública bajo control y al servicio de unos intereses que no parecen claros. Ante tal opacidad no hay más que utilizar el derecho a conjeturar y a investigar.

8.     Es obvio que el gobierno tiene en mente crear un departamento adicional, el número 12, para que la continuidad de la diagonal citada no se rompa al norte de Cundinamarca. El nuevo departamento 12 resultaría de la desaparición de Caldas y Risaralda y del norte del departamento del Valle del Cauca, para conformar una nueva entidad territorial sin nombre por ahora, para completar así la línea divisoria que abriría un pasaje confortable para que Venezuela transite, con un gran oleoducto y un troncal vial especial, sus exportaciones/importaciones hacia o de China y los otros países asiáticos. Nadie ignora que esa era, precisamente, una propuesta explícita de Caracas en tiempos de Hugo Chávez, para que aquellos tráficos escaparan a la influencia y control naval de Estados Unidos en el Mar de las Antillas.

9.      Esa alteración de la geografía política colombiana podría estar inspirada en una lógica mafiosa más que en una lógica republicana respetuosa del interés general. Si ello no es así ¿por qué el gobierno tramita ese proyecto furtivamente y a espaldas de las autoridades elegidas, alcaldes, gobernadores, asambleas departamentales y concejos municipales?, ¿y sin contar con el Senado y la Cámara de Representantes? De hecho, es gestionado por agentes de Petro y por miembros de su familia.

10.  Esa línea divisoria imaginaria --pero muy real desde el punto de vista político, económico, militar y demográfico--, aumentaría las divisiones intrínsecas del país a causa de su rica y complicada topografía (tres cordilleras, llanos orientales, selva amazónica), y agravaría el aislamiento de las regiones Atlántica y Pacífica. 

Hay otros aspectos del problema, sobre todo el impacto de las nuevas divisiones en materia fiscal, electoral, productivo, energético y de seguridad (carteles y bandas narco-guerrilleras), pero eso será materia de otro artículo. El debate continúa.

Notas:

(1).- https://costanoticias.com/francia-marquez-quiere-echarle-mano-al-puerto-de-buenaventura-por-eduardo-mackenzie/

(2).- https://ifmnoticias.com/especial-avanza-agenda-oculta-para-crear-nuevos-departamentos-asi-lo-harian-segunda-parte/

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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