La víspera, 4 ucranianos murieron y otras 30 personas fueron heridas por bombardeos rusos en Kryvyi Rih, la ciudad natal del presidente Volodimir Zelenski. Un centro comercial y decenas de viviendas fueron destruidos por nueve misiles rusos. “En Karkiv, la segunda ciudad de Ucrania, un complejo industrial y una escuela fueron dañados por cuatro misiles. Una mujer de 63 años murió en otro ataque al sur de Karkiv. Dos personas más perdieron la vida en ataques contra Jmelnitski. Zaporiyia, donde se encuentra una planta nuclear, también sufrió bombardeos durante la noche”, resumió France 24.
Ello demuestra que las medidas de Washington de cortar la ayuda militar y electrónica a Ucrania han debilitado las capacidades de defensa antiaérea de ese país en guerra hasta el punto de que los misiles Scalp (Storm Shadow), fabricados por el Reino Unido y Francia, que alcanzan objetivos a 250 km de distancia, no pueden ser utilizados por Ucrania pues requieren datos sobre sus objetivos develados casi siempre por los satélites y la vigilancia electrónica de Estados Unidos. Así, el terror putiniano se redoblará rápidamente.
Nunca antes un gobierno de Estados Unidos había capitulado en forma tan decidida y vergonzosa ante un poder totalitario. Con el argumento falaz de que ayudar al agresor hace que el agredido se rinda y firme la paz, Donald Trump dio esas órdenes absurdas, así como lo había hecho cuando firmó, el 29 de febrero de 2020, en su primer mandato, la salida apresurada del contingente estadounidense que luchaba con otros aliados en Afganistán contra los talibanes, lo que desembocó en la catástrofe humanitaria que vive hoy ese pobre país. Su sucesor cumplió el Acuerdo de Doha, que garantizaba el retiro de Estados Unidos sin haber exigido siquiera llegar a un alto el fuego. “Trump hizo un trato vergonzoso y deshonroso”, declaró el analista político afgano Waise Nasiri. Joe Biden apareció, así, como el responsable de ese desastre.
¿Qué aplicación de su magnífica técnica negociadora, de ceder ante la fuerza bruta, trató de hacer Trump durante sus sonrientes contactos con el dictador de Corea del Norte, alias rocket man? ¿Qué recóndita solución prepara Trump, con su maravilloso método, ante el caso de Taiwán? La historia lo dirá.
La suspensión de la ayuda a Kiev, y la orden de dejar sin información de inteligencia al ejército ucraniano para obligarlo a cesar su resistencia contra los rusos, equivale a un acto de traición sin nombre que pone en juego la supervivencia de un país cuyos soldados derraman su sangre desde 2014 “para defender los valores del mundo libre”, como le recordó a Trump el expresidente polonés Lech Walesa en su carta del pasado 3 de marzo, firmada por 40 expresos políticos del régimen comunista en Polonia que comparan la agresión de Trump a Zelensky, el 28 de marzo en la Casa Blanca, con un “interrogatorio” de la era comunista.
JD Evans aportó su grano de bellaquería a la campaña contra la Europa: insultó a las fuerzas militares de Francia y Gran Bretaña. Dijo que enviar un contingente de 20.000 soldados de paz a Ucrania era la iniciativa de “un país cualquiera” que “no ha luchado durante 30 o 40 años”. El vicepresidente olvida que esos países perdieron vidas combatiendo en Afganistán y en Siria, con Estados Unidos, contra los talibanes y el Estado islámico. “Los aproximadamente 600 soldados que murieron por Francia merecen respeto”, respondió el ministro francés de las Fuerzas Armadas, Sébastien Lecornu. Vance trató de borrar su afrenta, pero no lo logró: mostró que en la Casa Blanca se respira ahora un aire de odio por sus aliados o exaliados y de ominosa confianza en el Kremlin.
Para que no quede duda, el 6 de marzo, Trump reiteró la ofensa. “Si Estados Unidos tuviera un problema y llamáramos a Francia o a otros países que no nombraré diciendo 'tenemos un problema', ¿cree que vendrían a ayudarnos? No estoy seguro...” Debería estarlo. Francia ayudó a la independencia americana con el envío del general La Fayette y sus hombres que contribuyeron a transformar los campesinos rebeldes de George Washington en verdaderos soldados.
Francia luchó al lado de Estados Unidos en Corea (1950-1953), en Libia en 2011, y en la batalla contra Daech desde 2014. Durante la guerra en Afganistán, Francia envió, entre 2002 y 2013, 50.000 soldados incluidos 4.000 en el momento álgido del despliegue. Francia perdió allá 90 hombres en 11 años, fuera de los cientos de heridos y lisiados que dejó esa guerra. “El año 2011 fue el más mortífero para el ejército francés, con 26 soldados muertos en operaciones. Además del costo humano, la participación de Francia en la guerra de Afganistán tuvo un costo financiero real para el ejército. En 2010, el costo adicional de las operaciones exteriores ascendió a 867 millones de euros, de los cuales 470 sólo en el teatro afgano, es decir, casi 1,3 millones de euros al día” detalló el especialista Jean-Dominique Merchet al diario Le Figaro. Francia es la única potencia europea poseedora del arma nuclear autónoma. El Reino Unido tiene armas nucleares pero su uso depende de Washington.
Trump no quiere saber lo que dice Ucrania: que el sistema putinista es un fracaso, es un régimen criminal inestable que amenaza al mundo con sus ojivas nucleares y espera doblegar a Ucrania para poner enseguida bajo su hegemonía al resto de Europa y destruir la civilización occidental. Empero, Putin no ha podido en tres años de guerra lograr lo que creía poder hacer en tres días: tomarse a Kiev para liquidar a Zelensky y anexar a Ucrania.
Trump debería saber que Occidente tiene una deuda importante con Ucrania: protegió la primera línea de la OTAN, que pasa lejos de sus propias fronteras. Gracias a la audacia de la marina ucraniana, la flota rusa del Mar Negro tuvo que abandonar Sebastopol y reubicarse en Novorossiysk. “Ello impidió la extensión de la guerra”, explicó Olga Stefanichyna, viceprimera ministra de Ucrania, antes de lanzar una advertencia: “Si Ucrania pierde la guerra, las tropas rusas llegarán a las fronteras de la OTAN y después irán más allá de las fronteras de la OTAN” (1).
No obstante, Putin jamás ha estado tan cerca como ahora de alcanzar sus objetivos pues ha convertido a la Casa Blanca en el instrumento de su victoria sobre un país indomable de 38 millones de habitantes que lucha por su libertad.
La decisión de Trump de “suspender” el envió de armas y de inteligencia electrónica a Ucrania fue un acto pérfido pues no fue acompañado de condiciones razonables que le permitan a Ucrania recuperar ese apoyo.
Trump le exige a Zelensky hacer una “pausa” en la guerra, como si Ucrania la hubiera desatado. Al agresor, Trump no le exige nada. Por el contrario, le hace regalos y guiños. Trump sabe que Moscú no quiere tregua ni cese al fuego en Ucrania. Putin lo ha dicho en estos días. Con tal doctrina, que le da una cara pavorosa al nuevo poder en Washington, Trump aspira a que el comité noruego le conceda el 10 de octubre el Premio Nobel de la Paz. ¿Para eso llegaría hasta aceptar hacer una aparición en el desfile militar del 9 mayo en la Plaza Roja de Moscú?
La política de Trump está destinada no solo a impresionar a Zelensky, quien demuestra muy bien, desde abril de 2014, lo que es el coraje y la firmeza contra la guerra bestial del imperialismo ruso: pretende dividir el país y fomentar rivalidades en el alto mando de las fuerzas ucranianas. Forzar el desgaste del Churchill ucraniano, como hizo en el Salón Oval, es una meta de Putin que apunta a la destitución de Zelensky y a la instalación de un grupo fantoche prorruso en la presidencia de Ucrania.
Europa ante el desastre trumpiano
Al tratar de sacar a Zelensky y a Europa de las “negociaciones de paz” en Ucrania, y al decretar unilateralmente nuevas tarifas aduaneras a Europa y otros países, Trump hace entrar al mundo en una nueva era sin que la amenaza de la fuerza contra el derecho haya sido debilitada.
Trump acusa injustamente a Europa de dejar el peso de los suministros a Ucrania en manos de Estados Unidos. Si Washington envió su ayuda a Ucrania desde febrero de 2022 lo hizo por motivos propios, de defensa de su posición y de sus intereses, no para proteger gratuitamente a nadie. Sin embargo, esa queja y otros elementos de lenguaje (que parecen telegrafiado por Moscú) recorren ahora algunos paneles de televisión en Francia con el objetivo de torcer la realidad, ridiculizar el patriotismo y objetar la construcción de una Defensa Europea autónoma que proteja al Viejo Continente de las amenazas emergentes.
Como Ucrania fue abandonada por Estados Unidos, los gobiernos europeos decidieron movilizarse más que nunca. Los presidentes y primeros ministros del continente se reunieron dos veces, en Londres y en Bruselas, para analizar la coyuntura y crear un fondo común de 800 millardos de dólares para ir hacia un rearme convincente. Ese fondo fue aprobado por unanimidad.
(1).- Revista Polítique Internationale, Paris, n.182, página17.