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Juan David Escobar Valencia

Aunque parezca extraño, en la lista de sospechosos también se encuentra él, y por ello se obsesiona en construir una imagen idealizada de sí mismo.

Describiré parte del terrible perfil sicológico del líder de un país que omitiré decir, y espero que adivine de quién se trata, aunque le sugiero que a pesar de la inevitable conclusión que surja inmediatamente, lea la descripción hasta el final.

Revolucionario y bandido de baja cuna desde su juventud, pero también desde joven convencido de una superioridad autoasumida que aumentaría incesantemente con el tiempo, que suele ser la reacción al reconocimiento interno, pero prohibido de ser dicho para otros, de un complejo básico de inferioridad.

La necesidad de proteger el creciente ego narcisista configura lo que el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM- IV-TR) denomina como: “personalidad paranoide”, que manifiesta una enfermiza desconfianza generalizada hacia los demás, de quienes sospecha sin reserva de condición y filiación.

Aunque parezca extraño, en la lista de sospechosos también se encuentra él, y por ello se obsesiona en construir una imagen idealizada de sí mismo, como se observa en sus discursos, declaraciones, y autocalificaciones, manipulando la información y la literatura que otros recibieran sobre él y sus actuaciones, de forma que controlase el pensamiento de sus compañeros políticos y de los ciudadanos, de quienes esperaba que lo vieran como una figura “épica” y la materialización de la salvación no solo de ellos sino de la civilización.

El fortalecimiento de dicha imagen, con mentiras y repetición, al mismo tiempo pretende aliviar sus temores y supuestamente disminuirlos con el tiempo. Pero apaciguar la paranoia requiere de una fortaleza casi inexistente y por eso recurre a que sean “sustancias extracorporales” las que intenten cumplir el trabajo. Con tan mala suerte, como es frecuente, que dichas sustancias con el tiempo no solo se vuelven insuficientes sino por el contrario, profundizan el problema y alimentan los ataques depresivos, cambios de humor y estados de ánimo inestables.

La mezcla de sus delirios de omnisciencia y omnipotencia, una personalidad destructiva y el sentimiento paranoico de ser perseguido por todo y por todos, lo hizo sospechar, perseguir y hasta eliminar a cuantos fueron cercanos o por alguna razón trabajaron con él, como su gabinete, que quienes lograron sobrevivirle y le conocieron de verdad, no por referencias sino por exposición directa, nunca se expresaron positivamente de él, y sus registros solo hablan de la maldad de su ser, la abrumadora capacidad de crueldad y la ausencia absoluta de escrúpulos para destruir todo lo que él consideró equivocado por no ser su creador, y reconstruir el mundo y la sociedad de la que solo él tenía la conciencia clara de lo que debían ser.

Puedo apostar a que sé en quién está pensando, pero le tengo una mala noticia. No es el marxista que usted está creyendo, es otro, que no le alcanzó el tiempo para esparcir nada por el universo.

Era “Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, que en su juventud adoptó el nombre de Koba (un héroe ficticio georgiano), luego Stalin (hombre de acero), Thavarish Stalin (camarada Stalin), Vileki Stalin (Gran Stalin), Nash Vilekei Voshd (Nuestro gran líder) y finalmente Otsa Narodov (Padre de la Patria)”.

https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 17 de marzo de 2024.

Publicado en Columnistas Nacionales

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