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Juan David Escobar Valencia

No sobraría considerar un posible escenario futuro de un tsunami de productos chinos a precios con los que nuestras industrias no pueden competir.

Hace 8 años di una conferencia para una empresa del sector del aluminio analizando el posible impacto que tendría en ese sector el resultado de las elecciones presidenciales en EE.UU. en 2016.

Trump basó parte de su campaña en convencer a muchos atribulados trabajadores estadounidenses que sus problemas laborales se resolverían porque su gobierno, que volvería a hacer grande a América, acabaría con sus peores enemigos: los migrantes mexicanos, que se eliminarían construyendo un muro que México pagaría; y las importaciones desde China, que se limitarían. No podía saber en ese momento cómo dichas restricciones impactarían específicamente a la industria estadounidense del aluminio, que hizo aportes a su campaña, ni prever con precisión el cierre hace unas semanas de la planta de fundición de aluminio primario en Missouri, Magnitude 7 Metals, porque si adivinara el futuro no tendría que trabajar, pero recuerdo haber señalado que más importante aún que los efectos para EE.UU., serían los efectos para el resto de la industria mundial del aluminio.

Hace unas semanas se conoció el estudio: Help for the Heartland? The Employment and Electoral Effects of the Trump Tariffs in the United States, que concluye que las restricciones a las importaciones en EE.UU. durante el gobierno Trump, “tuvieron efectos sobre el empleo insignificantemente negativos o insignificantemente positivos”, al contrario de lo prometido en campaña, pero fueron electoralmente muy rentables. Pero ahora lo que importa son los posibles escenarios futuros.

Aunque la política de Biden con China es casi exacta a la implantada por Trump, que de ser reelegido previsiblemente intensificaría las sanciones y limitaciones a China, lo que tendría un efecto diferente no serían solo las sanciones a China sino el efecto global, dadas las circunstancias y condiciones que tiene y tendrá China en los próximos años: un estancamiento o declive económico, aunque no colapso; lo que he mencionado desde hace años en esta columna.

El modelo chino obtuvo considerables resultados positivos en muchos aspectos y más rápido que cualquier otra nación en la historia, pero sus fallas estructurales empezaron a evidenciarse hace unos años, incluso desde antes de la pandemia que las ocultó, y dejarán un sistema productivo sobredimensionado, altamente endeudado, con una demanda externa reducida y sin la irreal opción del consumo interno.

Lo que a mi me parecía un escenario delicado en 2016, ahora podría serlo aún más, porque ese aparato productivo ocioso, al borde de la quiebra y sin acceso al mercado estadounidense, buscará encontrar salida a su sobreproducción, inundando el resto del mercado mundial con mercancías a precios irracionalmente bajos, con tal de no cerrar las fábricas y aumentar el desempleo chino a niveles que amenacen la permanencia del Partido Comunista Chino (PCCh) en el poder.

No sobraría considerar un posible escenario futuro de un tsunami de productos chinos a precios con los que nuestras industrias no pueden competir, en países con una porosa infraestructura de vigilancia y control a las importaciones ilegales y el contrabando. Al PCCh no le importa si usted se quiebra, sino si él se quiebra.

https://www.elcolombiano.com/, 18 de febrero de 2024.

Publicado en Columnistas Nacionales

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