Inicia un nuevo año y las emociones son más visibles que la misma realidad. Pedimos al de arriba lo de siempre, sin embargo, cuando meditamos como ciudadanos, vemos que la fe y el optimismo están empañados por el desgobierno petrista, tejedor incansable de modelos obsoletos y fracasados que han sumido en la miseria a cuanto pueblo ha caído en sus feroces garras, el comunismo.
Y es que las cosas empiezan mal desde el ejemplo con un mandatario absolutamente carcomido por el odio y deseo destructivo de todo aquel que no comulgue con sus creencias dogmáticas marxistas. Dividir, confrontar, destruir, adular, someter, son algunas palabras de su léxico.
De ahí para abajo, su séquito de colaboradores que más bien parecen activistas fundamentalistas que funcionarios. Ese optimismo típico del colombiano de a pie va perdiendo fuerza cuando vemos que los delincuentes, con o sin prontuario criminal, figuran como los protagonistas principales de las políticas, planes y programas del desgobierno. Lamentablemente, la escuela Santos dejó un pésimo mensaje de impunidad en la sociedad que hoy vitorea y aplaude el señor presidente con su “paz total”.
Y aunque el optimismo existe, sigue recibiendo golpes certeros como la grave situación de inseguridad y el desborde sin precedentes de la criminalidad en cada municipio y ciudad de la patria. El miedo a un ataque terrorista, a una bala perdida, al secuestro o la extorsión, a una toma guerrillera o a la persecución política son algunos de los temores ciudadanos ya vividos recientemente, pero revividos con celeridad por el comandante en jefe de las FF.MM y de Policía que ató sus manos permitiendo volver a toda Colombia en una zona de despeje sin Dios ni ley.
Pero seguimos perseverando y aunque los informes de prestigiosas organizaciones mundiales del año anterior, ubiquen al país en posiciones deshonrosas Por ejemplo en el índice de criminalidad (Informal Economy, 2023), nos ubica como el segundo país del mundo con más presencia de crimen organizado.
De esa misma fuente, Colombia ocupa el puesto 139 de 180 en el índice de libertad de prensa; o el más reciente anuncio de Naciones Unidas sobre el deterioro en materia de seguridad por el fenómeno de la violencia y escalada de grupos al margen de la ley.
Para la interpretación de cifras y estadísticas están los expertos, nosotros nos hacemos una idea de que las cosas van muy mal y no precisamente, con tendencia a mejorar sino a empeorar.
Afortunadamente, los frescos aires de la libertad y la democracia manifestados en las ultimas elecciones regionales, la gente evaluó la debacle del gobierno Petro
Y les otorgó la victoria a los candidatos de oposición, hecho calificado como un triunfo de derecha y un campanazo de alerta al gobierno que lleva un mensaje de urgencia donde el país va muy mal en todos los flancos y un desgobierno tan pobre como preparado ante el mayúsculo reto del ejercicio de la gobernanza.
Claro quedó entonces que todas las elecciones son distintas y que las verdaderas transformaciones de país nacen desde y para las regiones. Jamás los fortines políticos y el poder económico de un gobernante podrán ser superiores al sentido común de los ciudadanos.
Seguridad, es la política pública más demandada en estos momentos en cada lugar de la patria; lucha frontal y resultadista contra la corrupción y la generación de empleo formal bien remunerado, es el componente que la gente exige a sus mandatarios en los territorios. El que no esté sintonizado y siga echando discursos y hablando milonga, que se dedique a otra cosa porque el actual optimismo nacional es “diciendo y haciendo”.
Se acabaron los tiempos de espera, la situación se torna insostenible y no sería justo que el ejecutivo siga paralizado por su poca acción y gran omisión. La justicia debe recuperar su legitimidad, autonomía e independencia y fallar conforme a derecho. Inaceptable si continúa ideologizada. Y muy lamentable lo de la rama legislativa con congresistas temerosos que en sus pueblos hablan con firmeza y en el capitolio expectantes al llamado del gobierno y sus componendas para pupitrear las reformas de la destrucción del sistema de salud, pensional, laboral y las que tiene agendadas el presidente.
Pese a que falta tiempo para que cese la horrible noche, somos optimistas, hay esperanza, gente haciendo las cosas bien y en silencio, y con la fe intacta en que Colombia saldrá del atolladero y recompondrá el camino.