En la política local hemos visto con frecuencia como el acceso al poder público ha significado una curiosa coincidencia con ser poseído por la “buena suerte económica”. En español, volverse absurdamente rico. Pero la gente mal pensada y con el alma ensombrecida, dentro de la cual yo no puedo ser incluido, ha optado por asumir que el enriquecimiento súbito es culpa exclusivamente de la corrupción y el espíritu ratonil. ¡Qué mentes tan podridas definitivamente!
¿Por qué no pensar simplemente que existe una relación entre el poder y la suerte? Poco se ha hecho para establecer científicamente una correlación entre estar o no en el poder, y tener buena o mala suerte.
Recuerden a un exgobernador, que aspira a cualquier cosa que pueda, que aumentó como por arte de magia su patrimonio luego de ser “víctima” del encantamiento mágico que implicó llegar al poder regional y local. Y si un solo caso no les parece suficiente, ¿no han pensado que la “buena suerte económica” que “súbitamente” adquirió quien ahora sale de la alcaldía, es otro ejemplo del mágico efecto que tiene volverse alcalde, si uno tiene la predisposición de aceptar mansamente que las “misteriosas energías” del poder logren que pases de ser un “pobre joven” de barrio humilde, empresario fracasado y levantado con tomates, a ser “involuntaria y accidentalmente” muy rico? Al parecer para quienes están abiertos a las ideas mágicas y los “caminos alternativos”, ser alcalde o gobernador, “da buena suerte”.
Estar en el poder parece que trae buena suerte, pero también es posible que no estar en él podría quitártela. Hace casi dos meses, escribí la columna, “El futuro de los paramilitares de Putin”, en la que planteaba posibles escenarios para el Grupo Wagner y para su líder, Yevgeny Prigozhin. Sobre este dije en ese momento: “El futuro de Prigozhin está “supuesta y temporalmente” asegurado en su exilio en Bielorrusia, pero no debe dormir tranquilo.” ¡Qué mal pensado amanecí ese día!
Las mentes oscurecidas por el pesimismo conspirativo estarán pensando que la supuesta muerte la semana pasada de Prigozhin, fue un atentado diseñado desde el Kremlin por el nuevo Zar de Rusia que quería librarse de su asesino favorito, al que en mala hora se le subieron los humos. ¡Qué mentes tan podridas definitivamente! ¿Por qué pensar siempre lo peor?
¿Qué iba a imaginarse el perverso Prigozhin que, luego de ser el todopoderoso paramilitar de Putin, lleno de dinero y con ínfulas de superioridad sobre las fuerzas militares de Rusia, al caer en desgracia también mágicamente se caería el avión en que supuestamente iba la semana pasada? ¿Conspiración? ¡No hay que pensar mal!
Si consideran la relación entre poder y suerte, entenderán que simplemente no hay peor maldición que perder el poder. Dejen a Putin tranquilo. Pobre hombre. Todo lo malo que sucede se lo endilgan a un alma buena que solo desea el bien, y que para no perder la “buena suerte”, no suelta el “poder” desde hace 23 años.
https://www.elcolombiano.com/, Medellín, 28 de agosto de 2023.