os diálogos del Gobierno con el Eln están cada vez más enredados. Era de esperarse. Lo hemos advertido desde aquí: el Eln tiene la sartén por el mango y no tiene ninguna voluntad de llegar a un acuerdo de paz para desmovilizarse y desarmarse. Le interesan los diálogos como una tribuna para tener protagonismo y notoriedad nacional e internacional, para reivindicar el carácter político de su discurso, y para tratar de justificar su existencia después de ¡más de sesenta años! de acción violenta contra la sociedad y contra el Estado.
Este es el peor momento para negociar con el Eln. No hay ninguna probabilidad de éxito. A las razones de los fracasos anteriores con ocho gobiernos, hoy se suman otras razones adicionales.
En efecto, nunca el Eln se había sentido tan empoderado, con tantas posibilidades de crecimiento militar y expansión territorial, con tantas y crecientes fuentes de financiamiento económico en Colombia, Venezuela y otros países, sin la presencia en muchas zonas y el protagonismo mediático nacional de su competidor histórico, que eran las Farc, y con un gobierno que no parece tener ni la voluntad, ni la determinación ni la estrategia para enfrentarlo y debilitarlo militarmente, sino, más bien, que es renuente al uso de la fuerza armada del Estado para contener, disuadir y debilitar a las bandas armadas que hoy asolan el país.
Por eso su tono altanero y hasta despectivo con el Gobierno, con Petro y con su política de paz total, a la que ningunean señalándola como mera “cantaleta”. Por eso le dieron un portazo al rechazar públicamente el supuesto cese del fuego que anunció el Gobierno el pasado fin de año. Por eso el escalamiento de sus acciones violentas y criminales. Por eso los pronunciamientos de sus frentes nororiental y noroccidental haciendo públicas sus dudas sobre la conveniencia de esos diálogos de paz. Y por eso no se sabe qué es más preocupante en estos diálogos de paz, si su estancamiento o sus avances.
Por ejemplo, el estancamiento sobre un acuerdo de cese del fuego. El Eln sabe que es algo que busca el Gobierno con urgencia para legitimar ante la opinión esos diálogos. El Eln, por el contrario, no tiene ningún afán y dilata el tema en la mesa de conversaciones. Va a exigir unas condiciones incumplibles para el Gobierno que signifiquen la entrega del control del territorio y de la población. Se equivocan quienes hacen llamados piadosos a la buena voluntad del Eln para que escuche el clamor del pueblo y suspenda sus acciones violentas y se allane pronto a un acuerdo de cese del fuego. Para el Eln, esto no es un asunto de buena voluntad sino un pulso de poder con el Estado. No es un asunto técnico y de protocolos, sino de control político. Y el Gobierno no tiene la fuerza ni la determinación para imponerle nada en este tema.
Y los avances son aún más preocupantes, si cabe. Ya se acordó la agenda, pero allí la dejación de las armas no aparece. En contraste, el Estado se compromete a ejecutar de inmediato cada uno de los acuerdos parciales que se vayan logrando en la mesa, mientras el Eln permanece en armas y se convierte en una veeduría armada del cumplimiento de los acuerdos, que incluyen, dicho sea de paso, una revisión del modelo económico y político del país. Si el Eln decide que no se está cumpliendo un acuerdo, pues se levanta de la mesa y continúa su lucha armada, como si nada hubiera pasado.
Preocupa que los países garantes se reconozcan como parte de la mesa de conversaciones y puedan intervenir en ella. Además de Noruega, los otros países garantes son Cuba, Venezuela, Brasil, Chile y México. Pocas garantías y muchas preocupaciones ofrecen a los colombianos esos garantes.
Finalmente, no se sabe qué es lo que en la agenda llaman participación ciudadana como procedimiento clave para lograr acuerdos, ni cuál será el mencionado mecanismo para su validación. También inquieta que sean las “víctimas de la violencia estructural” las que habría que indemnizar, o sea, 50 millones de colombianos. Así las cosas, podríamos decir, con un alivio resignado y triste, que menos mal que esta vez tampoco va a haber ningún acuerdo con el Eln.
https://www.eltiempo.com/, Bogotá, 13 de abril de 2023.