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Saúl Hernández Bolívar

Tenemos un sistema de salud que ha alcanzado la virtud de cubrir casi cualquier cosa sin que el paciente y su familia se vean obligados a vender un ojo o a endeudarse de por vida.

El proyecto de reforma a la salud de Gustavo Petro es peor de lo que se esperaba: no construye sobre lo construido, sino que pretende hacer borrón y cuenta vieja dando un regresivo salto al pasado, cuando se tenía un pésimo sistema plagado de corrupción con una bajísima cobertura que no llegaba ni al 30%. Y eso, simplemente, por esa obsesión de la izquierda de estatizarlo todo y que los particulares no puedan hacer negocio. Es un proyecto antimercado.

En Colombia no se necesita una reforma radical del sistema de salud porque el que tenemos es bueno y está bien calificado por los usuarios, por organismos multilaterales y por expertos nacionales e internacionales. Sus indicadores son envidiables: una cobertura de cerca del 100%, incluyendo a casi un millón de venezolanos, con acceso al 94% de los medicamentos listados y al 97% de los procedimientos. Y una de las más bajas tasas de aporte de los usuarios en todo el mundo, que a menudo no pagan ni un centavo. Así lo pueden atestiguar pacientes de alto costo por patologías como cáncer, VIH, trasplantes o politraumatismos.

Que lo diga el camarógrafo de un canal de televisión de Medellín que estuvo en UCI más de 200 días por covid severo y no tuvo que pagar nada por una cuenta que ascendió a más de 1.500 millones de pesos.

Otra cosa es que se corrijan y mejoren las fallas de un sistema que se ha pulido día a día en los 30 años que lleva funcionando. La gente se queja, principalmente, de las filas para hacer trámites y de las demoras para las citas con especialistas y los procedimientos, así como antes se quejaban de la entrega de medicamentos, que ha mejorado mucho y hoy se hace en buena parte a domicilio.

Es decir, mejorar es posible y medible, tanto en el sector público como en el privado, porque lo ideal es que el sistema de salud sea mixto y que sea solidario. Si las citas se demoran —cosa que ocurre en todo el mundo— es, en gran medida, porque no hay suficientes especialistas, lo cual no se soluciona estatizando el sistema y nuestras excelentes academias de Medicina, y mucho menos importando médicos cubanos graduados a trancazos en cuatro semestricos, en universidades donde prima el atraso tecnológico y científico.

Así mismo, muchos procedimientos se demoran por razones que un proyecto estatizador no va a corregir en lo más mínimo. En un pueblo sumido en el atraso, donde no hay agua potable, ni escuela, ni puesto de salud, no puede pretenderse que se instale un tomógrafo computarizado o un acelerador lineal para radiocirugía. Por eso es más fácil solicitar un procedimiento en Medellín que en Quibdó, y las EPS envían a los pacientes de las regiones pobres y alejadas a sofisticadas clínicas donde comparten sala de espera, codo a codo, con gente de esa que Petro llama «oligarcas».

La revista chilena América Economía publica el ranking de las 60 mejores clínicas de Latinoamérica. El último es de 2021, tras la pandemia. De 61, casi la mitad son colombianas (26), 10 de Medellín. La otra mitad se la reparten diez países, encabezados por Brasil, México y Argentina. Sobra decir que de Cuba no hay ninguna. Son clínicas modernísimas con todos los adelantos tecnológicos que más parecen de una serie gringa de televisión: habitaciones con camas eléctricas, múltiples monitores de signos vitales, sensores de ambiente, cómodos muebles para acompañantes, etc. Incluso, muchas cuentan con helipuerto para recibir pacientes que son remitidos desde regiones inaccesibles y apartadas. A lo película.

Este país ha avanzado en salud a pasos agigantados. Y lo ha hecho en mayor parte por capitales privados —incluso extranjeros— que se han puesto al servicio de todos para ponernos al nivel de un país desarrollado. El banquero que Petro amenaza y ofende en sus discursos, Sarmiento Angulo, se gastó 1,3 billones de pesos de su bolsillo para construir un moderno centro de atención del cáncer en el que puede tratarse cualquier colombiano porque el sistema paga. Un sistema que ha alcanzado la virtud de cubrir casi cualquier cosa sin que el paciente y su familia se vean obligados a vender un ojo o a endeudarse de por vida.

No hay duda de que hacer salud preventiva sería excelente, pero Petro ya lo intentó en su paso por la Alcaldía de Bogotá y fracasó estrepitosamente. Sin embargo, se podría implementar como un complemento de lo que ya tenemos, no como un sustituto. En cambio, destruir un sistema que va bien y tiene visos de mejorar cada vez más, es un verdadero crimen porque los muertos que acarreará esta loca osadía serán muchos, y entre ellos estará el gobierno de Petro, a quien el descrédito ya no le alcanza para convocar a marchas y lanzar amenazas desde un balcón. Es que con la salud no se juega.

@SaulHernandezB

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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