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Saúl Hernández Bolívar                                                                       

Nos vendieron el cuento de que por la ‘gran’ importancia del evento el mundo entero estaría pendiente de Cali y de esta cumbre de biodiversidad.

La COP16, en Cali, resultó ser la estafa que muchos nos temíamos. Nos vendieron el cuento de que por la ‘gran’ importancia del evento el mundo entero estaría pendiente de la capital vallecaucana y de esta cumbre de biodiversidad. Pero era pura paja. O, acaso, ¿quién se acuerda dónde y cuándo fue la COP15 y qué se planteó? De ese tamaño son todas estas cumbres del sistema de Naciones Unidas tan escorado a la izquierda: mucho bombo, mucha bulla y pocas soluciones concretas y realizables.

Y es mejor que así sea porque en este tipo de eventos pululan los activistas fanáticos que por todos los medios buscan instaurar medidas radicales para satisfacer sus delirios sin pensar en el daño que le hacen a la sociedad. En materia medioambiental, vemos que hace rato se pretenden imponer cambios absurdos que desestiman las posiciones verdaderamente científicas y tratan de hacer prevalecer ideas torpes encaminadas a darle a la izquierda triunfos políticos muy cuestionables.

Hay que mencionar, a manera de ejemplo, la obcecada idea del señor Petro con respecto a no otorgar más contratos de exploración de carbón, petróleo y gas, reiterada apenas la semana anterior. Como se ha dicho en innumerables ocasiones, el aporte de Colombia a la contaminación global es algo así como del 0,4%, lo que quiere decir que dejar de usar hidrocarburos en este país será irrelevante para el planeta, pero muy grave para los colombianos, pues nos veremos en calzas prietas sin los combustibles que mueven nuestra economía. ¿Volveremos a cocinar con leña?

Por ese camino se viene destruyendo nuestra empresa insignia como es Ecopetrol, y el país no contará con sus enormes ganancias, con las que hoy se financia buena parte de la inversión social además de la burocracia y el derroche, para lo cual se necesitará ordeñar a los colombianos con más impuestos para remplazar los ingresos perdidos. Pero, como si eso fuera poco, se pone en peligro nuestra soberanía energética y nos hace depender de otros países en materia tan grave como es la de disponer al precio, el momento y la cantidad requeridos de esos carburantes que son indispensables para un país. La energía es la sangre de una sociedad.

Por eso, es un verdadero peligro que el señor Petro nos comprometa, en el marco de la COP16, a hacer algún tipo de sacrificio por el planeta que vaya más allá de nuestras posibilidades, sobre todo con ese cuento de creerse salvador de la especie humana y de la vida en la Tierra. Sin duda, es un mal presagio que este señor crea que puede multiplicar la vida en las galaxias y que en su aturdimiento con drogas sicotrópicas crea que la misión del ser humano es “expandir el virus de la vida por el universo”.

La izquierda planetaria está empecinada en convertir el ‘cambio climático’ en el motor de un nuevo orden mundial que lleve a la civilización a retroceder en el tiempo y crear un ‘hombre nuevo’ que, en realidad, resulta ser una visión anticuada que nadie está dispuesto a soportar. Ya no nos podemos alumbrar con velas ni desplazarnos a caballo; esas no son alternativas para la sociedad actual sino muestras del tenebroso rumbo que la izquierda le quiere dar a los países donde gobierna, como Cuba.

Cualquier centavo que se haya gastado en esta cumbre es un desperdicio. Cómo será su valor conceptual que Colombia quería incluir en un documento la afirmación de que los pueblos afrodescendientes de América son actores clave en la preservación de la biodiversidad, una reflexión que ni quita ni pone nada. Pero llegaron los negros africanos y se opusieron a esa declaración porque, al parecer, ellos no reconocen ninguna descendencia étnica o cultural. ¿Así o más ridículo? Ese es el nivel del evento.

@SaulHernandezB

Medellín, 28 de octubre de 2024
[Se autoriza su reproducción total o parcial citando el autor]

Publicado en Columnistas Nacionales

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