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Luis Alberto Ordóñez*

Maravillosa iniciativa que estaba en mora hace años. Lo normal y lógico, es que quienes van a servir a su patria no deban pagar para prepararse para ese propósito. Los soldados, marinos y aviadores no ingresan a una profesión liberal convencional, sino a la de las armas, la más noble de todas, pues lo primero que hacen es jurar ante Dios y la bandera que defenderán esta última hasta la muerte y en esa misma ceremonia prometen que harán cumplir la Constitución y las leyes. Luego, al graduarse como oficiales, suboficiales o soldados profesionales, es mayor el compromiso que adquieren; son los portadores de las armas legítimas de la Nación. No estudian para lucrarse sino para servir a la sociedad.

Las Fuerzas Militares deben estar integradas por los mejores ciudadanos y no debe ser el factor económico el que limite el ingreso, pero sí las condiciones personales, físicas, intelectuales y psicológicas. Solamente personas formadas en principios y valores, respetuosas de los demás, con capacidad para el servicio y una clara vocación de sacrificio deben ser las seleccionadas. Luego vendrán las otras capacidades que definirán quienes podrán formarse como oficiales, y cargar las inmensas responsabilidades que esa condición exige; quiénes como suboficiales y afrontar los retos de la tecnología propia del arte militar que le corresponde a ese importante grupo y finalmente quiénes, desde la técnica, serán los soldados e Infantes de Marina de la Patria. Cada escalafón, al igual que médicos, enfermeros jefes y auxiliares de enfermería, solo como un paralelo, tienen una misión clara y específica que no pueden desarrollar los otros. Deben ser las capacidades de cada persona las que le permitan ocupar el lugar para actuar con eficiencia y conocimiento.

Pero, en un gobierno que habla de igualdad, no se entiende el por qué esa gratuidad sería solamente para un sector de la sociedad mientras otros, que cumplirán las mismas tareas a futuro, sí deban pagar para servir a la patria. Personas de estratos altos que decidan ir a las escuelas de formación en lugar de costosas universidades, deben ser motivadas para que hagan parte de las Fuerzas Armadas: ¿qué más quisiéramos que tener representación de toda la sociedad? Es odiosa la manera como lo está haciendo el gobierno, presuntamente incentivando la lucha de clases y la desunión al interior de las instituciones castrenses; no se es oficial, suboficial o soldado por motivos netamente económicos, se es lo uno o lo otro por las capacidades para asumir los roles de cada sector. Desconocen, quienes así lo pretender mostrar, que desde hace muchos años el Icetex ofrece posibilidades de financiamiento, pero también que hay becas por excelencia académica, becas para soldados y suboficiales que quieran concursar para estudiar en las escuelas de oficiales, becas de programas especiales dirigidos a negritudes y otras minorías, entre otras posibilidades. Pero retomando lo bueno de la iniciativa: todos, quienes decidan servir a la Patria como militares, deben ser becados por la Nación.

Ante un gobierno populista y dispuesto a hacer cambios, no todos para bien en mi opinión, les corresponde a los mandos castrenses ser muy estrictos en que los requisitos de ingreso a la profesión militar no vayan a ser modificados o manipulados para fines politiqueros; quien ingresa como cadete será un general o almirante en potencia. Igual en el escalafón de la suboficialidad: quien ingresa de alumno o grumete, será un Sargento Mayor o Jefe Técnico en algunos años. Del rigor de la selección dependerá el futuro de las Fuerzas Militares. 

En los altos mandos hay cientos de casos de soldados e infantes de marina que llegaron a los altos grados como oficiales o suboficiales. En la Armada Nacional existe toda una tradición de señores suboficiales quienes, estudiando para oficiales, dentro de alguno de los programas mencionados, llegaron a ocupar el más alto de los cargos: Comandante de la Armada, y lo ejercieron con lujo de detalles. En las instituciones castrenses no hay límite, cada uno llega hasta donde sus capacidades se lo permitan; eso sí, hay requisitos que no se pueden omitir ni por orden superior, so pena de arriesgar vidas y el futuro institucional.

Bienvenida la gratuidad para las escuelas de formación, eso sí para todo el mundo y asignando suficientes recursos para no desmejorar la calidad educativa y mucho menos las condiciones de bienestar de cadetes, grumetes y conscriptos.

* Vicealmirante (r). Ph.D en educación.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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