Hay problemas globales generados por la invasión de Rusia a Ucrania: una fuerte tensión militar entre Estados Unidos y la OTAN, de un lado, y Rusia, del otro; además, este conflicto ha producido un alza del precio del petróleo y el gas en el mundo y un desabastecimiento de cereales, también a nivel global. Además, la forma en que Rusia manejará el suministro de gas para Europa centro – occidental, llevará a un invierno muy difícil para esta región del mundo y a una fuerte recesión de su economía. De hecho, en el mundo, comenzando por Estados Unidos se vive una inflación al alza, el aumento del costo del dinero y un crecimiento que tiene a cero o estará por debajo de este.
Todo ello influye en nuestro país. Es más, diría que, de hecho, ya estamos al borde del precipicio: aunque la economía crecerá este año entre el 6 y el 8%, por la inercia que trajo el año pasado al salir de la pandemia, el año entrante el propio gobierno nacional calcula que creceremos el 0.2%. Eso si nos va bien, porque la inflación probablemente estará alrededor del 10%; el dólar ya está desbordado -lo que hará las importaciones más caras -entre ellas alimentos e insumos necesarios para la agricultura y aumentará el monto de la deuda en pesos colombianos- los combustibles y las tarifas de energía subirán indefectiblemente, como ya lo están haciendo ahora.
La variable interna radica en que Petro, no ha hecho ni propuesto nada, sino echar a volar globos como la congelación de la canasta familiar y la legalización e incorporación de la cocaína al sistema fiscal, para ganarse esos auditorios que tienen plata y votos, porque si lo dice en serio, las consecuencias serían desastrosas. Nada, excepto, ofrecer subsidios a diestra y siniestra a quienes protestan, como los taxistas y los motociclistas; y, en cambio, ha criticado al Banco de la República porque sube la tasa de interés, encareciendo el costo del dinero, medida canónica que todos los bancos centrales toman para contener la inflación -medida apoyada por su ministro de hacienda, Ocampo- porque busca pasarse por la faja la independencia de esta institución porque no le gusta que cumpla con su deber y lo que realmente desearía es poner a funcionar la máquina de hacer billetes, como en Venezuela.
El punto político de este contexto es que el año entrante habrá elecciones regionales y locales, en las que el petrismo aspira a consolidar su poder, que todavía es frágil, para poder controlar el país en todos los niveles e imponer sus reformas de corte socialista-populista.
Pero su carta fuerte es la reforma tributaria, de la que el gobierno es consciente de que golpea a la clase media y a los pobres, a pesar de que la propone a nombre de estos últimos, porque aspira a tener montañas de dinero para gastarlo en subsidios de todo tipo, incluidos los que dará a los criminales para que no delincan, con el objetivo de comprar el apoyo y la lealtad de sectores de la población en sus listas para alcaldías y gobernaciones.
No obstante, el plan se le puede aguar, si el año entrante sigue con una inflación desmedida y si los combustibles, como está previsto, se elevan mensualmente. Ante una crisis de esas dimensiones, la gente saldrá a protestar. La carestía se traga cualquier aumento salarial o subsidio. El alza de los alimentos y los otros productos básicos de la canasta familiar pondrá a los pobres y a la clase media, cada vez más empobrecida, en las calles y las carreteras de las ciudades y los pueblos. Ya hay sectores de la población que están asfixiados como los motociclistas y los pequeños transportadores. Pero el incremento de los abonos y otros insumos, sacarán a las calles y las carreteras a los pequeños y medianos agricultores, avicultores y ganaderos; y el incremento de la canasta familiar, a todos los colombianos.
Petro lo sabe, pero lo que haga, y ya dijimos que no hace nada, de poco le servirá, porque la crisis no se resuelve con medidas voluntaristas y demagogia, sino con sacrificio, ahorro y trabajo, y él no está por la labor (como dicen en España). El país podría encaminarse a una parálisis gradual provocada por la protesta social, esta sí de verdad, produciendo la curiosa paradoja de que Petro podría ser víctima de su propio invento, el que le aplicó a Duque, pero esta vez, con razones objetivas y no subversivas. En ese escenario, tendría que decirle adiós al poder regional y local, pues perdería las elecciones, y se vería gravemente afectado su poder central. Las propuestas alternativas tendrían su oportunidad, si lo hacen con inteligencia y generosidad. Más, si se tiene en cuenta que una crisis de esta envergadura no se sortea en un año y, que, por lo tanto, al menos, el 2024 y el 2025 serían difíciles para los colombianos y, en consecuencia, para el proyecto petrista.