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El cambio petrista: ¿motivación, frustración, expectativa?

Pedro Aja Castaño   

“Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie.” Giuseppe di Lampedusa (1896-1957) 

La frase de Lampedusa en su novela EL GATOPARDO describe un fenómeno de nuestro tiempo. Refleja la capacidad de un grupo de adaptarse a los nuevos tiempos con tal de poder mantener su poder e influencia. Desde entonces, para las estrategias políticas se suele llamar “gatopardista” al político que inicia una transformación política aparentemente revolucionaria pero que, en la práctica, solo altera la parte superficial de las estructuras de poder, conservando intencionalmente el elemento esencial de esas estructuras. Se vuelve así el consentido de cierta élite que le coquetea a la izquierda, por si acaso, y el pueblo, engañado, lo aplaude.

Dice Petro que sus  propuestas buscan la equidad. En abstracto puede que sea cierto. Pero en la vida real la cosa es a otro precio. El tipo propone una reforma tributaria que asusta, además de revisar el Presupuesto General de la Nación 2023. Dizque reformará la política anticorrupción para que no se note.  A los campesinos les prometió tierras que quién sabe cómo las pagará. Parece que la paz tendrá nuevas normas para las que se creará otro ministerio; y la Policía tiene la culpa de todo por lo que el asunto se resuelve cambiándola de ministerio.

Dizque busca la igualdad con otro nido burocrático. Y como si fuera poco la salud de los colombianos está amenazada metiéndose con las EPS que no le gustan. Los pensionados estamos temblando porque nos echó el ojo. Vamos a ver qué dicen los sindicatos con la reforma laboral. ¿Y qué dirán los jueces cuando les quiten prebendas?  

Para rematar se va a meter con la educación de la que no sabe nada. Ah… dizque también eliminaría o transformará la Procuraduría para sacarse el clavo con el ex Ordóñez. Y se le ha ocurrido eliminar ciertas exenciones existentes; intentar una transición energética que afectará el futuro del petróleo y el carbón que, para rematar, los comparó con la cocaína en la ONU. ¡Qué bestia! Por lo que no habrá nuevos contratos para el fracking. Que dizque le compraremos gas a Venezuela y la minería entrará en moratoria y todo lo anterior SIN MEDIR CONSECUENCIAS.

Frente a ese escenario apocalíptico los expertos de cerebro entrenado en vez de preocuparse, argumentan sabiendo que sus esfuerzos serán en vano. La cosa va porque va. Entonces los que tienen una hoja de vida espectacular se irán a dictar clases en el extranjero; los ricos han empezado a sacar sus fortunas del país; los delincuentes se la gozan por diversos motivos; los creyentes rezan; la gente del común sufre. Porque los genios son estupendos para crear dizque soluciones; pero viven en un mundo tan ajeno a la realidad, que jamás piensan cómo se va a sentir la gente.

Yo no sé si Petro creyó que, amparado por el poder presidencial, se podría salir con la suya, pensando que la gente guardaría silencio en cuanto a la atribución de responsabilidad por políticas impopulares con consecuencia adversas. Se equivocó. Creyó que con nombrar ministros con excelentes hojas de vida la cosa se arreglaría. Les han dado palo. Y esto sucede porque hay un mecanismo automático que reacciona y que se llama la REALIDAD DE UN PAÍS que es diferente al mundo académico e intelectual. Además, existe una preocupación y es que se ha puesto de moda el populismo, como se llama ahora a la subversión de guante blanco.

Ante el escenario anterior debo decir que motivación, frustración y expectativa, son las tres emociones fundamentales y cotidianas con las que manejamos el diario vivir, frente a múltiples problemas y situaciones. Y más o menos sabemos qué podremos sentir según el escenario que nos toque: motivación por el nuevo trabajo; frustración frente al tráfico; expectativa frente a los precios de la comida.

Pero con Petro nos sentimos como jugando a la ruleta. Nos despertamos con la expectativa de saber a quién le va a caer la bolita de la mala suerte. Ha desaparecido la motivación del país. Y la frustración se empieza a manifestar de manera preocupante. Por lo tanto, hay que construir un mapa conceptual para entender este escenario político complejo, porque de no hacerlo, Petro nos enredará la vida.

Actualmente nuestro escenario político está lleno de falsedades, mentiras de toda clase, el engaño edulcorado, el ocultamiento de la verdad, el cinismo rampante, la propaganda, los buenos modales de la hipocresía política.  Y lo triste es que no hay un acuerdo social para definir este desastre.

Lo primero que hay que decir es que el POPULISMO CONSISTE EN UN LAVADO DE CEREBRO que, como decía Dostoievski, la intolerancia llega a tal nivel, que las personas inteligentes tienen prohibido pensar para no ofender a los imbéciles.  Así, se facilita utilizar una leyenda negra CREIBLE para acabar con un enemigo real, ficticio o, en nuestros días, políticamente conveniente para generar o mantener una opción de poder. En este momento en Latinoamérica el POPULISMO COMUNISTA quiere instalar una eterna dictadura con renovación de dictadores con el cuento del: “Socialismo del Siglo XXI. Según los comunistas Uribe es el culpable de todos los males, después lo fue Duque.

Pero actualmente hay un lobo carismático que en vez de distraerse con Caperucita Roja se levantó al ‘pueblo’ con un programa de gobierno que llamó: “Colombia potencial Mundial de la Vida.”  Porque dice que salió del ‘pueblo,’ se presenta como un descamisado sin corbata, pero usa ‘ferragamos’ y vive en una mansión. Se toma sus tragos como el pueblo, baila como costeño, pero se cuida de exagerar y alargar las eses finales de las palabras para demostrar que es educado y habla como cachaco.

En la oposición sus discursos y posturas fueron de reivindicaciones para conectarse con el pueblo mediante el lenguaje accesible, directo, tajante, cautivamente, que enamora a las masas. Pero cuando convierte en leyes sus ocurrencias, y se someten al laboratorio social, la gente se alborota y tiene que recular. En ese bailecito estamos. Pero como no tiene el poder mágico para hacer que, de la noche a la mañana, un sistema funcione a su favor, tiene que impulsar ciertas conductas que no lo comprometan. Para eso tiene el poder para dar órdenes directas, indirectas, sutiles o supuestas.

Un resultado esperado es DESALENTAR LA VERDAD DE LAS PERSONAS en ciertos escenarios, como los reclamos políticos debido al populismo;  o un robo de tierras que el estado debe evitar y se hace el pendejo; o  un aumento de impuestos que afecta la canasta familiar de los pobres, etc. Y esto lo hace con un guiño   que ciertos subalternos incondicionales entienden.  

Pide informes de inteligencia sobre individuos, grupos y el país. Uno de los consejeros que le habla al oído ha filtrado que puede sugerir utilizar la conocida psicología del engaño, creando un escenario para que ciertos medios de comunicación influyan, ya que con sus bodeguitas que actúan con profesionalismo, elegancia, creatividad e intuición, cualquiera se traga el cuento, especialmente si no se investiga el asunto.  

El objetivo es crear   la barrera de lo ‘correctamente político’ que puede esgrimir cualquier gobierno para desalentar a la gente. ¿Pero qué pasa cuando la gente del común no puede pasar esa barrera aparentemente decente y legal? Habla, pero a su manera; no individual, sino multitudinariamente; por ejemplo la protesta de los motociclistas y la rapidez de un acuerdo que ojalá se cumpla.

Por lo que una oposición debe enfrentar esa realidad con argumentos certeros, probados, pero poco difundidos por los medios comprados. Obviamente este esquema tiene la capacidad de influir en la cultura política del momento creando una sensación feroz de impotencia. Contra esa bestia se rebelará la gente.

Como resultado de esa influencia en estos días circuló en las redes, este mensaje: “Colombianos con mayor nivel educativo se inclinan más por la ideología de izquierda.” Como de costumbre esta es una de las cotidianas falacias del comunismo: Una generalización sin sustento probatorio. Por lo que pareciera que cierta estupidez aceptada se hubiera vuelto normal. Con supuestas verdades se busca amañar una creencia amorfa, aceptada por todos, para que se tome una decisión emocional de importancia, apoyando al mandatario.

Pero se han quedado con los crespos hechos. Porque cuando el presidente dicta leyes y normas, supuestamente debatidas en el congreso de mayorías comunistas, y son rechazadas por el pueblo, tardíamente se da cuenta de su estupidez. Como en la actualidad la multitud de empresas colombianas no son propiedad del estado, los afectados protestan y el presidente benefactor accede, logrando un apoyo momentáneo para silenciar los medios y no embejucar al pueblo que no es pendejo y se da cuenta del engaño.

Por otra parte, actualmente, como nuestra moneda débil está afectada por una crisis mundial, es difícil equilibrar perfectamente la oferta y la demanda a lo largo del tiempo. Surge un futuro incierto. Sin embargo, como los seres humanos, anhelamos seguridad, queremos sentirnos seguros, tener una sensación de control sobre nuestras vidas y nuestro bienestar, pero se interponen  el miedo y la incertidumbre,  entonces se acude a PAPÁ GOBIERNO para que nos ayude, instalándonos en una burocracia  desocupada que reventará el presupuesto.

Y ya que el estado no produce nada y se sostiene mediante nuestros impuestos, surge entonces la FERIA DE LAS TRIBUTARIAS adaptadas a la capacidad financiera de los bobos del paseo, bancos y empresas, para sostener unos vagos. Esa fue la burocracia que quebró a Venezuela.  Pero el burócrata no está a salvo de las peripecias de la vida. Un día las cosas pueden estar bien, al siguiente se ha enfermado repentinamente, perdió su trabajo por quisquillas políticas y se encuentra luchando para poner comida en la mesa o mantener a su familia. Frente a esa incertidumbre se trata de asegurar el futuro DE CUALQUIER MANERA. Ahí es donde surgen las tentaciones del delito.

A su vez,  esa decisión  es manipulada por una fuerza más compleja: los escenarios de conspiración, supuestos o reales, divulgados por las redes que buscan crear  relaciones impersonales alrededor de una idea posible, pero indefinida como EL CAMBIO. Cuando se la acepta se instala el mapa silencioso de la confusión moral que crea la enfermedad social. Los especialistas la llaman con un eufemismo: “Salud mental en Colombia.”

Para inocular el virus de esa enfermedad existe una nube cibernética utilizada con malos propósitos. Su objetivo es ganarse la confianza de la juventud experta en redes.  Otros, mejor preparados, pueden desalentar un país difundiendo información sesgada sobre la salud mental de un país.  Los más avezados se atreven a legitimar la violencia; o cuestionar las leyes que la combaten.

Todo lo anterior puede ser el meollo de una campaña política o el espíritu y estilo de un gobierno.   Así se crea una perspectiva de irresponsabilidad social porque, para sus decisiones, el gobierno le hace creer a la gente que utiliza los principios de una ideología imbatible, lo que crea desesperanza, neutralidad o furia en la población pensante, los activistas, los guerreros peleadores, los combatientes de la palabra.

Sin embargo, Colombia ya no es como la Roma antigua en la que se distraía a la gente  con   “pan y circo para el pueblo,” distrayendo  su atención de los cruciales problemas sociales o conflictos políticos que azuzaban en su momento. Hoy se está formando una nueva generación de viejos y jóvenes con un nuevo sentir   que nace de lo profundo de la conciencia de cada quien,  en la que  su misión será poner a prueba su autenticidad,   confirmando  su dignidad para luchar  contra el  escenario de oprobios que viene agobiando a Colombia por más de 70 años.

 
Publicado en Columnistas Nacionales

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