En estas tres interminables semanas Petro ha hablado mucho. Desde luego, para él no existe aquello de que quien mucho habla, mucho yerra, porque sabemos que él todo lo sabe…
De su prodigiosa minerva, en cada viaje brotan pensamientos fulgurantes y frases deslumbrantes.
Aquí es lo de la negociación entre el ocupado y los ocupantes; allá, lo de la creación de la federación nacional de cocaleros y cocaleras; acullá, lo de la reforma agraria a través del impuesto de valorización; y poco más adelante, aquello de la supeditación de las Fuerzas Armadas a los caprichosos consejos de seguridad de las alcaldías, totalmente ignorantes de la ciencia militar y de su logística operacional.
Estas y muchas otras son las fórmulas verbales, inesperadas y efectistas, a que nos tiene acostumbrados el incontenible hablador.
Unas pocas veces se han oído en este país, declaraciones presidenciales discutibles, pero nunca esa incontenible catarata de sandeces. No todos los gobernantes tenían la estructura mental de los grandes presidentes, pero aun los mediocres medían sus palabras.
Ante la intemperancia verbal de Petro, los comentaristas han calificado sus efusiones como confusas, absurdas, erróneas, equivocadas, superficiales, impensadas, etc. En efecto lo son; y mucho más, porque son imprudentes, perjudiciales, agresivas y relacionadas con el inconsciente. Por tanto anuncian políticas funestas, que no se disipan con las medioaclaraciones que a veces sus subalternos se ven obligados a ofrecer, sea para negar lo dicho, sea para minimizar el estupor causado.
Ante la expresión habitual de tonterías y delirios, los petristas callan y los demás manifiestan su esperanza de que rectifique o corrija. ¡Vana esperanza! Si Petro fuera un gobernante normal y responsable, dentro de un esquema constitucional y democrático, nunca hubiera dado lengua suelta a tantas insensateces. Pero él es un marxista y comunista radical, cuyo propósito inocultable ha sido siempre el de demoler todas las instituciones para edificar sobre sus ruinas un nuevo orden revolucionario de corte castro-chavista.
Cuando Petro emite lo que a nosotros nos parecen los planteamientos absurdos de alguien trastornado por el ambicionado poder al que finalmente ha accedido, estamos en presencia de la génesis de procesos infames que van a desembocar en la ansiada revolución.
No, lo de Petro no son descaches, definidos en el DRAE como “desaciertos o improvisaciones”. Esas palabras son la expresión verdadera de su pensamiento y su voluntad.
En esos mismos 22 días Francia, la mayoría de las ministras y algunos ministros, profieren a su turno también incontables babosadas, igualmente expresivas de sus pensamientos profundos y de la ignorancia, impreparación e incompetencia que los distinguen.
Con el correr de los días no van a ser desautorizados ni desmentidos, porque en los meses venideros ellos impondrán al país políticas erróneas y perversas, congruentes, eso sí, con el plan revolucionario continental.
También son vanas las esperanzas de corrección y contención puestas en el actual Congreso, formado en su mayoría por ignorantes, improvisados e ineptos, iguales a los ministros, y que han surgido de incontables tendencias disociadoras en las que se combina la ignorancia con la irresponsabilidad. Allá no habrá freno para ninguna locura política, financiera, económica, jurídica o moral.